Por: Redacción

El tratamiento fúngico y bacteriano para biorremediación del agua ha permitido una remoción más eficiente de materia orgánica y del antiepiléptico Carbamazepina (CBZ), contaminante emergente que, aun en concentraciones mínimas, tiene efectos significativos para la salud humana y los ecosistemas, advirtió la ingeniera química Marvelia Cenit Soto Guzmán.

La maestrante del Posgrado en Ciencias Naturales e Ingeniería de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), interesada en la erradicación de plaguicidas, artículos de cuidado personal y productos farmacéuticos –particularmente CBZ– expuso los avances de su tesis Diseño de gránulos fúngico/bacterianos para la degradación de materia orgánica y contaminantes emergentes en agua residual municipal.

Este proyecto logra un proceso mucho más eficaz que el tratamiento convencional, al remover cantidades considerables de materia orgánica y del citado antiepiléptico, con un consumo anual global de mil toneladas y el fármaco con mayor presencia en aguas residuales.

El CBZ es bioacumulable en el medio acuático y el método tradicional para erradicarlo registra una eficiencia menor a 10 por ciento y ha sido detectado en agua subterránea en 610 ng/L y en potable en 6.3 µg/L, lo cual hace “necesario estudiar y/o desarrollar opciones viables para su disminución a sustancias más simples e inocuas”.

Otro mecanismo para degradar sustancias recalcitrantes es la biorremediación mediante microorganismos (Mos), hongos y bacterias, los cuales han sido utilizados para extraer, tanto materia orgánica como fármacos.

La cepa que permitió mayor eliminación fue Trametes UPP, con hasta 85 por ciento en los experimentos llevados a cabo con una concentración inicial del fármaco relativamente alta: 10 mg/L.

Cenit Soto evaluó la biorremediación de MOs (Hongo: Trametes UPP, 46 y 33; bacterias: P. putida y Sph. sp.) para la remoción de materia orgánica y del compuesto emergente CBZ de forma individual y en interacción Hongo/Bacteria (H/B), empleando agua sintética (SWW) y agua residual real (AR) de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de la Unidad Cuajimalpa de la UAM.

La cuantificación de la CBZ en AR fue determinada mediante Cromatografía Líquida de Ultra Rendimiento (UPLC, por sus siglas en inglés) llegando a una concentración final de CBZ de 2.6 mg/L sin la detección de metabolitos.

Dichos resultados dieron pauta para realizar la siguiente fase experimental en la que se tuvo un consorcio bacteriano en SWW; Trametes. UPP/Pseudomonas. putida, obteniendo hasta 71 por ciento de degradación de materia orgánica y CBZ en un periodo de nueve horas.

Los resultados mostraron que los MOs (por sí solos y en consorcio) logran degradar simultáneamente la materia orgánica y al fármaco CBZ de manera significativa, pues “los rendimientos de reducción de CBZ fueron comparables a los reportados en la literatura en medios minerales sintéticos, a diferencia de nuestro estudio, que se realizó con agua residual real”, precisó.

En el Seminario Divisional de Ciencias Naturales e Ingeniería, la ingeniera química dijo que la disponibilidad del agua en el mundo ha disminuido como resultado del incremento poblacional y la contaminación, pues de 10,035 m3 por habitante, en 1950, esta cantidad pasó a 4,230, m3/hab., en 2010, y a 3,982 m3/hab., en 2013, es decir, una baja de 61 por ciento en un periodo de 63 años.

“No hay que olvidar que sólo 0.4 por ciento del vital líquido es apto para el consumo humano y que 2.5 por ciento del agua del planeta es dulce, pues 97.5 por ciento es salada”.

De acuerdo con el Programa Nacional Hídrico 2014-2018 en 2014 había en México 2,337 Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) con capacidad de operación de 151,883.4 L/s.

De éstos son tratados sólo 11,253.5 L/s de agua, lo que significa 52.7 por ciento, cuando la demanda representa 77 por ciento para riego agrícola, 14 por ciento para uso público urbano y nueve por ciento para industrias abastecedoras y termoeléctricas.

Desde ese año fueron descargados 239m3/s de aguas residuales municipales, de los cuales fueron tratados apenas 106 m3/s, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua, lo que significa que aproximadamente 56 por ciento de los líquidos desechados regresa a los cauces naturales sin ningún tratamiento, por lo que contamina los cuerpos de agua, cambia su química y altera gravemente los ecosistemas que dependen de ellos.