• El académico Ricardo Espinosa aborda en un artículo el pensamiento del filósofo Edgar Morin, quien observa un regreso al conservadurismo, con lo imprevisto y la aventura vistos como amenazas.

Por: Redacción/

Antes de la pandemia del COVID-19 había movimientos de protesta contra el desarrollo y la concentración económica –que hacen que el dinero domine el mundo y afecte el medio ambiente– muchos de los cuales fueron atacados con violencia, advierte el filósofo francés Edgar Morin, quien cumplió cien años de vida este mes de julio.

En su artículo Contradicciones y esperanza. Edgar Morin, el doctor Ricardo Espinosa Toledo, académico de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), señala que muy temprano el pensador comprendió que debía elegir entre sobrevivir a la adversidad o vivir a plenitud, y esa dicotomía lo ha acompañado toda su vida.

Complejo en su concepción, pacifista y políticamente comprometido, Morin sabe que el pensamiento permite afrontar las contradicciones, pues lo entiende como la unidad de los contrarios y la complementariedad de los antagonistas: escepticismo frente a la fe en la gente, la razón contra la religión, el reconocimiento de los otros frente al egoísmo.

En medio de la tormenta provocada por la pandemia que no llega a su fin y de las demás complicaciones cotidianas, se tiende a perder de vista la existencia de grandes seres humanos, entre ellos el también sociólogo, que considera que el objetivo del humanismo perdió su ruta “porque estamos viviendo una etapa donde ese escenario afecta a la mayoría de las personas, por lo que es necesario cambiar de rumbo y continuar el camino pensando en una mejoría permanente”.

El profesor del Departamento de Sociología refiere que en la actualidad el autor de Los siete saberes necesarios para la educación del futuro “observa un regreso al conservadurismo, donde lo imprevisto y la aventura se ven como amenazas; se descarta que lo inesperado, lo increíble, pueda convertirse en realidad. La incertidumbre es una oportunidad. Cada ser humano vive en la aventura y toda la humanidad está afrontando una misma aventura”.

Por ello propone la confluencia de todo tipo de consideraciones para aproximar la realidad que la crea y el pensamiento que la inspira, ya que “lo importante es cambiar la perspectiva, el estado de cosas sin violencia; el mejoramiento tiene que ser progresivo, debemos regresar a las bases culturales, a las fuentes, esa es la base del cambio, sólo falta conciencia de la aventura humana que vivimos”.

Morin concibe que saber vivir es un arte, es atreverse a realizar su inspiración en el riesgo, ser menos precavidos contra el “individualismo extremo que ha favorecido el egoísmo que ha degradado la solidaridad entre vecinos, amigos, personas; desaparece la capacidad de convivir siendo que la convivencia es esencial en la vida para combatir el egoísmo y el narcisismo”.

De ahí la pertinencia de regresar a la curiosidad, “sorprendernos, impresionarnos, entrar a un estado poético, pues la literatura nutre el espíritu, nos enseña caminos y es la posibilidad del encuentro con uno mismo y con los demás”, resalta Espinoza Toledo.

Por consiguiente, la fuerza de la vida permite estar presentes, trabajar, construir relaciones de amistad, dado que una vida feliz no depende del dinero sino que es un regalo maravilloso que se puede experimentar y la afección, la amistad y el amor forman parte de la felicidad, pero lo contrario también empuja a su reconquista.

“Garantizar la libertad puede evitar que los conflictos se agraven en la época sombría que estamos viviendo, aunque la vida se puede prolongar gracias a los avances científicos y a la tecnología persisten las amenazas, la capacidad de destrucción y la exclusión”.

Entonces, “la condición incumplida es que el bienestar sea asequible para todos y no se reserve únicamente a los poderosos, a los ricos. La muerte es algo intermitente, la vida es un regalo y a la vez un lío y estamos inmersos en esas contradicciones”, concluye el investigador de la Casa abierta al tiempo.