Por: Oswaldo Rojas

El último atentado terrorista a Francia deja en claro que para los grupos radicales y dogmáticos solo existe un entendimiento: el suyo. Menos de un año de la masacre a los caricaturistas de Charlie Hebdo hizo recordar a los parisinos lo que significa vivir con el enemigo, a los cuales tienen que respetar para ser políticamente correctos.

Pero no puede haber respeto si no hay diálogo, si el trauma de conflictos pasados justifica acciones que traumatizaran a una nueva generación. Algunos interpretaron la declaración “Sabemos defendernos” del presidente Hollande igual de radical que las acciones de los islamistas. No es así.

Tenemos que entender que esos grupos se mueven con un odio cultivado durante décadas por el estilo de vida occidental. En el que no hay lugar a la palabra laicismo. Durante el atentado a Charlie Hebdo surgieron opiniones -que seguramente se repetirán estos días – que buscaron explicar ese acto terrorista. Querían comprender los móviles de esa gente y tal vez en ese momento esas opiniones fueron válidas pero ahora no son más que un reflejo del miedo.

Ellos, los islamistas radicales, alimentan sus prejuicios de nuestro temor. Entre ellos se jactan del respeto que insistimos en mantener ante sus creencias altamente dogmáticas. Lo peor es que la distancia entre México y Francia (Occidente) nos aleja de la percepción real que en ese lado del mundo se tiene de los islamistas. Pero bastaría en pensar si nosotros defenderíamos a los narcotraficantes solo porque entendemos que crecieron en condiciones de precariedad.

Ningún acto puede justificar el terrorismo, ni ninguna creencia religiosa llevada a ese punto merece respeto. Por mucho que digamos, siendo cierto, que la violencia no solo tiene que ver con sus preferencias de dogma también lo es que no cambiará hasta que recobre su verdadero sentido espiritual.