Por: Redacción

En México los consumidores estarían dispuestos a pagar un poco más –entre uno y diez por ciento– por la carne, si se garantizara que el proceso para su obtención procura el bienestar animal, reveló un estudio –pionero en su tipo en América Latina– realizado por la Unidad Lerma de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) con la colaboración de científicos de Colombia y España.

El doctor Genaro Miranda-de la Lama, profesor-investigador del Departamento de Ciencias de la Alimentación de esa sede académica, señaló que de acuerdo con un sondeo –en el que participaron 843 vecinos del valle de Toluca– los mexicanos muestran interés por el buen manejo y el cuidado del ganado con una visión integral “del campo a la mesa”.

En el país hay una tendencia a la indagación sobre los métodos de crianza, manejo, transporte y sacrificio de las especies de granja, en particular aquellos que desencadenan respuestas de estrés por afectar las condiciones de confort y su valoración a través de indicadores fisiológicos, conductuales y de calidad de los productos.

En América Latina existe una desconexión entre el bienestar pecuario y las percepciones y preocupaciones de la gente en esa materia, lo que origina –con frecuencia– falta de información para construir un criterio y efectuar una compra consciente.

La sociedad mexicana –ahora más enterada y atenta al origen, la generación y la transformación de los comestibles– podría empoderarse, de tal modo que obligue a los industriales del ramo a adoptar políticas responsables relacionadas con la sostenibilidad, precisó el docente.

De acuerdo con la medición, 68 por ciento se declaró dispuesto a pagar más por artículos agroalimentarios –en especial la carne– siempre y cuando se demuestre que la crianza de reses, puercos o borregos fue desarrollada de manera adecuada, informó el coordinador del trabajo Percepciones y actitudes de los consumidores mexicanos hacia el bienestar de los animales de granja y su disposición a pagar por productos cárnicos amigables con el bienestar animal”.

La investigación –publicada por la revista Meat Science, de la editorial Elsevier– tomó como modelo el Área Metropolitana del valle de Toluca debido a que en términos socio-demográficos, económicos y de distribución de la renta básica es similar al promedio nacional y los patrones de adquisición de la clase media son cercanos a los registrados en otras regiones del país.

El proyecto –que consideró a personas que compraron cárnicos en ocho cadenas nacionales de supermercados, entre mayo y junio de 2015, en una metrópoli de 2.5 millones de habitantes, incluidos de otros estados– permitió entender cómo percibe el público la salud animal.

Las conclusiones sostienen que los ciudadanos están afectados por el dolor y el sufrimiento del ganado, así como intranquilos por lo que comen, convencidos de que los métodos de manufactura respetuosos permiten alimentos de mayor calidad y más sanos.

Estos datos son relevantes para el sector que observa un compromiso social, pues la clientela confía más en los productores y los veterinarios como figuras fundamentales para una posible certificación de artículos amigables, que en instituciones oficiales u organizaciones no gubernamentales, lo que muestra la propensión a “mantener la conexión con los principales agentes de la elaboración primaria”, subrayó el profesor de la Casa abierta al tiempo en entrevista.

Las actividades que más afectan el cuidado del ganado son el transporte, en 20.6 por ciento; el sacrificio y el manejo en los rastros: 18.4 por ciento, y las condiciones de cría en granjas y otras instalaciones, en 15.4 por ciento, es decir, que la inquietud está referida a lo que cause dolor mediante métodos cruentos.

El público reconoce en las especies la capacidad de experimentar alegría, altruismo, empatía, apego, frustración, miedo, ansiedad y dolor, entre otras emociones, por lo que defiende que se garantice a aquéllas una alimentación y alojamiento adecuados, de acuerdo con las necesidades biológicas particulares, expuso el académico de la UAM invitado en las universidades de Zaragoza, España, y de Caldas, Colombia.

Otras características deseables en los comestibles son que estén libres de antibióticos y hormonas, opinó 24.8 por ciento de los entrevistados, así como de patógenos, según 22.4 por ciento, y deben ser orgánicos o ecológicos, de acuerdo con 12.4 por ciento.

Los resultados coinciden con la propensión internacional hacia una visión integral de la salud y la tranquilidad, tanto de los seres humanos como de la fauna y su impacto en el medio ambiente, conocida como “una sola salud” e impulsada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, y la Organización Mundial de la Salud.

Los encuestados exigen la creación de nuevas regulaciones en la materia –aplicables a las mercancías importadas– y que los ganaderos sean compensados por los costos que implicaren las mejoras en los animales, lo que sugiere un alto nivel de empatía y confianza hacia ellos.

La industria agroalimentaria nacional ha empezado a interesarse en el tema debido a las evidencias científicas que indican que la falta de esas circunstancias tiene un papel sobresaliente en la pérdida de peso, la merma por hematomas y alteraciones en la calidad de la carne, por lo que todos los procesos operativos indispensables para gestionar “una especie del campo a la mesa” deberían estar basados en un trato adecuado como parte de un sistema de excelencia.

Sin embargo, la indagación ilustra también que un consumidor cuidadoso puede representar una pérdida económica para aquellas empresas que no consideren aspectos éticos en sus políticas, por lo que el estado del ganado debiera ser un elemento dentro de un concepto amplio de alta calificación agroalimentaria, que dé a los bienes nacionales un distintivo de avance para fortalecer los mercados interno y de exportación.

El texto de Meat Science tiene ya sus primeras citas por grupos de investigación de Gran Bretaña y la República de Irlanda, y ha demostrado que la inclinación de las personas a asegurar el confort animal es creciente en el orbe y no está limitada a los países desarrollados, pues impacta a economías emergentes, en especial a las clases con ingresos medios y altos.

En el Departamento de Ciencias de la Alimentación de la Unidad –en particular en el Área de Biociencia y Biotecnología Agro-alimentaria– se consolida un grupo de investigadores de carácter internacional que da una mirada interdisciplinar al análisis de los procesos productivos, integrando los aspectos científico-técnicos, el impacto económico-ambiental y la percepción de la sociedad, lo cual se reflejará en la oferta académica de la Licenciatura en Ciencia y Tecnología de los Alimentos.