• En tan sólo un año de la emergencia sanitaria el PIB de AL y el Caribe cayó 7.1 por ciento, y cerraron 2.7 millones de empresas, destacó Alicia Bárcena.

Por: Redacción/

En Latinoamérica y el Caribe enfrentamos una década perdida en materia de Producto Interno Bruto per cápita, así como un retroceso de 20 años en pobreza extrema y 12 años en pobreza, afirmó Alicia Bárcena Ibarra, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Lo anterior se demuestra con 208 millones de personas en situación de pobreza; 78 millones en pobreza extrema; 4.9 por ciento de aumento en la desigualdad y un desencanto hacia el modelo económico, “esa cultura del privilegio que se va hacia las élites, herencia de nuestros vestigios coloniales que naturaliza la desigualdad, las jerarquías sociales, el patriarcado y la discriminación”, añadió la también doctora honoris causa por la UNAM.

Al participar en la serie de conferencias magistrales “Después del 2030: Mujeres líderes por un futuro sustentable”, organizado por la Coordinación Universitaria para la Sustentabilidad (COUS), indicó: la pandemia mostró que la tarea de los cuidados es algo fundamental. Las mujeres somos cuidadoras por naturaleza, cuidamos y somos capaces de hacerlo con las personas, al planeta; sin embargo, es una tarea no reconocida económicamente ni, en ocasiones, socialmente.

Recordó que antes de la pandemia en el mundo se registraba bajo crecimiento económico, creciente desigualdad y fragmentación de acceso a la salud.

Bárcena Ibarra dijo que la crisis sanitaria global acentuó y reveló problemas estructurales serios que ponen en riesgo la estabilidad del sistema económico y social; además, puso en evidencia que carecemos de un sistema primario de salud en la región, el acceso inequitativo a las vacunas y la poca generosidad de los países desarrollados para compartirlas.

En su conferencia magistral, “Construir la sociedad del cuidado para una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad”, realizada en ocasión del Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo y el Día Internacional de la Diversidad Biológica, indicó: la pandemia por la COVID-19 nos hace repensar el desarrollo de la infraestructura de la vida, el sistema de seguridad social, vivienda, empleo, la extensión de beneficios sociales y tareas del cuidado.

Puntualizó que la división sexual del trabajo ha exacerbado la labor no remunerada y la carga de los cuidados en hogares, toda vez que una de cada cuatro mujeres de 15 a 24 años de edad no estudia ni trabaja porque no pueden; 75 por ciento de esas jóvenes se dedican a cuidar a sus hermanos, padres, abuelos, por ejemplo.

“Tenemos un retroceso de una década en relación a la inclusión laboral de las mujeres y un impacto desigual en los jóvenes, sobre todo en trabajadores informales. Lo que urge es un pacto social y político para avanzar hacia un estado de bienestar con sistemas de protección social universales”, puntualizó.

Resaltó que en un año de pandemia el PIB de la región cayó 7.1 por ciento, cerraron 2.7 millones de empresas lo que ocasionó desocupación laboral, en particular en mujeres, con agudas brechas laborales de género.

Señaló la existencia de nudos estructurales principales de desigualdad que atentan contra la autonomía de las mujeres: desigualdad socioeconómica y pobreza, concentración del poder, aumento de la violencia familiar y en el ciberespacio, por ejemplo.

El sector femenino está más expuesto a la pérdida de empleos; en Latinoamérica 57 por ciento de ellas perdió su empleo, la mayoría laboraba en sectores de alto riesgo, con informalidad, bajos ingresos; mientras que en el Caribe 45 por ciento carece de protección social. En tanto que en la región en general 73.2 por ciento de los trabajadores del sector salud y 70.5 por ciento del educativo son mujeres y no ganan lo mismo que los hombres haciendo un trabajo similar, la diferencia salarial es de casi 30 por ciento, añadió Bárcena Ibarra.

La sobrecarga del trabajo de cuidados ha sido dramática, consideró, y el índice de pobreza femenina mayor; es decir, de 209 millones de pobres, 118 son mujeres, 39 por ciento carece de ingresos propios, lo cual les impide acceso a internet.

Además, solo 60 por ciento de los hogares de Latinoamérica y el Caribe tiene internet; 46 millones carecen de conexión; solo 21.2 por ciento de empleados pueden teletrabajar, mientras que 46 por ciento de los niñas y niños de cinco a 12 años de edad viven en hogares que no cuentan con ningún tipo de conexión; “es decir, perdieron un año de educación”.

Para lograr la autonomía económica de las mujeres, que es la más importante –después vendrían la física (sobre su cuerpo), política, salud sexual y reproductiva, y aquellas contra la violencia–, hay que ir hacia una sociedad del cuidado con efectos multiplicadores, políticas de empleo claras, con un motor emancipador para la autonomía de ellas y un cambio de paradigma en términos de empleo, políticas fiscales e industriales, con un enfoque transversal, afirmó.

Al concluir, sostuvo que las mujeres enfrentan rezago en materia educativa considerable sobre todo en disciplinas científicas y tecnológicas, y es ahí donde debemos brindar más apoyo.