• Para el legislador hay visos de ruptura en la extensión de la alianza electoral armada desde 2018. Aunque no es la primera vez que Reginaldo Sandoval reclama el derecho que tiene el partido de la estrella amarilla a ser tratado como un aliado.

Por: Israel Mendoza Pérez/

El Partido del Trabajo (PT) está condenado a ser el partido satélite de Morena aunque no quiera. Alberto Anaya, eterno dirigente del PT, se encargó a lo largo de 30 años de existencia de ese instituto político de convertirlo en un partido-apéndice al servicio de cualquier fuerza política con fuerza e influencia.

A raíz de que Morena votó a favor del PRI para la llegada de Dulce María Sauri a la presidencia de la Mesa Directiva en San Lázaro la relación entre ambos partidos se volvió más porosa. Al menos, el coordinador de los petistas en San Láza, Reginaldo Sandoval, ya hizo saber que su “pecho no es bodega” y por segunda ocasión se queja de los maltratos a los que son sometidos por parte de Morena.

Para el legislador hay visos de ruptura en la extensión de la alianza electoral armada desde 2018. Aunque no es la primera vez que Reginaldo Sandoval reclama el derecho que tiene el partido de la estrella amarilla a ser tratado como un aliado.

En diciembre de 2019, Sandoval señaló su incomodidad ante el Presidente: “cuando hemos ido a Palacio Nacional solo él (López Obrador) habla y no nos da chanza a los demás de que expresemos inquietudes, hagamos preguntas, dudas o felicitaciones, halagos; no es circular, no hay retroalimentación y creo que hace falta para que podamos hacer mejor papel él y nosotros en la ruta de la 4T”.

Ahora su molestia la dirige contra el coordinador parlamentario de Morena, Mario Delgado, aunque éste le reviró directo: “una alianza legislativa no puede estar sustentada en un cargo, porque sería muy frágil”. Así de sencillo resumió el aspirante a dirigir Morena, lo que es el principio básico de la cuatroté. Aunque se sepa que la voracidad política de Alberto Anaya es lo que mueve los intereses del PT y ahora sus dislates.

Y es que, sus críticas las convierten en chantajes. Así ha sido su historial para mantener en la jugada política. En su breve recorrido político-electoral, el PT tiene sus disgustos con el presidente Andrés Manuel López Obrador, aunque por falta de dignidad y fuerza vuelve su genuflexión. En el año 2000 el PT fue relegado por el desaparecido Partido de Centro Democrático, tras la declinación de Marcelo Ebrard al gobierno de la Ciudad de México. Los petistas tenían la seguridad de que contaban con la estructura y los perfiles para tener al menos dos aspirantes como entonces delegados; sin embargo, López Obrador les pidió que cedieran espacios y aceptaron a regañadientes. Y es fecha que no ocupan un lugar relevante en el gabinete Presidencial.

En los comicios intermedios de 2003, el PT se lanzó a ir en solitario por diversos cargos en la ciudad y corrió el riesgo de perder su registro. Su salvación después de su fracaso electoral fue sucumbir ante los brazos de Roberto Madrazo, entonces dirigente del PRI e histórico enemigo de López Obrador. Si esto no es suficiente para marcar una distancia o recordarles que no son los más “cercanos” es suficiente para volver los sótanos de la política a los que acostumbra refugiarse Anaya Gutiérrez cuando sabe que no es su momento de figurar. Su presencia trae más alejamientos que simpatías y entrar a las grandes ligas de la 4T se ven lejanas.