• Por su situación geográfica Afganistán es un lugar muy apetecible para las potencias. Y desde tiempos remotos, ha sido paso y conexión entre oriente y occidente, siendo pate de la ruta de la seda, además de un territorio codiciado por los imperios a lo largo de la historia.

Por: María Manuela de la Rosa/

Como ya lo había anunciado el presidente Joe Biden, las tropas norteamericanas saldrían de Afganistán, una promesa que ya había hecho Barack Obama, pero quedó solo en eso y la guerra continuó, una guerra que hace recordar el fracaso de Vietnam.

Y no solo es un tema de interés militar global, sino un asunto de elemental sentido común, pues esta guerra de 20 años solo ha dejado una gran deuda y miles de muertos; pero sobre todo, la opinión pública norteamericana desea que sus tropas salgan de ahí, pues poco o nada se ha logrado.

La tentación geoestratégica

Por su situación geográfica Afganistán es un lugar muy apetecible para las potencias. Y desde tiempos remotos, ha sido paso y conexión entre oriente y occidente, siendo pate de la ruta de la seda, además de un territorio codiciado por los imperios a lo largo de la historia. Y para los Estados Unidos, Alemania y Gran Bretaña, por supuesto que ha sido una tentación imposible de resistir. Y las lecciones que ha dado la historia por lo visto no se han considerado, porque el dominio sobre estas tierras siempre ha sido temporal.

Propaganda de guerra

Los Estados Unidos,  El Reino Unido y la misma Unión Europea, a través de la OTAN, han intervenido en países en conflicto con el argumento ya muy desgastado de pugnar por la democracia, en tanto que los países de bloque oriental han tratado de justificar la bondad de sus ideologías, ya sean respecto al socialismo, como la antigua Unión Soviética, o la China socialista, así como de tendencias radicales islámicas, que han impuesto regímenes totalitarios islamistas, como es el caso de Irán e incluso Turquía y la India, de gran influencia en la región.

George Bush justificó la incursión contando con todo el apoyo de sus ciudadanos después de los ataques a las torres gemelas  del 11 de septiembre del 2001. Y sin embargo la guerra no fue tan impactante como lo sería por ejemplo con Obama, donde las muertes con drones fueron diez veces mayores que con  George W. Bush, e incluso Trump autorizó más ataques aéreos que ellos. Y sin embargo este último firmó un acuerdo de paz, que Biden desconoció; sin embargo, la salida de las tropas norteamericanas es un hecho, que sin embargo dejará secuelas imborrables, no solo para Afganistán, sino para los propios norteamericanos.

Biden ha cumplido en la forma, pero en el fondo fue una decisión que por lo visto no se planificó del todo, viendo el desorden que se ha provocado, en donde los talibanes se quedan como milicias disfrutando de la victoria y con el territorio a su entera disposición. En mayo del 2014 Barack Obama anuncio que en el 2016 las tropas saldrían del país, sin embargo la guerra continuó. Y ahora el problema de los derechos humanos será uno de los temas que la ONU no podrá eludir y en donde la OTAN tiene una responsabilidad, pues fueron 20 años de intervención.

Y queda la duda de la toma de decisiones de tan alto nivel, responsabilidad que obviamente caerá en Joe Biden, que en mayo liberó a 5,000 talibanes que estaban presos, mismos que se integran al nuevo gobierno islámico. Rencor, venganza y fanatismo serán sus motivaciones, no sólo para actuar en Afganistán, sino tal vez hasta para exportar el terrorismo, pues aquí no hay pactos entre caballeros ni mucho menos. Y en esta nueva realidad las mujeres serán las más perjudicadas, pues pese a que la Constitución afgana les otorga igualdad de derechos, la ley Sharía o islámica se impondrá y seguramente volverán las lapidaciones con cualquier pretexto, los castigos corporales y el abuso sistematizado contra niñas, adolescentes y todas las mujeres en general. Y difícilmente los organismos internacionales podrán o querrán hacer algo, más allá de pronunciamientos y acciones protocolares y más bien de propaganda disfrazada de diplomacia.

Los costos

La guerra más que beneficios ha traído costos inmensos que en su mayor parte han sido cargados a los contribuyentes norteamericanos. Estados Unidos ha gastado alrededor de  2.26 billones de dólares, que es más o menos el PIB de Italia, Canadá, Australia o México.

Le costó a los estadounidenses unos 300 dólares al día, que deja una deuda por cada ciudadano de unos 20,000 dólares. Pero además, fue dinero proveniente de préstamos gubernamentales, de los cuales se ha pagado sólo en intereses 500,000 millones.

