• En el tercer día del inicio del año, frente a la embajada del Vaticano, un edificio blanco de amplios ventanales y rejas negras, soldados armados en vehículos esperaban pacientemente al entonces general y gobernador de Panamá, Manuel Antonio Noriega, que se había refugiado desde el pasado 24 de diciembre.

Por: Nilda Olvera/

En el tercer día del inicio del año, frente a la embajada del Vaticano, un edificio blanco de amplios ventanales y rejas negras, soldados armados en vehículos esperaban pacientemente al entonces general y gobernador de Panamá que se había refugiado desde el pasado 24 de diciembre.

Aunque sus allegados ya habían caído junto con sus tropas, Manuel Noriega aún temía que al rendirse no sólo fuera encarcelado sino ejecutado, ya que afuera de la instalación también se encontraban reporteros y ciudadanos opositores que buscaban la oportunidad de capturarlo y asesinarlo.

Después de estar más de una semana resguardado y rodeado por más de 500 militares, Noriega se rindió luego de la invasión de las tropas estadounidenses al país, que tenían la intención de capturarlo por los cargos de crimen organizado, lavado de dinero y tráfico de drogas.

Las negociaciones de su entrega se habían realizado entre él y Marc Cisneros, un militar que con ayuda del nuncio, el arzobispo español Sebastián Laboa, que actuó como mensajero entre ambos y logró poner fin en 1990 al gobierno de siete años del fundador de los “Batallones de la Dignidad”.

Manuel Antonio Noriega, nació el 11 de febrero de 1934 en Panamá, estudió en el Instituto Nacional y más tarde consiguió una beca para entrar en la academia militar de Chorrillos ubicada en Perú, donde se graduó en alférez de ingeniería. Época donde se cree que fue reclutado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) para trabajar como informante sobre asuntos relacionados con el Canal de Panamá, los conflictos que se estaban dando en Cuba y Nicaragua por la revolución así como las guerrillas en El Salvador.

Al regresar a su nación, se incorporó a los 22 años a la extinta Guardia Nacional y participó en 1968 en el tercer golpe de Estado contra el entonces presidente Arnulfo Arias Madrid, quien posteriormente de haber tomado el mando en menos de 11 días, el poder pasó a manos de Omar Torrijos Herrera, general que encabezó el movimiento.

A su llegada, Noriega se convirtió en una de las figuras más importantes del gobierno, puesto que Torrijos lo destinó como encargado del servicio de inteligencia G-2, una agencia de las Fuerzas de la Defensa, que actuaba a nivel nacional e internacional, que almacenaba información del narcotráfico y bandas delictivas. Asimismo, de ser un organismo dedicado a la obtención ilegal de datos confidenciales de políticos y ciudadanos.

El poder de Noriega se hizo más grande cuando llegó a la comandancia de la Guardia y con la muerte de Torrijos en un accidente aéreo en el 81, dos años más tarde se hizo con el gobierno de su país en 1983. Periodo relacionado con asesinatos, desapariciones y represiones a cargo de los “Batallones de la Dignidad”, milicia conformada por unos 5 mil miembros, creada a finales de los 80 y entrenada por las Fuerzas de Defensa.

Pero fue con las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera, relacionados a que Noriega ordenó la ejecución del político opositor Hugo Spadáfora, el fraude electoral del 84 y vínculos con organizaciones criminales, especialmente el Cartel de Medellín liderado por el colombiano Pablo Escobar. A la vez, el cierre de la Escuela de las Américas inaugurada en 1946, con el objetivo del entrenamiento de militares latinoamericanos en técnicas de guerra y contrainsurgencias, fue lo que agravaron los conflictos con Estados Unidos.

De esta manera, con las acusaciones en su contra el 20 de diciembre de 1989 E.U. lanzó la “Operación Causa Justa”, en la que más de 26 mil soldados invadieron Panamá con el propósito de capturarlo y resguardar la seguridad del Canal.

En la misión nombrada por el Pentágono intervino Cisneros, quien al no estar convencido con la estrategia que se estaba empleando contra los pobladores, se alió con el capital panameño Amadis Jiménez, para que éste último sirviera de mediador y las tropas contrarias bajaran sus armas.

Al momento de su rendición, Noriega solicitó personalmente a Marc que le trajera su uniforme, no lo esposaran y que él fuera el que lo arrestara. Ese mismo miércoles las cámaras de los distintos medios captaron al militar con su vestimenta café claro, que fue trasladado en un avión de las Fuerzas Aéreas a la ciudad de Miami.

A más 30 años de la rendición del dictador, dicho día significó una pérdida de incontables vidas por el uso exagerado de fuerzas a una población cuyo número de militares era menor al de los estadounidenses y que en la actualidad sigue en el recuerdo de los panameños como “El Duelo Nacional”.