• La magnitud de la crisis sanitaria global ha dejado la lección de que México, “más que estar buscando inmunizaciones afuera debería fomentar la inversión, fortalecer a ese sector para producirlas”.

Por: Redacción/

La pandemia causada por el COVID-19 evidenció que “la industria farmacéutica debe ser considerada estratégica para nuestros países, pues la salud es el corazón de una nación y no podemos depender de otros en el rubro de las vacunas”, afirmó la doctora Alenka Guzmán Chávez, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La magnitud de la crisis sanitaria global ha dejado la lección de que México, “más que estar buscando inmunizaciones afuera debería fomentar la inversión, fortalecer a ese sector para producirlas” y, en ese esquema, también evitar el desabasto de medicamentos.

“Las naciones que dependen de empresas internacionales están en el aire, pues si bien se tiene el recurso para pagar, no existe la disponibilidad” de los biológicos y aquellas menos desarrolladas deben conjuntar esfuerzos para enfrentar de mejor manera este desafío.

En el ciclo de conversatorios disciplinares Ciencias económicas: El impacto económico por la COVID-19, organizado por la Casa abierta al tiempo y la Universidad de Oriente de El Salvador, destacó el caso de Cuba, que a pesar de sus limitaciones financieras ha desarrollado un sistema de salud capaz de concebir sus propias vacunas.

En México se requiere una política que considere reformar las instituciones, crear capital humano y convocar la participación de gobiernos, actores sociales y académicos para propiciar crecimiento y el desarrollo de tecnología.

Aunque las inoculaciones surgieron muy pronto en farmacéuticas e institutos de investigación internacionales con apoyo oficial, ahora existe el problema de acceso equitativo, por lo que “nuestras naciones deben reflexionar sobre la forma de encauzar el desarrollo a partir de una economía solidaria”.

La doctora Patricia Couturier Bañuelos, profesora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco, planteó que con la pandemia “estamos viendo los estragos de un modelo excluyente que hace evidente la diferencia económica y social que se vive entre ricos y pobres. Hace algunas décadas en México tuvimos la posibilidad de producir medicamentos, pero se truncó por los intereses de un sector de la sociedad y del gobierno”.

La doctora Patricia Couturier Bañuelos, profesora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco, planteó que con la pandemia “estamos viendo los estragos de un modelo excluyente que muestra las diferencias entre ricos y pobres. Hace algunas décadas en México tuvimos la posibilidad de elaborar medicamentos, pero se truncó por los intereses de un sector de la sociedad y del gobierno”.

La inmensa mayoría de la población no ha podido acatar el confinamiento debido a la falta de dinero, ya que la crisis sanitaria evidenció que el sistema ha privilegiado a unos cuantos y llevado a la pobreza a la mayoría.

El mundo vive un momento delicado y polémico, toda vez que el beneficio de las patentes está enfrentado con el derecho a la salud y para muchas transnacionales esta situación ha representado un negocio muy rentable, mientras que en algunos países el biológico sobra.

Las autoridades de México han implementado un programa universal de inmunización, pero a nivel global el acceso a las vacunas ha revelado las diferencias enormes entre naciones ricas y pobres, por lo que “debemos pensar el modelo capitalista desde una visión alternativa de economía solidaria, con la idea de ayudar a quienes han sido víctimas de mayor desigualdad e impulsar cooperativas para afrontar la contingencia sanitaria”.

El doctor Carlos Gerardo Acevedo, investigador de la Universidad de Oriente, de El Salvador, ratificó que el COVID-19 “ha generado la peor crisis que hemos enfrentado desde la pandemia de gripe española en 1918 y ha puesto de manifiesto los desequilibrios entre los regímenes y al interior de los mismos”.

Esta dificultad plantea “que no basta con ser solidarios, sino que también se debe parar la depredación de la naturaleza, pues de seguir en esta dinámica estaremos expuestos a otras amenazas a la salud, por lo que también se requiere el ejercicio de prácticas económicas en un marco de sostenibilidad medioambiental”.

La economía solidaria, que implica la reorganización de la producción y la autogestión, “ayudaría a humanizar y democratizar el mercado que, entre otras cosas, podría detener el desperdicio de alimentos, que fue de 931 millones de toneladas en 2019, cuando hay más de dos mil millones de personas desnutridas en el planeta”, concluyó.