• En las zonas áridas y semiáridas existe una gran cantidad de cactus que pueden ser comestibles y que los pueblos originarios han sabido utilizar, muchos de estos como forraje.

Por: Redacción/

La diversidad de cactáceas en el mundo es de cerca de dos mil especies diferentes, de las cuáles casi la mitad se encuentra en México y de ellas casi 80 por ciento son endémicas de país, sin embargo, se trata del quinto grupo de variedades más amenazadas en el orbe, ya que 31 por ciento de los géneros de cactus está en peligro de extinción, señaló la doctora Cecilia Leonor Jiménez Sierra.

La investigadora del Departamento de Biología en la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) sostuvo que estas plantas que resultan muy atractivas por sus formas extrañas y sus extravagantes flores desaparecen debido al cambio de suelo ocasionado por el crecimiento de la mancha humana que va invadiendo esos espacios con tierras agrícolas.

En entrevista para la emisión 100CIA Abierta al Tiempo –que transmite UAM Radio 94.1 FM– también destacó el problema de la extracción directa de ejemplares, ya que “la mayor variedad de éstas que existe en el globo es originaria de México y ha habido un saqueo por parte de extranjeros tanto de semillas como de especímenes completos”.

Ahora existen más restricciones legales para la exportación de cactáceas, tanto en la legislación mexicana como en organismos internacionales, además de una convención global sobre comercio de flora y fauna en riesgo que evita que se lucre con aquellas consideradas en alguna categoría de riesgo, sin embargo, esto no ha frenado su tráfico ilegal en el país.

Estas especies acumulan gran cantidad de agua en sus tejidos, realizan la fotosíntesis en la superficie de sus tallos y ofrecen alimento, refugio y hábitat a mamíferos pequeños, aves, reptiles y gran número de insectos. Su forma, tamaño y color varía en función de los hábitos de los animales que actúan como polinizadores, ya sean abejas, avispas, murciélagos y otros que contribuyen a conservar sus poblaciones.

Muchas cactáceas son comestibles, ya sea su flor o su fruto, un ejemplo es la biznaga con la que se hace el acitrón, para lo cual se necesita cortar la planta de raíz, ya que el producto se extrae del tallo, lo que representa la muerte de una especie que puede tener 20 años o más de vida. Aunque esto ya está prohibido, lamentablemente persiste el mercado negro.

El peyote es utilizado con diferentes motivos, muchos de ellos religiosos; en México su consumo se remonta a épocas prehispánicas y hoy en día aún hay etnias que lo utilizan en sus rituales, tal es el caso de los huicholes, los koras o los rarámuris. Actualmente su consumo está restringido a comunidades originarias y se debate la posibilidad de permitírselo a los integrantes de una iglesia nativa estadounidense con presencia en México que el cactus en sus liturgias.

Más allá de eso, esta especie en peligro de extinción se suministra también por sus propiedades alcaloides –como la mezcalina, que produce efectos psicoactivos– y su cultivo en México está prohibido por parte de la Secretaría de Salud por dichas propiedades, y por parte de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales por ser un tipo en peligro de extinción.

En las zonas áridas y semiáridas existe una gran cantidad de cactus que pueden ser comestibles y que los pueblos originarios han sabido utilizar, muchos de estos como forraje. Ellos conocen bien sus recursos, saben dónde buscarlos, hacen un uso múltiple del ecosistema de manera sostenible y se han convertido en guardianes de su patrimonio ecológico.

La doctora Jiménez Sierra trabaja en el área de Ecología, de la Unidad Iztapalapa, donde se ha concentrado en el estudio de la biología reproductiva y la dinámica poblacional de vegetales, en especial de cactáceas endémicas de México que se encuentran en peligro de extinción debido a la perturbación de sus poblaciones y sus ambientes, con el fin de proponer estrategias para su conservación.