Por: Gabriela Espinoza

Ayer en la tarde, afuera del Palacio de Correos que se encuentra en el Centro Histórico, los campesinos del Movimiento de los 400 pueblos se manifestaron  bailando para solicitarle a la Procuraduría General de la República (PGR), que no deje en impunidad el enriquecimiento ilícito de Miguel Ángel  Yunes Linares, “saqueador del ISSSTE” y “represor de los campesinos”.

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Por: Gabriela Espinoza

Las personas que salían de la calle de Madero, sorprendidas veían a jóvenes, adultos y uno que otro hombre de la tercera bailando en ropa interior, que tenían un lazo amarrado en la cintura que sostenía un papel con la impresión de la cara Miguel Ángel  Yunes Linares y con la leyenda “no a la impunidad”.

Al sonido “y que no me digan en la esquina el venao, que a mi me mortifica…”, que venía de los instrumentos musicales que estaban tocando señores al otro lado del Eje Central Lázaro Cárdenas, los hombres movían sus pies, mientras el tránsito de carros  avanzaba lentamente.

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Por: Gabriela Espinoza

De los postes de luces estaban amarradas pancaratas que decían “Yunes Linares el más rico saqueo, millones al ISSSTE, a los jodidos despensas”, “robaste al pueblo y al gobierno, respóndele a la procu, no a los medios”, “18 años manifestándonos. Zedillo, Fox y Calderón protegieron a los yunques por convención”.

Del lado de Bellas Artes se podía ver como algunos se quedaban viendo la manifestación con una sonrisa en la cara, otros con cara de morbo y otros más lo veían como un evento chusco e innovador que hacía voltear la mirada de cualquier peatón.

El sol se metió, pero el baile y la manifestación seguía. Las mujeres en medio de la vía, movían su cuerpo al ritmo de la música, algunos automovilistas aprovechan para darse un taco de ojo, ya que sólo traían su pantalón y sus zapatos.

Dieron las ocho de la noche y los hombres con su sombrero se pusieron sus pantalones y playeras, y continuaron su paso hacía el metro, de la misma forma lo hicieron las mujeres, y el tránsito de carros comenzó otras vez a hacer rápido. Sin embargo, las personas que estaban del otro lado de la calle se quedaron con ganas de verlos bailar más.

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Por: Gabriela Espinoza