• El futuro es incierto, pues seguirán ocurriendo, advierte Agustín Breña, académico de la UAM.

Por: Redacción/

Las inundaciones en el Valle de México son históricas y van a seguir sucediendo, pues son producto, tanto de las condiciones del suelo de la región como de un sistema de drenaje deficiente, advirtió el doctor Agustín Felipe Breña Puyol, investigador del Departamento de Ingeniería en Procesos e Hidráulica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Por tanto, el futuro en la materia es incierto, ya que hay afectaciones irreversibles que continuarán provocando aluviones serios y hundimientos diferenciales, cuya causa principal es que gran porción de la zona capitalina está cimentada sobre lagos impermeables que impiden la infiltración, por lo que las soluciones para el corto, el mediano y el largo plazos sólo pueden ser parciales y enfocadas en atenuar o reducir el fenómeno.

A eso se suma la carencia de una planeación urbana e hidrológica adecuada y de ordenamiento territorial, explicó el doctor en ingeniería civil por la Universidad Laval de Quebec, Canadá, en la conferencia virtual Lunes en la Ciencia, que convoca la Unidad Iztapalapa de la Casa abierta al tiempo.

La Ciudad de México y parte de la Zona Metropolitana se fundó sobre una isla rodeada de un sistema lacustre integrado por los lagos Zumpango, México, Texcoco, Xochimilco, Xaltocan y Chalco, pero a la llegada de los españoles esos cuerpos de agua empezaron a secarse para construir lo que ahora es parte del área.

Dicho sistema funcionaba como vaso de almacenamiento de una presa, que con lluvias abundantes formaba un solo lago de dos mil kilómetros cuadrados y se abastecía mediante una red hidrográfica constituida por todos los ríos que bajaban de las zonas montañosas, alimentándolo, sin embargo, esos afluentes fueron encauzados al drenaje subterráneo para llevarlos a la zona norte –que es la parte topográfica más baja– y desalojar los escurrimientos de la lluvia, puntualizó el académico de la Unidad Iztapalapa de la UAM.

El denominado Tajo de Nochistongo fue erigido en 1789, seguido del Gran Canal del Desagüe y del Drenaje Profundo, todas obras que con los años disminuyeron su capacidad para evitar inundaciones por el hundimiento de la tierra. Ahora ha sido habilitado el Túnel Emisor Oriente (TEO), que llevó 12 años en levantarse y que ofrece un desagüe de 150 metros cúbicos por segundo.

No obstante, los inconvenientes en la urbe persisten, sobre todo en la zona norte, aun cuando las autoridades insisten en que de manera eventual los resolverán, pues lo cierto es que el problema prevalecerá, como puede constatarse con las inundaciones en los pasos a desnivel; el Viaducto Miguel Alemán –que antaño fue un río– o los hundimientos diferenciales que crean pequeñas cuencas donde no se puede desalojar el agua por gravedad y se debe recurrir a plantas de bombeo.

Todo esto ocurre por la extracción excesiva del agua subterránea, provocando que el suelo se compacte y se hunda en forma paulatina, lo que en particular se presenta en Xochimilco y el valle de Chalco, que está sobre un lago plano y cuando llueve no permite un desagüe adecuado y debilita los cimientos de casas.

En la Cuenca de México “tenemos lluvias convectivas, es decir, que confluyen en un espacio reducido y son de volumen considerable y duración corta, por lo que con un drenaje deficiente, las inundaciones son inevitables. También hay incidencia de precipitaciones ciclónicas, que son de gran magnitud y en amplias áreas, pudiendo ser factor de riesgo de enormes crecidas”.

Además hay conflictos graves en el abastecimiento y el saneamiento del recurso y las autoridades gubernamentales usan términos que en rigor científico no existen, entre ellos lluvias atípicas o encharcamientos por el fenómeno del agua, que en realidad son inundaciones, subrayó el doctor Breña Puyol.