• Los grandes mercados siguen su marcha a costa de los trabajadores y el debate en el sector industrial es cómo continuar el ritmo hacia la nueva normalidad a pesar de los riesgos sanitarios.

Por: Redacción/

El interés rampante de los grupos de poder a nivel mundial por retornar a formas de producción que aseguren un capital creciente, se impone frente a la crisis de salud y las necesidades humanas que han salido a flote a partir de la pandemia del virus SARS-CoV-2, advirtió la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Los grandes mercados siguen su marcha a costa de los trabajadores y el debate en el sector industrial es cómo continuar el ritmo hacia la nueva normalidad a pesar de los riesgos sanitarios, por lo que la esperanza de que el COVID-19 desencadene un nuevo orden mundial parece desvanecerse ante el impulso de la competencia como motor de crecimiento y de la innovación tecnológica para una acumulación desmedida.

Con esta visión dominante, el progreso social queda relegado a un segundo plano, lo que trae como consecuencia una población en pobreza mayor y una riqueza enorme en manos de unos pocos, dijo la doctora en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid.

Algunos sectores sociales que padecen esta ignominia son los desplazados y enfermos por la minería y el fracking en Estados Unidos y Canadá; gente en situación de calle en las principales ciudades de Europa o los millones de personas en riesgo alimentario en India y China, a pesar de sus gigantescos territorios de siembra, en una paradoja ocasionada por los monocultivos enfocados en proveer al comercio.

Muchos empresarios presionan fuerte a los países para reactivar sus finanzas, a pesar de los peligros a la salud y otros se han beneficiado con la crisis sanitaria por el giro de sus corporaciones, por ejemplo Jeff Bezos, director ejecutivo de Amazon, el primer billonario de la historia, mientras sus empleados padecen medidas que rayan en la esclavitud, endurecidas ahora.

La urgencia de que la economía crezca y de salvarse a cualquier costo, sobre todo humano, arroja secuelas al planeta por la emisión de moneda sin respaldo con el fin de proteger a las grandes compañías y al sistema financiero, en medio de escándalos por la ineficacia para atender a las sociedades en la emergencia.

En el texto Un mundo feliz, la ficción que el COVID-19 destruyó, publicado por los Cuadernos de la Transformación, en el número Perspectivas de transformación en tiempos de emergencia, la académica del Departamento de Producción Económica sostiene que aún hay formas de cambiar el rumbo: con un cambio obligatorio de la matriz energética hacia un modelo sustentable, lo que no parecen seguir Estados Unidos, Alemania o Brasil.

También es fundamental una participación más activa de la ciudadanía en la política para el impulso de esquemas nuevos de gobernanza, fundados en un rompimiento con el interés económico, la acumulación sin límite y la competencia que deshumaniza, además de avanzar hacia un universo posextractivista, que afecta más de lo que puede aportar en las regiones en vías de desarrollo, pero esta propuesta implica trasladarse hacia proyectos productivos basados en el conocimiento tradicional.

La docente de la UAM urgió a abandonar los esquemas de explotación laboral intensiva; fortalecer las capacidades humanas creativas humanas, y subordinar la economía a las necesidades sociales.