• La doctora Elionor Bartra y Muriá, académica del Departamento de Política y Cultura señaló que “la forma de protestar de las feministas es válida, si se considera que no existe una manera correcta de manifestarse ni hay quien detente la verdad o la razón”.

Por: Redacción/

En estos tiempos de pandemia, el feminicidio podría considerarse el Holocausto del siglo XXI, advirtió la doctora Elionor Bartra y Muriá, académica del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Mientras la humanidad ha conocido al menos 70 holocaustos –destacando el perpetrado por los nazis contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial– la práctica artística ha hecho eco de ideas, ideologías y posiciones políticas como un mecanismo para cambiar mentalidades; el feminismo la ha utilizado para crear conciencias y comunicar pensamientos, y “el patriarcado ha empleado el desnudo femenino para cosificar el cuerpo de las mujeres”.

La forma de protestar de las feministas es válida, si se considera que no existe una manera correcta de manifestarse ni hay quien detente la verdad o la razón, “pero además los desmanes no los hacen las integrantes de ese movimiento y aun cuando fuera así, una piedra puede lavarse, pero los cuerpos de las asesinadas no pueden revivir”, argumentó la Profesora Distinguida de la Casa abierta al tiempo.

En el Webinar Violencia hacia las mujeres en las artes visuales contemporáneas de México presentó, de manera conjunta con la maestra Liliana Elvira Moctezuma, colaboradora de la Defensoría de los Derechos Universitarios de la UAM, una serie de trabajos e intervenciones artísticas que data de principios del siglo pasado hasta la actualidad y que estampa escenas de agresiones contra dicho sector de la población.

En la última sesión de las Jornadas de activismo contra la violencia de género, las investigadoras mostraron obras que ejemplifican este tipo de crimen, entre ellas el grabado de José Guadalupe Posada El chalequero, con la imagen de un asesino serial –de al menos a 20 mujeres– en las primeras décadas del siglo XX.

De Isabel Villaseñor compartieron el feminicidio de la Güera Chabela ocurrido en 1929, al parecer a manos de un enamorado.

En 1935 Frida Kahlo pintó el asesinato –de 20 puñaladas– de una mujer, en cuyo juicio el culpable dijo que “sólo le había dado unos cuantos piquetitos”; la célebre autora realizó El suicidio de Dorothy Halle quien, según versiones, se mató tirándose de una ventana en Nueva York, y de Demetrio García Aguila, de Ocotlán, Oaxaca, reprodujo el asesinato de una mujer sobre una mesa por un hombre.

Prisioneras, una pieza de 1936 de María Izquierdo, retrata a tres mujeres desnudas atadas a columnas; en el mismo año, Aurora Reyes recreó en El atentado el ataque contra maestras rurales en la época de los Cristeros y Corazón egoísta, de Olga Acosta cuestionaba en 1951 el amor romántico.

Bartra y Muriá y Moctezuma exhibieron un par de exvotos: en el primero, una mujer violada agradeció no haber quedado embarazada y en el segundo, otra por no haber sido asesinada por su esposo. Si bien no se tiene certeza de su veracidad, estas ofrendas reflejan una gran violencia contra ellas.

El vestido (1961), de Sonia Felix Cherit, es una composición que va del amor romántico al feminicidio, simbolizado con una prenda hecha de lodo y sangre.

El mural del colectivo oaxaqueño Lapiztola Sembremos sueños y cosechemos esperanzas, de 2006, da cuenta de la represión que sufrieron ese año integrantes de organizaciones sociales de esa entidad.

Durante 16 días tuvieron lugar las Jornadas de activismo contra la violencia de género, auspiciadas por la Unidad de Prevención y Atención de la Violencia de Género; el Área de Investigación Mujer: Identidad y Poder, del Departamento de Política y Cultura; la Maestría en Estudios de la Mujer y el Doctorado en Estudios Feministas de la Unidad Xochimilco de la UAM, así como por la Red Feminismos, Cultura y Poder.