• la doctora Ileana Diéguez sostuvo que desde hace tiempo tiene como temas de investigación el arte, el crimen y el dolor, y para trabajarlos utiliza la teatralidad como una estrategia de mirada.

Por: Redacción/

En México es difícil hablar de duelo en medio de las circunstancias de violencia y desaparición forzada masiva de los años recientes, señaló la doctora Ileana Diéguez Caballero, profesora del Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), cuyo libro Cuerpos sin duelo, iconografías y teatralidades de dolor sirvió como tema de la mesa Los cuerpos sin duelo y la continuidad de la violencia.

En el marco de las Primeras Jornadas Internacionales de Arte y Derechos Humanos –convocadas por la Defensoría de los Derechos Universitarios y la Coordinación General de Difusión de esta casa de estudios– explicó que la primera edición de la publicación se hizo en 2013 en Argentina y la segunda en 2016 por la Universidad Autónoma de Nuevo León y en ésta hay cambios notables, porque ya “estaba en vínculo con familias buscadoras, en particular con Irma Leticia Hidalgo, madre de Roy Rivera Hidalgo, lo que dio un giro en mi vida”.

En esta segunda edición aparece “la carta de una madre (Irma Leticia) que busca a su hijo” y que “habla de ese lugar, de la presencia y de la ausencia; está insertada en el libro como un documento que se extiende y no permite pasar la página”, ya que para leerlo hay que detenerse y desplegarlo de un papel que además es diferente al resto de las páginas.

“Para mí es un acto que implica una disposición corporal, una instancia performativa que abre el texto”; es una pausa y ver de otro modo lo que nos está pasando, ese es el sentido de este inserto fundamental en esta segunda edición, explicó la investigadora.

Diéguez Caballero sostuvo que desde hace tiempo tiene como temas de investigación el arte, el crimen y el dolor, y para trabajarlos utiliza la teatralidad como una estrategia de mirada, como un lugar desde el cual ver el mundo para pensar las formas en que se representan estos procesos.

Conocer a familiares de desaparecidos “ha complejizado mi labor como pensadora y como escritora, porque escribir para personas con las que una tiene un contacto directo, que son importantes en mi vida y representan mi familia en México, es otra cosa y con esta obra trato de responder qué podemos hacer ante el espanto de la violencia y cómo esta pedagogía del horror podría intentarse conjurar desde una visión no sólo más reflexiva, sino entendiendo qué es lo que tenemos frente a nosotros”.

El doctor Donovan Hernández, investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dijo que el libro representa una importante contribución a este campo de indagación al hacer uso del vocabulario o del arsenal teórico de la antropología y, al mismo tiempo, tiene una vena de teóricos que exploran las prácticas del dolor y del duelo, las cuales no sólo poseen un valor antropológico en el estudio del ritual social, sino que cuentan con el gran tino de acercarse desde el ámbito de la exploración de los análisis del performance y la teatralidad expandida.

El texto representa una importante cartografía de la antropología y teoría de la imagen, en las que es posible aproximar discusiones de un elevado nivel teórico a problemáticas contemporáneas que han estallado en América Latina y El Caribe.

Sólo una sensibilidad como la de la autora, entrenada en el estudio de los performances y las teatralidades expandidas podía entender el lugar que ocupa la violencia no sólo en el despliegue de la brutalización de los cuerpos, sino sobre todo en el de estas prácticas de estetización, donde se vincula tanto la representación como el propio acto de la intimidación.

Desde ese ángulo Diéguez Caballero profundiza con notable creatividad en torno a estas zonas liminales entre representación y violencia, entre lo estético y lo político, señaló.

El investigador comentó que frente a la violencia que avasalló al país durante el calderonato y que “lamentablemente se ha extendido hasta nuestros días”, la academia padeció un fenómeno de mutismo en el que frente a la brutalidad de los sucesos “nos estaban faltando conceptos” y categorías teóricas para encarar las experiencias generalizadas.

La publicación propone un “arsenal de concepciones y categorías que apenas hoy estamos en condiciones de valorar en su justa medida”, porque no sólo acompaña desde una escucha ética a las familias en búsqueda de sus desaparecidos, sino que ha construido de manera itinerante una cartografía de las prácticas estéticas de la violencia que se han vivido en Perú, Colombia, Argentina y Cuba, entre otros países. “Es desde ese registro trashumante, que logra sacarnos de nuestro ensimismamiento y tener un crisol a la hora de pensar y teorizar los casos”.

La prologuista del libro, Luz Emilia Aguilar Zinser, aseveró que México es un país con su historia de crímenes, “pero no había una conciencia de la sociedad” y esto fue notorio en la comunidad teatral cuando después de la estrategia de Felipe Calderón había una inmovilidad, una falta de respuesta a esta escalada de miles de muertos.

La publicación de Diéguez Caballero (en su primera edición) sumó una provocación a la comunidad sobre cuáles son las estrategias a seguir para acompañar esta realidad tan grave que vive México.

Aguilar Zinser expresó su preocupación de “cómo pueden mantenerse ciertos índices de popularidad ante la situación que vivimos, pues lo que llamamos en su momento una situación de emergencia hoy ha multiplicado sus formas de opresión”.

Los cuerpos destrozados por toda la república son un mensaje intimidatorio, pero ahora a éste se suma un discurso que se sostiene en la lucha contra la corrupción y la defensa de los pobres y su derecho a tener una vida mejor, cuando todas las cifras nos dicen que vamos en sentido exactamente contrario”.

En la mesa participó también Álvaro Martos, coordinador de investigación en el Observatorio sobre Desaparición e Impunidad (ODIM) e integrante del Consejo Nacional Ciudadano, quien expuso algunos ejemplos de cómo desde el arte se están construyendo respuestas, representaciones y formas de hacer presentes a los desaparecidos desde las familias, acompañantes solidarios y “quienes desde la academia, la sociedad civil y las artes nos acercamos a este caminar, en el que nos encontramos”.