Por: Luis Rodríguez

Globalmente, el crecimiento de las ciudades, grandes y pequeñas, así como las zonas periféricas a las metrópolis, crea un nuevo conjunto de desafíos y oportunidades para abordar la pobreza, seguridad alimentaria y nutrición.

Pero la migración de la población del campo a las ciudades genera esos índices de hambre, pobreza y malnutrición en los núcleos urbanos, en donde los pobres dependen mayormente de los mercados informales para lograr alimentarse, aseguró el último informe anual del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés).

Sumado a la problemática, se estima que para el año 2050 dos terceras partes de la población mundial vivirá en zonas urbanas, así lo señaló el informe IFPRI apoyado con datos de la Organización de las Naciones Unidas.

Destacó que el porcentaje de niños malnutridos ha crecido ocho puntos porcentuales, del 23 por ciento al 31 por ciento  en los últimos años en las ciudades y que en muchos países en desarrollo el hambre en esas zonas está alcanzando o incluso superando los niveles del campo.

Sin embargo, el informe indicó que la urbanización será lenta o se podría estancar en el presente año hasta el 2050.

Por ello, se deben de implementar políticas o programas que apoyen a los trabajadores en el campo, con el fin de que las zonas rurales tengan los mismos servicios que las urbanas y así  se asegure una estabilidad alimentaria entra las urbes y su población, las cual seguirá en aumento.  

Como ejemplo, está África y Asia, que actualmente el 40 y 47 por ciento de sus poblaciones, respectivamente, viven en zonas urbanas  y se espera que China, India y Nigeria lleguen a representar el 90 por ciento de la población que viva en las metrópolis, por lo que dejaría un 10 por ciento de la población en los campos y que a su vez tendría que cubrir la demanda alimentaria de las grandes ciudades.  

En el caso de América del Norte, Europa y América Latina y el Caribe se prevé que se añadan unos 900 millones de residentes a estas zonas; actualmente  entre 73 y el 82 por ciento de la población en estas regiones viven en zonas urbanas, índice que refleja el grado de desigualdad en los temas de pobreza, alimentación y nutrición.

El estudio del IFPRI también hace referencia a tendencias globales, como que en 2016 la tasa de pobreza extrema descendió al 10 por ciento en el mundo y la del hambre al 11 por ciento, mientras que 2017 seguirá marcado por la incertidumbre política en varios ámbitos, el estancamiento de la economía global y una serie de conflictos y hambrunas.

Una buena conexión entre el campo y la ciudad puede además reducir el precio de alimentos saludables como las verduras y la fruta, según el estudio, que puso algunos ejemplos de buenas prácticas.

Entre ellas, la inversión en infraestructuras y la diversificación de cultivos en la aldea de Nhat, en el delta del río Rojo en Vietnam, o el plan de Etiopía para desarrollar los pueblos pequeños como punto de entrada a los mercados locales.

Otra forma de sustentar el problema son las ciudades pequeñas, ya que son lugares intermedios entre el campo y las ciudades, en donde aún se encuentra la mitad de la población en algunos países y pueden ser puntos para lograr desarrollar el medio rural al generar empleos, como centros de suministros de semillas y otros insumos, así como albergar mercados para sus productos, sin dejar de lado los servicios indispensables que debe ofrecer el gobierno.