Por: Griselda Fernández / @greysmagno

Imagina tu vida donde cada palabra, cada acto, cada paso e incluso cada pensamiento es vigilado por una figura que si bien físicamente no la conoces, no significa que no exista. Así es el mundo que plantea George Orwell en su afamada novela ‘1984‘.

El escritor inglés plasma el funcionamiento de los regímenes totalitarios. Publicada en 1949, el autor no se aleja demasiado a la forma en que se mueve actualmente la política. ¿Se puede tener el control total?

El protagonista Winston Smith, un hombre de 39 años se enfrenta a la difícil situación de no estar de acuerdo con el único Partido de Londres, que se encuentra en el continente de Oceanía y que se basa en el Ingsoc o socialismo inglés.

El régimen socialista se apoya de cuatro ministerios que resultan paradójicos pues su nombre no se relaciona con las acciones que realizan: el de la Paz, referido a las guerras que tiene Oceanía con los otros continentes; el de la Abundancia, relacionado con la parte económica; el del Amor, vigilante del orden y el de la Verdad, donde las noticias, entretenimiento e información más importante se crea y se revisa con minuciosidad.

En Oceanía, sus habitantes son vigilados constantemente, mejor dicho, todos y cada uno de sus movimientos son observados por el Partido, el cual justifica estas acciones con la figura de ‘El Gran Hermano‘, quien como el gran líder y dirigente que es, solo quiere el bienestar de los ciudadanos y  decide qué es lo más conveniente para ellos.

Pero Winston comienza a tener otros pensamientos que no van acordes a la alienación del Partido y sabe que es difícil engañar a los miembros, pues las telepantallas puestas en todos los sitios y hasta en su propia casa, escuchan hasta el más mínimo susurro. Y aunque no leen mentes, es sabido que los policías del pensamiento son capaces de detectar cuando un individuo comienza a ir en contra del gobierno.

Y esto se agrava cuando el protagonista adquiere un cuaderno en el que vacía sus pensamientos, con la frase: 4 de abril de 1984 es que comienza a poner en duda si hasta el día y el año es el correspondiente. ¿Por qué obedecen a una figura que nunca han visto?, el Partido lo manipula todo ¿qué tanto control ejerce sobre las masas?, ¿qué pasaría si los más pobres se rebelan?

Hasta el lenguaje resulta alterado, el Partido decide qué palabras se eliminan, cuáles deben modificarse, qué vocabulario es el permitido y a ello le denominan ‘Neolengua’. Al mismo tiempo los medios de comunicación son los que a través del contenido cambian datos de personas, lugares y fechas destacando la buena voluntad de ‘El Gran Hermano‘. La propaganda es clave para establecer control.

Smith es entre la masa, de los pocos que comienzan a tomar conciencia. Incluso en el aspecto amoroso se ve amenazado por Julia, una joven que forma parte del grupo que promueve la abstinencia sexual y que paradójicamente es muy diferente a su discurso.

Y O’Brien, un compañero de trabajo, también es fundamental para Winston. Es el personaje en quien más confía, a quien le confiesa que ya está cansado del control del Partido, de que no pueda tomar sus propias decisiones y todos estén privados de la libertad. Sin olvidar que les hacen generar un odio artificial a Emmanuel Goldstein, el enemigo del ‘Gran Hermano‘.

El miedo del protagonista se siente en cada página, si la policía del pensamiento lo descubre, lo evaporizará inmediatamente o bien… lo someterán a torturas físicas y mentales. Aunque se denomine como una ficción distópica, Orwell se basó en sus experiencias e ideas de desacuerdo de la dictadura de Stalin.

La obra 1984 es una lectura atemporal, no importa en qué tiempo lo leas ni quién gobierne, tampoco se puede delimitar solo a los mandatos socialistas ¿o acaso no se sienten observados todo el tiempo con las nuevas tecnologías?

Parece que Orwell describió todas las épocas. Cierro con esta reflexión, a ver si les parece conocida: “Al Partido no le interesan los actos realizados; nos importa sólo el pensamiento. No sólo destruimos a nuestros enemigos, sino que los cambiamos”.