• El investigador Jonathan Hernández, recomendó a los usuarios verificar lo que consultan, son varias las técnicas para detectarlas, con imprecisiones o una gran campaña de desinformación.

Por: Redacción/

Facebook, WhatsApp y Twitter son las redes sociodigitales más recurrentes en México para organizar y lanzar estrategias de desinformación con un impacto considerable en la opinión pública, particularmente la primera es un “monstruo que lo mismo puede desarrollar un negocio exitoso, que gestionar importantes campañas de noticias falsas”, aseguró Jonathan Hernández Pérez, del Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información (IIBI).

Además, en nuestro país los protagonistas principales en la producción y difusión de desinformación son los partidos políticos, el mundo de la política en general y entidades privadas; “esto nos abre un panorama en cuanto a la forma de organización para manipular la opinión pública, establecer agendas y propagar fake news”, precisó.

Sostuvo que México es considerado con capacidad media para propagar noticias falsas. Es decir, que los equipos y las estrategias están bien definidas, son coherentes y tienen cierto número de personas que trabajan de tiempo completo para armar estos ataques.

Lo anterior significa, acotó, que hay coordinación entre diferentes actores de los sectores público y privado para generar noticias falsas por medio de distintas herramientas. “Si bien no estamos a nivel de China, Rusia, Egipto o Estados Unidos, países líderes en este campo, sí estamos a la par de Brasil, Turquía y Reino Unido, tenemos una capacidad media, posicionada por el número de usuarios que utilizan Facebook, WhatsApp y Twitter”.

En América Latina, el nuestro está entre los “mejor posicionados en cuanto a la organización, difusión y penetración de desinformación, a la par de naciones como Brasil, Argentina y Colombia, referentes en esta materia”, prosiguió.

Los mexicanos -enfatizó- tenemos una preparación media para detectar este tipo de datos, porque aún no se desarrollan campañas sólidas de habilidades mediáticas e informativas, aunque se han realizado esfuerzos, en particular a partir del inicio de la pandemia por la COVID-19.

“Algunas bibliotecas han alzado la voz desde hace décadas, así como varios esfuerzos de universidades; sin embargo, esto no llega todavía a la población en general, particularmente a las comunidades vulnerables o a estos nichos que no tienen habilidades digitales, como los adultos mayores”, refirió.

El experto en Bibliotecología y Estudios de la Información indicó que en términos generales son los vehículos más potentes por las cuales se difunden las denominadas fake news por medio de los usuarios (individuos, grupos, organizaciones, empresas, gobiernos y políticos), con el objetivo de persuadir a la opinión pública, elevar a cierto candidato o “bajarlo”, por ejemplo.

También esas plataformas permiten que esto ocurra, pues en numerosos casos hay monetización de por medio; eso es algo que se ha documentado y Facebook es ejemplo concreto, señaló el universitario al participar en la “Fiesta de las Ciencias y las Humanidades 2021”.

Hernández Pérez consideró que “son el nicho perfecto para el cultivo de campañas de desinformación” porque tecnológicamente hacen posible que tengan distintas formas: texto, imagen, audio, deepfake, (creación de imágenes falsas indistinguibles de la realidad), así como videos manipulados con cierto impacto en el consumo de información.

Apuntó que en 2019 la Universidad de Oxford dio a conocer un informe sobre desinformación y propaganda computacional, en el cual ubicó a México entre los primeros países de América Latina que mayor número de campañas de ese tipo generó. Infografías, sitios web y artículos falsos en journals que nadie revisa, también contribuyen a la difusión.

En su exposición “Contra las Fake News”, Jonathan Hernández explicó que la desinformación debemos entenderla como información falsa e inexacta, diseñada intencionalmente para causar daño público, aunque esta acción no es nueva, ni siquiera los intentos por controlarla y regularla. “Esto viene de muchos años atrás, aunque desde hace un par de décadas, en momentos de agitación social, desastres naturales, incluso en crisis sanitarias anteriores, se han desarrollado intensas campañas de desinformación”.

Sin embargo, abundó, a partir de 2016 surgieron acontecimientos que comenzaron a moldear la opinión pública e impactaron de manera importante en el terreno informativo, entre ellos las elecciones presidenciales de Estados Unidos, con Donald Trump como protagonista; el referéndum del Brexit, incluso los acuerdos de Paz en Colombia. En estos acontecimientos se registraron campañas de desinformación y se posicionaron en las agendas internacionales.

¿Qué hacer?

Hernández Pérez recomendó a los usuarios verificar lo que consultan, son varias las técnicas para detectarlas, con imprecisiones o una gran campaña de desinformación, algunas de ellas son más complejas que otras y requieren tiempo y ciertas habilidades.

Por ejemplo, revisar las URL (dirección única que identifica a una página web), leer más allá de la información que nos llega, comprobar fechas, buscar al autor en otras fuentes y, sobre todo, consultar con grupos de verificadores.

Además, considerar nuestros sesgos, es decir, creencias y afinidades porque pueden alterar la opinión que pudiéramos tener con respecto a algún tema en particular.

Sugirió consultar a expertos en cada materia y a autoridades en el terreno informativo relacionados con los temas que nos interesan, evitar seguir cuentas anónimas, desarrollar habilidades mediáticas y mantenerse al día con los cambios tecnológicos, porque de cierta manera la ausencia de actualización es un obstáculo para hacer frente a las noticias falsas.