Por. Redacción/

La transición energética de un sistema basado en combustibles fósiles a otro asentado en energías renovables se ha asumido como una cuestión de tiempo y como un objetivo que se logrará pronto ante las tendencias en algunos países, sin embargo asumir que el mundo vive dicha transición es riesgoso porque ninguna fuente energética convencional está siendo sustituida, coincidieron especialistas en el Seminario Retos energéticos de las ciudades en transición, celebrado en la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

De acuerdo con los expertos de la UAM, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM) y Anáhuac, lo que ha ocurrido en las últimas décadas es una acumulación y un mayor consumo de las alternativas, entre ellas las renovables, pero esto no significa que haya una transición hacia la sustitución de ninguna de las convencionales, advirtieron.

El doctor Juan Arellanes Arellanes, investigador de la Universidad Anáhuac, dijo que a nivel global no ha desaparecido el uso de la madera, el carbón o el petróleo, sino que a éstas se van sumando nuevos tipos de combustibles, por lo que no se puede hablar de una evolución en la materia.

Por el contrario, las sociedades han entrado en una verdadera trampa, pues para mantener los ritmos de crecimiento exponencial en los indicadores –población, generación de riqueza, inversión extranjera y crecimiento de las ciudades, entre otros– de nuestra civilización y ante el agotamiento de los combustibles fósiles se están abriendo nuevas formas de explotación de dichos recursos muy agresivas como el fracking en Estados Unidos, la producción de petróleo sintético y el retorno al carbón como base energética en el mundo.

La idea generalizada es que el uso de las energías renovables aumenta aceleradamente y, en efecto, en tasa tienen un ritmo importante de crecimiento, pero en términos absolutos el tipo que más ha crecido en el siglo XXI son los combustibles fósiles no convencionales y, por tanto, más contaminantes.

En la ponencia Complejidad urbana social y transición energética señaló que la proporción del consumo de energías renovables es todavía minúscula respecto del total, por lo que “suponer que en el corto o mediano plazos ésta va a ser capaz de sustituir al casi 80 por ciento que representan los energéticos fósiles, resulta bastante idealista”.

El doctor Luca Ferrari Pedraglio, investigador del Centro de Geociencias de la UNAM, advirtió que en la literatura relacionada con las ciudades en transición se hace énfasis en la respuesta que éstas puedan tener frente a las crisis ambiental y energética.

En México se habla mucho del cambio climático, pero poco de los límites energéticos que “ya impactan en las ciudades” y tienen que ver con transporte agua, abastecimiento de comida y disposición de desechos, entre otros, porque todos ellos están vinculados con energía.

El transporte consume 60 por ciento de la energía que se usa en la capital del país, sin embargo el tiempo promedio de recorrido de sus habitantes es de 88 minutos (aunque hay quienes pueden hacer tres o más horas) y recorren 10 kilómetros al día, en promedio, por lo que al aumentar la extensión de la urbe “tenemos cada vez más consumo de energía”.

Lo anterior muestra que el problema es “la idea del crecimiento infinito”, pues cualquier incremento económico aunque sea de uno o dos por ciento es exponencial y hasta ahora “nos ha hecho pagar un precio muy alto en términos de la huella ecológica que ha resultado en deforestación, acidificación de los océanos, destrucción de biodiversidad, extinción de especies, contaminación y cambio climático”.

Todo este crecimiento se dio a partir del consumo de combustibles fósiles y no hay una transformación de éstos, sino acumulación y, si bien “tenemos las energías renovables, paralelamente ha habido crecimiento exponencial del producto interno bruto (PIB) y cada uno de nosotros gasta cuatro veces más energía que hace 100 años”.

Si se considera que 85 por ciento de la energía en México proviene de combustibles fósiles, “el crecimiento de las ciudades es insostenible y, por tanto, “deberíamos decrecer, porque no es posible sostener este sistema de consumo sólo con energía renovable”.

El doctor Edgar Ocampo Téllez, académico del ITAM, advirtió que “nuestro petróleo se acabó” y al próximo presidente le tocará administrar la escasez del recurso, en un contexto en el que 50 por ciento de la economía depende del hidrocarburo.

Al exponer las Opciones de política para transitar hacia una senda del desarrollo baja en carbono, el doctor Marcelo Olvera Villarroel dijo que en menos de 50 años entre 75 y 80 por ciento de la población vivirá en ciudades, por lo que “tenemos que aprender a manejarlas”, como ocurre con la de México –donde diario conviven 29 millones de personas– en términos de abastecerla de agua, energía eléctrica, vivienda, transporte y comida, entre otros servicios.

El investigador del Departamento de Teoría y Procesos del Diseño de la UAM sostuvo que estas problemáticas persisten por obstáculos políticos, porque en muchos casos, como en el relacionado con el manejo de desechos, se requiere poner en la mesa a “enemigos políticos”, como las autoridades del Estado de México, la capital, Puebla, Morelos e Hidalgo para manejar la basura en conjunto, pero “sentar a esos señores es muy difícil”.

En el tema del transporte podrían aplicarse políticas sencillas como la sustitución de autobuses viejos, y la otra, más controversial, es cobrar impuestos a los vehículos de lujo gigantes que emiten tanto dióxido de carbono como tres pequeños.

Otras propuestas del investigador son el cambio de inodoros, pues 50 por ciento de las casas de la ciudad siguen usando unos de 10 litros en promedio en ese uso, así como cambiar la matriz energética a una solar u otro tipo, lo cual no se analiza porque el costo beneficio es muy bajo y económica y políticamente no vale la pena.