Por: Oswaldo Rojas

Existen varias razones que han hecho de Bruce Wayne/Batman un personaje memorable al menos desde hace cinco décadas: su voluntad, ansias de justicia, inteligencia sin igual, además de su sombrío carácter y misteriosa espiritualidad. Pero esas razones son superadas por el gusto que tenemos al leer sus aventuras en los cómics o verlas en el cine y pantallas de televisión: se trata de un hombre destruido negándose a caer.

Aun cuando el personaje pueda pasar por malas temporadas en las que guionistas lo colocan en situaciones risibles o gastan argumentos poco originales que sólo recalcan la naturaleza de Batman sin aportar nada a su micro universo, el icono pop del detective se mantiene como una leyenda para la cultura contemporánea.

Hay una serie de factores narrativos que lo han colocado ahí y que difícilmente otro personaje puede representar tan teatralmente.

Batman y Bruce, más que una relación simbiótica

Tras el asesinato de sus padres, el personaje de Bruce Wayne se ve confrontado con la realidad en una ciudad que no respeta ni a los apellidos más notables del mundo. Sin embargo, el joven protagonista es incapaz de realizar el duelo que le devolvería el equilibrio emocional necesario para continuar con una vida normal. La culpa y la visión de la brutalidad lo dejan estaqueado, a merced de su naturaleza más primitiva.

Con el entrenamiento que recibe aprendería a controlar sus miedos para usarlos, darles forma y contenido. Para cuando la figura de Batman termina de nacer, la psique de Wayne ya esta muy corrompida; su preparación no ha hecho más que alimentar sus miedos, y en vez de racionalizarlos, lo que hizo fue elevarse por encima de ellos con una enorme autoridad moral.

El nexo entre el multimillonario y el héroe cubierto en sombras es ambiguo; si pensamos en la necesidad que pueda tener la existencia de Batman, no queda muy clara cual es. Wayne es un hombre que no se permite disfrutar de la vida, que ve en ella tan solo un error que debe ser corregido. Batman es la forma que Bruce, más que para hacer justicia, encuentra para flagelarse a si mismo.

El conflicto entre venganza y justicia que circulan entorno a la figura del murciélago queda frecuentemente diluido por el discurso moralista al que recurre Batman. Pero si somos sinceros, es el enmascarado visceral, calculador y dispuesto a todo, el que mejor encarna la naturaleza obsesiva de Batman (Ahí esta The Dark knight Returns, de Frank Miller).

El lado ominoso de Batman

Batman vigila, acecha y caza a sus rivales. Se vale del miedo que cada uno posee para encarnarlo y así debilitar al villano. En cada batalla el murciélago vence no solo físicamente, también psicológicamente.

Esto último implica una paradoja en la existencia del antihéroe por excelencia: es él quien se vuelve todos los demonios humanos, ergo, es él el más enfermo de todos. La línea que lo mantiene del lado “correcto” es tan sólo una ilusión. Es una entidad que tampoco tiene ley más allá de la que él creé necesitar.

Para ejemplo de esto, una historia corta aparecida en la primera década del Siglo XXI llamada “Torre de Babel”, en la que se cuenta cómo Batman tiene diseñado un plan para eliminar a cada uno de los superhéroes en caso de que estos se volvieran una amenaza. El hombre murciélago no sólo era el gran campeón de Gótica, también era el hombre más peligroso del planeta.

Miedos y Fetiches

Una de las cosas que más nos atraen de Batman es su gama de villanos. Porque seamos sinceros, cada uno de ellos resulta aterrador. A niveles mórbidos y fetichistas son únicos y en ellos podemos entrever algún rincón oscuro de la psique humana.

Aunque por obviedad es el Joker quien más atractivo parece a los lectores, ni el Espantapájaros, ni Poison Ivy, ni el Pingüino o Bane están cuerdos. Todos están tan enfermos como su némesis. Lo que hace de esto aún más interesante es que ellos lo saben y llegan a utilizar esa similitud para su beneficio y es tan sólo el apoyo de algún tercer personaje o la amplia espiritualidad que entrenó Bruce Wayne lo que evita que caiga finalmente a merced de la locura.

En algunas de las historias más importantes en el mundo del murciélago, es el personaje de Robin quién funge como estabilizador; si no es él, algún otro miembro de la familia como Batgirl, Nightwing, Batwoman, Catwoman, el comisionado Gordon, cumplen con esa función. Todos admiran y protegen en lo posible a Batman, tal vez porque saben lo cerca que se encuentra de caer al abismo.

Regresando a los villanos. Cada confrontación con alguno de ellos, bien escrita, pone en duda las razones y virtudes del héroe. Hace que sus aliados lo cuestionen y contemplen lo delicado de su salud mental, aun pareciendo tan inamovible y entregado. Cada rival es una sección cancerosa de la psique de Bruce Wayne a la que tiene que vencer, salir abatido y receloso lamerse las heridas.

Espejo Roto

En este punto, es inevitable hablar de The Joker. No por la fama que adquirió recientemente gracias a la segunda película de la trilogía de Christopher Nolan, sino por la estrecha relación que las historias de ambos personajes guardan entre sí.

Del gran némesis de Batman sabemos pocas e interesantes cosas. Por ejemplo, que su tía lo torturaba cuando era un niño, que estuvo casado, a punto de tener un hijo y que sí quería dedicarse a la comedia. Generalizando, se trata al igual que Bruce Wayne, de un hombre vencido por la realidad. Uno de los mantras del Joker es “Basta un mal día para hacer que uno pierda la cabeza”.

Para acercarse a la relación de “espejo roto” que hay entre ambos personajes, podemos voltear a ver la saga de DC Comics conocida cómo Crisis on Two Earths. Ahí, Batman se enfrenta a Owlman, una versión paralela y más radical de él mismo. El diálogo que hay entre ambos es mítico para los fans, pues Batman dice: “Existe una diferencia entre tú y yo. Ambos miramos al abismo, pero cuando el abismo nos miró, tú parpadeaste”. Esta frase tiene su origen real en Nietzsche, quien dijo: “Quien con monstruos se enfrenta cuide de no convertirse en uno. Cuando se mira largo tiempo al abismo, el abismo también mira dentro de ti”.

Joker y Batman miraron el abismo, lo contemplaron con detenimiento y muy posiblemente lo habitaron. Pero mientras el primero no logró salir de él sino dejando que lo cubriera, él segundo lo mantiene prisionero dentro de sí.

Los diálogos en que ambos hermanos de aflicción discuten su situación anímica y espiritual son frecuentes, un recurso para hacer parecer una historia intrascendente algo más; pero en ellos, logramos ir construyendo la descompuesta personalidad de los dos. En los mejores momentos, podemos entender que esa misma condición puede habitar en nosotros.

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En fin, estas son explicaciones de porqué es Batman el (anti)héroe con mayor popularidad. Porque a pesar de sus habilidades, no puede disociarse la condición de vulnerabilidad que implica ser un humano. Porque convirtió ese talón de Aquiles en un narcisismo que le hace pensar, muchas veces con razón, que es el único que puede salvarnos a todos.