• Somos una civilización que no podría jactarse de su éxito, sobre todo cuando la humanidad se muestra impasible ante la adversidad ajena.

Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

La política y la economía son asuntos que la agenda global privilegia, en los cuales la popularidad de los mandatarios parece tener gran relevancia, lo mismo los intereses partidarios y las cuestiones ideológicas, que se nutren de asuntos sobre derechos humanos equidad, identidad de género, la ecología o el calentamiento global, sin que ninguno de los problemas que aquejan a la sociedad se haya resuelto, pues siguen vigentes y sin que hasta la fecha pueda llegarse a una solución. Incluso la pandemia, que ha causado tantas muertes en el mundo, no ha podido abordarse de manera conjunta.

Vemos como las catástrofes continúan suscitándose, pues la Naturaleza nos ha mostrado su poder y pese a los grandes avances de la humanidad, nuestra madre Tierra nos demuestra nuestra pequeñez, pero para los gobernantes las tragedias personales no son relevantes.

Somos una civilización que no podría jactarse de su éxito, sobre todo cuando la humanidad se muestra impasible ante la adversidad ajena. Vemos como mientras ante nuestros ojos, los ojos del mundo entero, miles y miles de personas migran en busca de un mundo mejor, huyendo de la miseria, de la inseguridad y de la amenaza constante de muerte, los gobiernos siguen dando discursos, planteando políticas públicas, sin que en realidad se concrete nada. Y es un asunto de interés global, no de México o Estados Unidos, sino de Europa Africa; Oriente, Occidente, Norte y Sur del planeta, que viven la tragedia. Sólo en España murieron más de 1,700 migrantes durante el año pasado al intentar cruzar las costas desde Africa. Y de México a Estados Unidos, aunque no hay cifras exactas, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), de la ONU, ha contabilizado por lo menos 650 muertes de migrantes que intentaron introducirse en los Estados Unidos en lo que va del año, pero la realidad que nos muestran los medios todos los días se presume mucho mayor, pues son decenas de miles de mirantes los que atraviesan por el territorio mexicano hacia el norte. Sólo los registrados para solicitar asilo que se encuentran en 8 ciudades mexicanas fronterizas suman más de 26,500.

Y vemos como prácticamente en todo el territorio mexicano transitan por las calles cientos de indocumentados, la mayoría pidiendo ayuda para alimentarse. Y muchos mueren anónimamente, víctimas de la delincuencia organizada, que muchas veces los recluta por la fuerza, aprovechando su vulnerabilidad, pues su estancia en el país en irregular. Así que desconocemos cuantas personas, entre ellos, hombres, mujeres y niños han desaparecido, sin que nadie se ocupe de ellos.

Un asunto que sin duda debería importar, pues incide directamente en la seguridad del país. Y este fenómeno no es privativo de México, Europa lo vive desde hace años. Pero en los congresos, los legisladores suben a la tribuna, no para proponer medidas que den solución a este problema, sino sólo para confrontar a sus oponentes, para exhibirlos, no para unirse en beneficio de su país, sino en busca de fortalecer sus cotos de poder. Y al tocar los evidentes temas que están afectando seriamente a sus naciones, lo más que han llegado a proponer son nuevas leyes que deberán ponerse a discusión y así, vienen y van legislaturas. Y cuando surgen tragedias que ocupan la atención de la opinión pública mundial, sólo con dolidas condolencias responden. Mientras, los ciudadanos ven como el antaño tan ponderado estado de bienestar queda sólo en un recuerdo lejano de lo que un día fue.

No importa qué tantas víctimas haya cada día, se soslayan las transgresiones de los cárteles, no importa que sea Jalisco Nueva Generación, Sinaloa, La Familia Michoacana, Santa Rosa de Lima, los Caballeros Templarios (vaya nombres tan desafortunados), La Unión Tepito, El Golfo, los Zetas, etc.; todos siguen generando una gran violencia y la inseguridad ha llegado a superar incluso la de Afganistán. Pero a los legisladores les importa más legislar para prohibir la fiesta brava, acabar con una tradición milenaria de arte, cultura, deporte, que si bien deja miles de millones, dejan más los negocios ilícitos, como la trata de personas, la pornografía, el narcotráfico, la piratería. Son los negocios más redituables del mundo, que equivalen al 7% de las exportaciones mundiales. El poder del dinero sobrepasa cualquier interés, por legíitimo y noble que sea; la vida de las personas no importa.

Olvidamos que todos estos ingresos no benefician a la sociedad y no generan bienestar, menos se ven reflejados en mejor infraestructura para el desarrollo, ni van a servicios públicos, menos a la salud, pues es dinero sucio fluyendo por las cañerías, que beneficia a muy pocos, dejando a su paso dolor y destrucción.