Por María Manuela de la Rosa Aguilar/

Primera parte

En Borgoña, Felipe del Bueno instaura las reglas de la caballería de la Edad Media y nace el protocolo europeo. Cabe señalar que la caballería medieval fue una institución militar, política, económica y social de gran importancia. Pertenecer a este sector era un asunto de la mayor importancia para la época, ya que implicaba uno de los más grandes honores de la sociedad de la época.

El arma de Caballería se dio en todas las civilizaciones desde la Edad Antigua, en la Antigua Roma existía la clase social de los equites (“caballeros”), y entre los pueblos germánicos se daban denominaciones genéricas equivalentes a las de armar caballero y velar armas para referirse a la ceremonia de investir de armas a los jóvenes guerreros. Pero, al contrario que esos precedentes, el concepto medieval de caballero es de creación eclesiástica, tiene como función ideológica elevar a la nobleza a la altura del ideal cristiano y no aparece hasta el siglo XI.

El caballero era un guerrero a caballo de la cristiandad latina (la Europa occidental medieval, que se había definido en torno al Imperio carolingio) que servía al rey o a otro señor feudal como contrapartida por la tenencia de un dominio territorial o por dinero (como tropa mercenaria, lo que en las ciudades italianas denominaban condottiero). La participación de los caballeros en las Cruzadas originó la creación, en Tierra Santa, de las denominadas órdenes militares; y posteriormente, en Europa, de las denominadas órdenes de caballería.

La trayectoria vital de un caballero era, por lo general, la de un hombre de noble cuna que, habiendo servido en su primera juventud como paje y escudero, era luego ceremonialmente ascendido por sus superiores al rango de caballero. Durante la ceremonia el aspirante solía prestar juramento de ser valiente, leal y cortés, así como proteger a los indefensos; lo que se denominaba el código de caballería. Convertido en ideal caballeresco (el del “caballero andante”), fue un importante componente de la ideología justificativa de la función de la nobleza en la sociedad estamental, y se expresó en la denominada literatura caballeresca (cantares de gesta, poesía trovadoresca, romancero, materia de Francia, materia de Bretaña, materia de Roma, libros de caballerías, novela caballeresca) y en todo tipo de obras de arte.

Se ha identificado la evolución de la caballería en distintas épocas: el esplendor de la “caballería heroica” (en la plena Edad Media, la de los cruzados y los llamados reyes santos como San Luis, San Fernando, San Ladislao y San Esteban), el ocaso de la “caballería galante” (en el “otoño de la Edad Media”, más preocupada del valor cortés y los torneos y menos austera) y la decadencia en la Edad Moderna (cuando, perdida la función militar en favor del ejército moderno de la monarquía autoritaria, la figura del caballero pasó a ser incluso ridiculizada -como en Don Quijote-).

Las reconstrucciones historicistas en la Edad Contemporánea asociaron el comportamiento caballeresco al ideal romántico (Ivanhoe, de Walter Scott); mientras que se revitalizó alguno de los aspectos más truculentos asociados al “honor” (el duelo)
La institución de la caballería medieval está ligada a la historia de los guerreros a caballo en el reino de Francia que surge de la descomposición del Imperio carolingio (Francia occidentalis). A finales del siglo X los caballeros se habían convertido en el cuerpo militar más importante, frente a la infantería común, acumulando un creciente poder político. El ejercicio del poder por los caballeros fue posible porque solamente ellos poseían el necesario entrenamiento militar y la suficiente riqueza para mantener las armas y los caballos necesarios para poder desarrollar su forma típica de combate. La diferenciación social basada inicialmente en la habilidad y destreza de los propios caballeros desembocó en un sentido de clase caballeresca, orgullosa de su conducta y valores marciales y desdeñosa hacia otros segmentos no armados de la sociedad: los clérigos y los campesinos.

Los caballeros nacieron de la necesidad de defender los dominios feudales (nobiliarios o eclesiásticos, ambos vinculados en las mismas familias) contra toda clase de enemigos, incluyendo los pillajes y rapiñas y los salteadores de caminos. De esta forma, la caballería fue un ejército coercitivo. Los caballeros defendían los intereses de aquellos de quienes dependían, es decir, de los señores que les mantenían; lo que entre otras cosas suponía garantizar el cobro de las cargas impuestas a los campesinos.
Hoy los militares de todas las naciones cumplen esa función y la caballerosidad de antaño es hoy también un valor atesorado en todas las fuerzas armadas, una deseable característica inmanente de todo soldado que se precie de serlo.

(De mi libro: Introducción al Protocolo)