Por: Israel Mendoza Pérez/

En la contienda interna por la dirigencia de Morena está desde la propuesta seria, hasta la anacronia sistémica de Yeidckol Polevnsky y de paso la involuntaria parodia del partido en el poder, encarnada en el intelectual emergente Gibrán Ramírez. La pluralidad de la lista de candidatos es tan variopinta que profundiza la grieta en las dos facciones en las que se divide el partido: morenistas y obradoristas.

El poder de la cúpula del partido se concentra en liderazgos encargados en hacer alianzas de conveniencia y en nombre del lopezobradorismo estrujan los estatutos. Su proyecto es de corto plazo. Los morenistas van más allá del caudillismo y los acuerdos entre facciones y frentes políticos; apuestan por un modelo de nación de largo alcance sustentado en rechazar las prácticas políticas del pasado y consolidar un partido de causas.

Hasta el momento, sólo Mario Delgado, coordinador de los diputados, se ha encargado de encauzar una institucionalidad a través de sus recientes discursos. Además de invitar a la unidad. Incluso, su proyecto por la dirigencia nacional es consolidar una visión de proyecto de partido político de largo plazo.

Los demás aspirantes van de la crítica a la anécdota. De los testimonial a la mofa. Y las propuestas quedan en el olvido. Viven en la perredización de Morena. El poder de las facciones es lo que busca un acomodo rumbo a 2021. De acuerdo con Parametría, mientras el Presidente ha caído en su preferencia más de 20 puntos porcentuales desde el inicio de su administración, Morena parece mantener su base electoral. En la última medición cara a cara de Parametría, Morena obtendría el 43 por ciento de las preferencias, número muy similar al que obtuvo en 2018.
Lo preocupantes es que dentro de un partido de reciente creación, los candidatos hablen de una reconciliación de las bases con la cúpula. Lo que los exhibe como un movimiento efímero que sólo se convirtió en un instrumento para llegar al poder. Incluso, en la coyuntura actual se acusa la falta de piso parejo para la competencia en la que se elegirá a sus dirigentes y se trazará el camino rumbo a los comicios del próximo año.
Alejandro Rojas Díaz Durán resumió este ambiente que se vive en Morena como “un carnaval grotesco de vanidades sin sustancia”. En tanto que el aspirante a la Secretaría General del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, Agustín Guerrero Castillo reprocha la existencia de un Morena de arriba, que busca un cargo político; y un Morena de abajo, que junto a la gente y al presidente, buscan transformar al país.
Bajo esta concepción de las dos principales facciones de Morena es que se mueve el partido rumbo a un 2021 peleado en lo interno y en el que ya hay cuarteaduras. En el que se juegan el conseguir posiciones para detentar el poder, los tres últimos años de gobierno de la 4-T o buscan reencauzar un proyecto rumbo a 2024 e impulsar un modelo de partido duradero.