• El trabajo de Camila Plá Osorio versa sobre las experiencias de resistencia y organización frente a los megaproyectos en Amilcingo Morelos.

Por: Redacción/

Por su trabajo Memorias en contienda: Experiencias de resistencia y organización frente a los megaproyectos en Amilcingo Morelos, Camila Plá Osorio, egresada de la Licenciatura en Antropología Social de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), obtuvo Mención honorífica en la categoría de tesis de licenciatura en el Premio Arturo Warman 2020.

El tema de las contiendas políticas y de poder que se dan entre el pueblo nahua de esa región y los intereses económicos, privados y del Estado, a raíz de la implementación del Proyecto Integral Morelos (PIM) en su territorio, es abordado por la ex alumna en su tesis.

Amilcingo es una comunidad de origen nahua ubicada en la zona oriente de Morelos, en el Valle de Amilpas, sus tierras son ejidales y la mayoría de sus habitantes son campesinos.

A raíz de la decisión gubernamental de poner en marcha en esa localidad un proyecto de infraestructura orientado a la generación de energía eléctrica para la zona centro del país, la población enfrenta un conflicto con el gobierno –sobre todo con la Comisión Federal de Electricidad– y con las empresas que han decidido invertir, pues advierten los daños ambientales, económicos y culturales, que tal acción puede ocasionar en su territorio.

En entrevista Plá Osorio explicó que se trata de un megaproyecto industrial de generación de energía que incluye una termoeléctrica, un acueducto y un gasoducto, es decir, tres obras gigantes “que afectan no sólo a Amilcingo, sino a más de 60 comunidades” de Puebla, Tlaxcala y Morelos que no fueron consultadas, por lo que la resistencia a su puesta en marcha se extiende más allá de la entidad.

Originalmente estaba pensado para otro lugar porque las termoeléctricas necesitan grandes cantidades de gas y agua, y el área oriente de Morelos en realidad vive un proceso de agotamiento del recurso, debido sobre todo a la actividad industrial.

El proyecto se llevó a este sitio no por una causa estratégica de aprovechamiento de recursos, sino por temas de índole política, pues en 2013 los gobiernos central y municipales de la región eran del mismo partido, lo que facilitó la decisión de instalarlo ahí.

Las empresas y el Estado no hicieron consultas previas a los pueblos originarios y empezaron a construir el megaproyecto –que generó una división entre la gente– a partir de “acuerdos entre particulares, buscando la venta de terrenos, y no con la comunidad en general”, que se rige por asambleas de ejidatarios en las que se decide entre todos sus miembros.

La egresada de la Unidad Iztapalapa sostuvo que las poblaciones se alertaron y empezaron a organizarse en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua, y se oponen “porque, argumentan, que se trata de su territorio y quien decide sobre él son los pobladores”, quienes anticipan afectaciones como la contaminación del aire, del agua y por ruido, además de que “se van a llevar el agua” que queda en esta zona.

Si bien el megaproyecto está pensado para producir energías limpias, “para los pueblos esto es una farsa porque aun cuando la llaman limpia, no es sustentable; se dice que es limpia porque contamina un poco menos que otras, pero sigue siendo muy contaminante”; además, el gasoducto correría por un área volcánica; es decir “conecta con el volcán Popocatépetl y pasa por las sierras donde vive la gente poniéndola en riesgo”.

Otra causa de su oposición es que la producción de la energía “no va a ser para uso habitacional, sino para generar un corredor industrial en toda la zona aledaña a Cuautla, donde ya hay fábricas y parques industriales, pero están vacíos porque no hay energía” suficiente.

En general, para los pobladores la puesta en marcha del PIM es una forma de “aniquilamiento” de su forma de vida, a dejar de ser dueños de su tiempo y su territorio para empezar a ser empleados y trabajar en maquinaria o como obreros de fábricas.

Plá Osorio descalificó la consulta a la que el gobierno federal convocó en 2019 sobre el PIM y la Termoeléctrica de Huexca, pues consideró que fue amañada, ya que “para empezar se hicieron foros que no informaban mucho, porque eran panfletos que proponían por qué votar sí por la termoeléctrica”, es decir, que la pregunta tenía la intención de una respuesta en cierto sentido.

Además la consulta se hizo en todo el estado de Morelos y algunas comunidades de Puebla y Tlaxcala, cuando el proyecto está en territorio indígena, en terrenos ejidales, y abanderaba la promesa de que bajaría el precio de la luz, por lo que “no fue libre e informada ni se dio espacio para que los pueblos hablaran” y, por el contrario, dos días antes de celebrar el ejercicio fue asesinado Samir Flores Soberanes, uno de los integrantes del Frente, originario de Amilcingo.

Pese a que hasta ahora el PIM sigue su curso, “también avanza la resistencia de Amilcingo y otras comunidades de Puebla y Tlaxcala, así como de Huexca, que es el centro del megaproyecto”.

Al iniciar su investigación, Plá Osorio se había planteado abordar sólo el PIM; sin embargo, en el proceso “me di cuenta de la importancia de los discursos de la memoria y el recuerdo” y, en ese sentido, Amilcingo es un pueblo que históricamente ha formado parte de diversos movimientos sociales que son narrados por los abuelos, por ejemplo, cuando la mitad de la gente se iba en apoyo de los zapatistas o cuando algunos seguían al dirigente campesino Rubén Jaramillo.

También mencionó la lucha social emprendida por Vinh Flores Laureano, fundador de la escuela normal rural en el poblado de Amilcingo, quien fue asesinado hace 45 años.

“Yo sabía estas historias por narraciones, pero cuando asesinan a Samir, el recuerdo vivo de Flores Laureano resurgió y me di cuenta de la importancia de la memoria y de hacer uso de ella como un acto de defensa y de resistencia”.

La comunidad de Amilcingo decidió no olvidar, porque hacerlo sería aceptar el juego de ellos, mientras que recordar es resistir.

En este trabajo se encuentran “tejidas las palabras de diferentes partícipes en el proceso de defensa del territorio”; se escuchan sus experiencias o aquellas que a través de la narración de la memoria encarnan.

Para la lucha social emprendida en Amilcingo, “recordar es impedir la imposición y olvidar es permitir la entrada de los proyectos de muerte. A partir de dichas vivencias, encuentro que la(s) memoria(s) a veces cumplen la función de ser dispositivos de subjetivación social en el marco de un poder que se apropia de la experiencia para controlar al cuerpo social”.