Afganistán contó durante 20 años con tropas de entre 9,000 y 100,000 elementos, cuyo mantenimiento tuvo un altísimo costo y sólo redituó en productos propagandísticos y para la industria bélica,

De este dinero, 750 millones fueron para el pago a los militares afganos. Y a la salida del ejército norteamericano, esto traerá consigo una crisis no solo en todo el país, sino dentro de la filas del ejército, porque los militares dejarán de percibir un dinero que estuvieron acostumbrados a percibir durante 20 años y la reacción será en cadena,

El Reino Unido y Alemania aportaron unos 49,000 millones cada uno. Un gasto que rebasa por mucho programas sociales y de infraestructura que bien pudieron realizar en sus países. Y cabe la reflexión sobre si valió o no la pena tanto esfuerzo para no lograr nada al final, salvo las multimillonarias ganancias de grandes empresas que abastecieron de material, servicios  logísticos, equipo y armas.

Las pérdidas humanas

Del 2001 a la fecha  2,443 soldados norteamericanos han  fallecido;   1,144 aliados;  más de 71,000 civiles y  66,000 militares afganos. Que reducen aún más la población afgana, de unos 35.6 millones de personas.

Pero los números no dicen nada si no consideramos el horror de la guerra, las víctimas inocentes que una guerra trae consigo, las viudas, los huérfanos, el estado de total inseguridad e incertidumbre que provoca estados emocionales graves que traen consigo generaciones de niños y jóvenes marcados de por vida por el trauma de presenciar tanta violencia, muchos de los cuales son presa fácil para el reclutamiento de milicianos cuyo destino es el terrorismo, un problema que seguirá a los muchos que ya enfrenta el mundo actual.

Una historia que se repite

Afganistán ha sido a lo largo de su historia un territorio codiciado por los imperios, por los vecinos, los conquistadores y todos los que de alguna manera han visto en esa nación un botín apetecible para incrementar su poder. Perteneció al Imperio Aqueménida, Iranio, Macedónico, Mauria, Persa, Turco y Árabe. Estuvo bajo el dominio de Darío, de Alejandro Magno y Gengis Khan.

A lo largo de su historia han gobernado diversas dinastías, que de alguna manera han dado continuidad a la nación, aunque la lucha por el poder ha sido en realidad la constante.

Ha sido un lugar convulso por lo mismo, pero ha tenido periodos de paz, generalmente durante las monarquías que han gobernado, sobre todo en el s. XX, con el Rey Amanullah Khan, entre 1919 y 1929 y sobre todo con Mohammed Zahir Shah, quien  reinó durante cuarenta años, de 1933 a 1973  y trató de modernizar al país, promulgando la primera constitución de Afganistán, convirtiéndola en una democracia parlamentaria limitada, que reconoce la igualdad entre hombres y mujeres, dando el derecho de voto, al trabajo y a la educación a las mujeres por primera vez, fundando además la primera universidad y haciendo labor para eliminar el uso obligatorio del velo. Este rey es considerado como el Padre de la Patria, cuya distinción se le reconoció oficialmente el 15 de junio del 2002.

Lamentablemente estos periodos no han durado mucho y el país ha estado suido en la guerra, invasiones constantes y a merced de intereses hegemónicos. Los países socialistas, los islámicos y occidente pugnan por el control del territorio y esta historia por lo visto está condenada a repetirse sin cesar.

Identidad nacional

Aunque pareciera que el árabe como lengua y e islam son os rasgos distintivos de Afganistán, no es así, ya que se habla el pastún y el persa; pero también algunas lenguas hindúes y otros dialectos que son reminiscencia de las culturas que han influido en su historia. Así que una identidad nacional no existe como tal, aunque si se considera al rey  Zahir Shah un símbolo de identidad nacional.

Pero lo cierto es que Afganistán tiene de turco, de hindú, de ruso, de iraní, mongol, pero también ha tenido durante 20 años una gran influencia occidental.

Y respecto a su ideología, hay una mezcla entre socialismo, islam, hinduismo y zoroastrismo, con una gran influencia griega

Prospectiva.

Afganistán se ha quedado solo, a merced de los talibanes, que pronto se han posesionado de todo, hasta de los pertrechos de guerra norteamericanos. Se impondrá un Estado Islámico totalitario y difícilmente abrirá sus fronteras, pero además, pocas posibilidades habrá a corto plazo, de que los organismos internacionales intervengan en defensa de los derechos humanos.

Ahora 5,000 refugiados buscan quedarse en Dinamarca, Alemania, Italia, Kazajstán, Kuwait, Qatar, Turquía. Emiratos Árabes Unidos. Reino Unido, Colombia, México, Costa Rica y Chile.

La influencia islámica continuará creciendo y por lo visto se seguirá extendiendo por todo el mundo. De hecho, en México, por ejemplo, ya hay una crecente propaganda para convertir a jóvenes, principalmente mujeres de zonas populares. Y ojo, esta es una alerta para la seguridad que se debería tomar muy en serio.