• “El urbanismo feminista propone colocar el trabajo de los cuidados “en el foco” de la planeación de las ciudades”, sostuvo la titular de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM.

Por: Redacción/

Las mujeres perdimos el miedo a ocupar los espacios públicos y ello se debe a que conquistamos la ciudad de manera colectiva; cobramos conciencia de que no estamos solas, descubrimos el poder de transitar y ocupar los espacios públicos con todas las demás, sobre todo en los últimos años, aseguró Tamara Martínez Ruíz, titular de la Coordinación para la Igualdad de Género de la UNAM.

“Nuestras estudiantes lo saben muy bien, ha cambiado nuestra forma de relacionarnos y de apropiarnos de esta urbe despiadada”. Sin duda, las mujeres han ganado derechos, pero el espacio urbano tiene una gran deuda con este sector, sobre todo en términos de seguridad, advirtió en la sesión inaugural del Seminario “Ciudad Habitable para todas y todos. Replanteando la ciudad desde los cuidados”, abundó.

La universitaria resaltó que la metrópoli ha sido diseñada para hacer un recorrido lineal de casa al trabajo y viceversa, cuando mucho con un alto en el camino para la diversión, pero en ningún momento se ha considerado que la ruta de ellas tiene numerosas estaciones al día, jamás es lineal; de casa a la escuela a dejar a los hijos e hijas, luego al trabajo, pasar a hacer compras para preparar la comida, recoger niños, llevar a una persona mayor al médico, etcétera, y todo significa horas de desplazamiento.

Durante el encuentro, organizado por el Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC), expuso que el urbanismo feminista propone colocar el trabajo de los cuidados “en el foco” de la planeación de las ciudades.

“Frente a este papel que históricamente se les ha asociado a ellas, el de cuidadoras, las expertas aseguran que poner en el centro el diseño, los cuidados y la socialización, fomentaría que todos, incluidos los hombres, participen en estas tareas”, consideró.

Otro de los objetivos de los urbanistas feministas, agregó, es potenciar la colectividad y pluralidad frente al individualismo mediante la reivindicación de espacios seguros en los cuales poder socializar y efectuar reuniones, encuentros, asambleas, etcétera, volver a la idea de la plaza como un espacio para el diálogo, la comunidad y la res publica (cosa o bien del dominio público).

Lo mismo podríamos pensar para los espacios universitarios, sin duda se trata de un desafío enorme como todos los que enfrentamos en la búsqueda de una sociedad incluyente, igualitaria y democrática, en donde sean respetados los derechos de la sociedad en su conjunto, indicó.

Por su parte, el director del PUEC, Javier Delgado Campos, opinó que este seminario responde a la necesidad de superar el déficit del urbanismo para incorporar la tarea de cuidados como una parte sustantiva de las funciones de la urbe, para complementar esa visión tradicional; es decir de esas zonas especializadas para comercio, habitación y el transporte que los une.

“Ahora tenemos esa necesidad de incorporar parte de la subjetividad de los habitantes de la ciudad en el caso específico de cuidados de las personas. En la sociedad actual vamos a encontrar muchas demandas de este tipo”, acotó.

Detalló que en el país, de acuerdo con datos de abril de 2020, niñas y mujeres aportaron 71 por ciento de las horas dedicadas a la labor de cuidados en los hogares; es decir, un promedio de 27 horas a la semana, mientras que los hombres 15.

Puntualizó que en 2019 se calculó que el valor económico del trabajo no remunerado dedicado a los cuidados en los hogares fue de 5.5 billones de pesos (equivalente a 24 por ciento del PIB), 18 por ciento de los cuales fueron aportados por mujeres y solo cinco por ciento por varones.

En términos de las horas que dedican al trabajo no remunerado, ellas contribuyen con el 80 por ciento, por el cual no reciben paga ni reconocimiento.

Dijo que en términos de política pública, en la Ciudad de México se logró incluir en su Constitución el capítulo del derecho al cuidado, un hito importante en este camino de debatir y aportar a esta área ignorada por los enfoques tradicionales del urbanismo.

Además, prosiguió, en 2019 se presentó el proyecto de la Ley de Sistema de Cuidados, por la cual el Estado compartirá con la familia la responsabilidad de atender a familiares dependientes, niños, adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad, pero además el gobierno capitalino lo señala como principal garante del derecho al cuidado.

En el caso de la UNAM, en 2018 el PUEC se sumó al llamado de la oficina de la Abogacía General para impulsar la campaña “Nosotros por ellas”, desde entonces hemos mantenido una actividad constante en términos de seminarios, y en marzo de 2020 se creó la CIGU.

Falta mucho por hacer, por pensar y, sobre todo, actuar. El PUEC se suma al trabajo que la CIGU impulsa para conjuntar esfuerzos y hacer aportaciones entre todos, de acuerdo con nuestras capacidades.

Los cuidados en la ciudad

En su intervención, la directora de Igualdad Sustantiva de la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México, Yazmín Pérez Haro, afirmó: en la capital mexicana no existe lugar para las tareas de los cuidados, porque han sido configuradas a partir de una visión androcéntrica, productivista, adultocéntrica y de privilegios.

En su planeación se toma como medida la experiencia masculina, aunque no de todos ellos, sino de aquellos que están insertos en el mercado laboral, con cierto nivel de ingresos y de posibilidades de movilidad.

Resaltó que estamos en una configuración del espacio doméstico privado, público y comunitario que perpetúa la organización injusta de los cuidados.

Ante ello, expuso, se requiere considerarlos como bien común y público, desde una acción política antipatriarcal, anticapitalista, decolonial y democrática, “de tal suerte que a partir de estas acciones nos permita colocar a las personas, en su diversidad, en el centro, desnaturalizar y deconstruir las desigualdades estructurales a través de soluciones basadas en la naturaleza y en la sostenibilidad de la vida”.

Son las mujeres de los sectores más pobres, quienes han amortizado la crisis sanitaria a través de la tarea de cuidados, ellas son quienes tienen que lidiar de la peor manera con esa carga asimétrica, mientras que en una familia de ingreso alto se reparten esa labor con el mercado; es decir, se transfieren esa responsabilidad a personas que cobran por estos servicios, por ejemplo, una enfermera, resaltó.