• La táctica que plantea consiste en “abrir puertas de diálogo a través del diseño”, con el fin de fomentar empatía, colaboración y entendimiento en los 146 jóvenes que estudian en el turno vespertino.

Por: Redacción/

Por su trabajo El diseño de la comunicación gráfica como amplificador de las expresiones artísticas en estudiantes de secundaria: Una estrategia de prevención de violencia en Izcalli Chamapa, Enrique Asgard Garduño Ramírez, egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ganó el primer lugar en la categoría de Diseño de experiencias y espacios interiores (educativos) del Premio Diseña México 2020.

Por la labor realizada durante un año en la escuela secundaria No. 34 de dicha colonia, como parte de su tesis de licenciatura, el diseñador por la Unidad Azcapotzalco busca desmitificar la noción del arte contemplativo, convirtiéndolo en un arma expresiva de los menos favorecidos para que lo disfruten y usen en beneficio de esa comunidad.

Con esta idea, Garduño Ramírez desarrolló un proyecto de carácter social que aborda la disciplina como un amplificador de las voces de estudiantes que viven en uno de los barrios más violentos de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México: Izcalli Chamapa, localizada en el municipio de Naucalpan, en el Estado de México, y que ocupa una extensión cercana a 56 hectáreas de territorio irregular y de barrancas, porque durante mucho tiempo de ahí se extrajo cantera y se producía cemento.

En entrevista refirió que es una zona joven –de no más de 25 años– cuyos primeros pobladores fueron migrantes del interior del país quienes vieron la oportunidad de asentarse en terrenos baratos y relativamente cercanos a la capiral, pero ahora la mayoría de sus habitantes se dedica al comercio en pequeño.

En pocas décadas se transformó en una de las diez áreas más conflictivas y violentas del municipio, por lo que “la naturalización del crimen ha desarrollado estigmas alrededor de los jóvenes”, un sector que ha sido la principal víctima de este fenómeno y que necesita ser centro de estrategias de prevención y, en ese sentido, “el arte se vislumbra como una ventana para explotar su potencial comunicativo y creativo”, al fomentar habilidades expresivas y emocionales.

La táctica que plantea consiste en “abrir puertas de diálogo a través del diseño”, con el fin de fomentar empatía, colaboración y entendimiento en los 146 jóvenes que estudian en el turno vespertino, es decir, convertir la creación en “una herramienta emocional para que se reconozcan como constructores de su vida a través de sus obras”, considerando que son adolescentes con sueños y deseos de generar sus propias oportunidades a partir de los mecanismos con que cuentan, aun cuando el abanico de armas emocionales no es amplio y tienden a replicar el modelo de violencia en algunos aspectos de su vida diaria.

Los principales problemas a los que se enfrentan son la falta de condiciones materiales para solventar sus estudios y un entorno social de agresión –muchas veces física y emocional– común en los hogares, así que la propuesta consistió en la realización de talleres de expresión artística en los que “los chavos desarrollaran habilidades” a partir de la inteligencia emocional para adquirir vías de enfrentar de mejor forma un contexto violento.

“Para ello diseñé una serie de elementos gráficos, en particular carteles, que invitaran a los alumnos a participar en los cursos para abordar temáticas sobre familia, comunidad, violencia, escuela, tristeza, alegría y enojo”, lo que “me permitió, desde las primeras sesiones, observar que los jóvenes no eran muy hábiles identificando de dónde venían, por lo que elaboré un Emocroma y la Rulietka, dos materiales didácticos en cuyas dinámicas al azar se escogen emociones para después representarlas en una pequeña pieza teatral, con el fin de establecer cuál es la que predomina y qué acciones se relacionan con esos sentimientos”.

El Emocroma funciona como un mapa “donde puedes ver las emociones combinadas y relacionadas en un círculo cromático”, puntualizó Garduño Ramírez.

Al final, todos los participantes presentaron una propuesta museográfica con 156 trabajos seleccionados en una exposición abierta a la comunidad estudiantil, los padres de familia y vecinos. También se hicieron seis mini-representaciones y cerca de 580 obras gráficas, entre carteles, autorretratos, murales, dibujos en formatos carta y doble carta, así como historietas sobre violencia, familia y sociedad.

El diseño gráfico tiene la capacidad de amplificar las voces de poblaciones excluidas y concebir una variedad de perspectivas enriquecedoras para debatir aspectos sociales, por lo que su intervención con una intención propositiva y disyuntiva es indispensable para posicionarse como un instrumento cultural crítico y regulador, más allá de sus capacidades mercantiles, finalizó el egresado de la Casa abierta al tiempo.