Por: Redacción/

De acuerdo con datos del Banco Mundial, en México el 38 por ciento de los homicidios los sufren jóvenes y cuatro de cada cien de esa población a nivel general ha visto afectada su salud a causa de este fenómeno social, refirió Daniel Hernández Rosete, antropólogo adscrito al Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav.

Al mencionar parte de las conclusiones de un estudio desarrollado recientemente, el investigador considera que la violencia juvenil es un problema de salud pública importante: “es un problema emergente que todavía no se considera un asunto de salud pública, porque intervienen otras variables de tipo cultural”.

“Por ejemplo, algunos enfoques psiquiátricos consideran que la violencia y la agresión son condiciones naturales en gente joven, pero los antropólogos pensamos que es un proceso aprendido relacionado con identidades, en este caso de identidades masculinas”, sostuvo el experto.

Da la impresión de que la violencia es un asunto propio de la edad, de la inestabilidad emocional, del término adolescente, cuando en el aspecto epidemiológico ya se habla de muerte, de un proceso que se cruza con variables culturales relacionadas con la forma en que se aprende a ser considerado como hombre verdadero.

En términos epidemiológicos, los jóvenes (que en términos censales se ubican en un grupo clásico entre 15 y 29 años, sin embargo, no se puede comparar a una persona de 15 años con su forma de posicionarse frente al mundo y sus reacciones con una de 24 años, por ello se debe cuidar el concepto de juventud) están sufriendo muertes violentas de tipo doloso.

Se vive en un contexto social en donde la población joven es la más afectada por el fenómeno de la violencia, es un asunto poco estudiado y los datos indican que hay un incremento importante de muerte violenta en personas de entre 15 y 44 años de edad, el fenómeno es de tal magnitud que este segmento poblacional perdió cerca de cinco años de esperanza de vida.

La violencia tiene mucho que ver con lo que pasa a nivel nacional, hay una desestructuración de las garantías individuales que el Estado tiene la obligación de respetar y de hacer respetar, como el derecho a la vida; eso influye en la variable de esperanza de vida en los jóvenes y tiene que ver con el narcotráfico, con sus procesos de reclutamiento y las dinámicas de conflicto entre bandas de ese tipo.

Para tratar de enfrentar este escenario epidemiológico es necesaria una política de Estado que atienda el acceso y permanencia de los jóvenes en la educación media y superior; anualmente hay un déficit de estudiantes que no acceden al derecho a la educación y eso debería ser atendido en calidad de urgencia como un elemento que sí puede contribuir a mitigar los efectos de la violencia estructural, señaló el investigador del Cinvestav.

Esta investigación fue iniciada a partir de un estudio sobre el grupo juvenil identificado como “emos”; es un análisis de tipo etnográfico que se inscribe en la corriente fenomenológica del constructivismo social y se realiza mediante entrevistas de profundidad.

Su motivación fue que históricamente los jóvenes han sido discriminados y estigmatizados con discursos psiquiátricos que los caracterizan como emocionalmente inestables, pero él observa que tienen un potencial de organización espontánea, más allá de su rango ideológico; la organización entre personas jóvenes le devuelve mucha esperanza al país y a la sociedad en la que se vive.