• La desgracia que duró más de un minuto, marcó a una sociedad que ya sufría los tintes de la pobreza, en cuyo terremoto que azotó el 12 de enero de 2010 sólo dejó a su paso más desastres.

Por: Nilda Olvera/

Caía la tarde en la capital de Haití cuando cientos de familias realizaban sus actividades cotidianas en un ambiente soleado que no parecía que dentro de poco iba a suceder algo extraño. Pero apenas las manecillas del reloj marcaron las 16:53, la tierra empezó a sacudirse de una forma bestial que no dejó cabida para el razonamiento de lo que estaba sucediendo.

En ese instante en los hogares, edificios y negocios un movimiento invadió cada esquina que pudo, los muebles se movieron de un lado a otro, los alimentos y productos de limpieza cayeron de los estantes de las tiendas, evitando el paso de los compradores y dueños que con un pánico que iba creciendo a cada segundo dentro de ellos, evitó que evacuaran hacia las calles.

Afuera, extraños corrían y los automóviles se desplazaban en zigzag para evitar causar un accidente en las carreteras cubiertas por cortinas de humo, que bloquearon la vista de todos aquellos que salían de los inmuebles que se derrumbaron y sepultaron a los desafortunados.

La desgracia que duró más de un minuto, marcó a una sociedad que ya sufría los tintes de la pobreza, en cuyo terremoto que azotó el 12 de enero de 2010 sólo dejó a su paso más desastres.

La República de Haití es un país que cuenta con una población de 11 millones de personas que hablan francés y creole; está ubicada en la zona occidental de la isla La Española que comparte territorio con República Dominicana. El país sufre de constantes actividades sísmicas a causa del movimiento de las placas tectónicas del Caribe y Norteamérica, así como las fracturas geológicas que la rodean, la falla Septentrional Oriente que está al norte y la falla Enriquillo al sur.

A lo largo de su historia se han registrado varios temblores y terremotos como el de 1751, 1770, 1842, 1887 y 2021, siendo el último el 14 de agosto al suroeste con una magnitud de 7,2, con un saldo de más de 2 mil muertos y 12 mil heridos.

Aquel martes la mayoría de las edificaciones como el Palacio Nacional y la sede de las Naciones Unidas quedaron destruidas por el fenómeno geográfico, que ocurrió a 25 km de la capital Puerto Príncipe, tuvo su foco a 13 km de la superficie y midió 7 en la escala de Richter. La fuerza fue tal que se pudo sentir en Cuba y Jamaica.

Al terminar, había decenas de lesionados que eran arrastrados y cargados por los sobrevivientes, que los colocaron en el suelo con los demás que estaban acostados en el concreto. Junto a ellos se hallaban las caras de expresiones cansadas, vestimentas con polvo y restos de material de construcción roscados en distintos cabellos.

Así como cadáveres de ropa rasgada y sangre húmeda, que para evitar verlos eran cubiertos por telas que únicamente ocultaban los rostros y parte del cuerpo, dejando las extremidades a plena vista. Pronto los pobladores iniciaron las labores de rescate, que sin tener equipo o material más que sus propias manos, removieron las piedras para intentar averiguar si en los escombros había una persona con vida, sin embargo la recuperación de los cuerpos se logró después de tres días.

Luego de unas horas hubo dos réplicas de 5,5 y 5,9 grados, a la vez de un tsunami de proporción mínima. En total la cifra de decesos varía de 220 a 300 mil y otros 300 mil lastimados.

A consecuencia de la tragedia, Haití recibió apoyo de distintas naciones de Latinoamérica, Europa y América del Norte, al igual que 13, 340 millones de dólares por parte de organismos internacionales entre el periodo de 2010-2020. No obstante, las secuelas de lo que ocurrió hace 22 años siguen en la memoria de los haitianos cuya vida aún no se recupera.