Por: Redacción/

Los programas educativos destinados a jóvenes deben incluir una visión agroalimentaria que aliente una cultura nutricional para que los futuros ciudadanos conozcan los procesos que inciden en la producción y venta de lo que consumen, afirmó la doctora Julie Le Gall en la Unidad Lerma de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

“Desde la escuela podemos crear un pensamiento crítico para fomentar proyectos de impacto en los que la temática sobre la alimentación genere cambios profundos. Además deben llevar ese aprendizaje a la sociedad, ya que es importante que la academia acompañe planes que ayuden a entender la justicia alimentaria como una herramienta de inclusión y justicia social”, señaló la investigadora del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA).

El fin es mostrar las contribuciones y los retos de un enfoque sistemático, holístico y complejo de la nutrición en los contextos escolares de nivel secundaria y en las currículas que se imparten, dijo en la conferencia Abordar la alimentación en adolescencia: retos y propuestas desde la interdisciplinariedad y un acercamiento entre escuela y territorio.

La doctora en geografía explicó que la idea de justicia alimentaria, surgida en Estados Unidos, tiene que ver con el acceso, la cercanía de los centros de producción y la calidad, por lo que sus estudios han incluido las redes de comercialización y la gobernanza para saber cómo son fomentadas las conexiones entre la política local y la sociedad.

Debido a que la alimentación es un acto cotidiano que relaciona a los adolescentes con su entorno, el trabajo desde la escuela –de manera interdisciplinaria– identifica la diversidad de componentes para crear propuestas que se adapten mejor a los jóvenes, sus centros de estudio y los territorios donde son implementadas.

Los resultados de la indagación proceden de proyectos desarrollados en Francia, Argentina y México, financiados por el Ministerio de Agricultura y el Centro Nacional de Investigación Científica del país europeo.

En barrios en Lyon y otras localidades francesas se registra falta de acceso a alimentos, en particular orgánicos, pues si bien hay tiendas que los ofrecen, las familias de escasos recursos están impedidas de cubrir sus necesidades.

El proyecto pedagógico escolar de la agricultura debiera considerar una propuesta integral, que introduzca el tema de la agricultura en la escuela para fomentar el desarrollo sostenible, ya que el cambio en la percepción del vínculo consumidor-productor y los métodos de producción significa que, mientras mejor sea este nexo, las desigualdades se reducirán.

“Existe la idea que los adolescentes comen mal, pero una característica en ese segmento de la población es su interés en el cuidado de la naturaleza, razón por la que es posible construir otro tipo de educación para modificar su forma de alimentarse”.

En la era del Antropoceno, donde la huella humana es determinante en los cambios globales que generan angustia, el gran reto desde la academia es educar frente al exceso de información presente en las redes, lo que significa “un objetivo destacado, pues ante la interdisciplinariedad entre ciencia, arte y territorio en la que participan geógrafos, nutriólogos y psicólogos, entre otros especialistas, el espacio escolar es un laboratorio para la investigación y la generación de agentes de cambio en beneficio del territorio y la lucha contra la desigualdad y por la inclusión”.

En el planeta hay 900 millones de personas que sufren de subalimentación crónica y otros 200 millones padecen obesidad, por lo que es importante el cumplimiento del plan de acción mundial acordado por 195 naciones en la Conferencia de París sobre el Clima celebrada en 2015.