Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

Hablar directamente con arrogancia de la posibilidad de un golpe de Estado refleja un profundo menosprecio a una institución centenaria que ha sido leal a México y que ha sido por décadas el pilar fundamental del Estado, al que han dirigido toda clase de personajes, que poco han hecho por su país. Y evidencia un gran desconocimiento de la naturaleza de las fuerzas armadas mexicanas, que no sólo han cumplido con lealtad las misiones que le son encomendadas, sino que, ha trabajado en muy diversas acciones de gobierno, responsabilidad de otras dependencias federales, como lo son las campañas de vacunación, de atención médica, en la educación para adultos, la reforestación, campañas antirrábicas, contra el gusano barrenador, en el combate al narcotráfico, etc.; incluso últimamente en tareas de seguridad interior, porque los responsables de dichas actividades gubernamentales son incapaces, aunque sí ejercen su presupuesto.

El Ejército y Fuerza Aérea tiene entonces que desdoblarse para cumplir múltiples acciones, además de encargarse de la seguridad nacional, que es su misión fundamental. Y entre otras muchas responsabilidades, cuidar de la seguridad de políticos y funcionarios. Pero eso no se dice.

El muy vilipendiado Estado Mayor Presidencial desapareció en papel, pero sigue trabajando integrado a la Secretaría de la Defensa Nacional. No es un secreto que ese mismo personal sigue cuidando del primer mandatario, de sus colegas, de los políticos y tal vez de personajes importantes, de empresarios, de magistrados y hasta celebridades. Y a cambio de que hasta en su día se les insulte hablando de golpes de Estado. ¿Qué más lealtad y profesionalismo que poner todo su empeño en trabajar callada y firmemente con un comandante que durante lustros e décadas denostó al Ejército? Esa es la verdadera institucionalidad, trabajar lealmente por la investidura.

Durante los años ochenta del S. XX las conmemoraciones del Día del Ejército eran eventos magnos, multitudinarios, a donde asistía todo el gabinete, los poderes de la Unión, gobernadores, empresarios, directivos de medios de comunicación y celebridades. Ahí todo el personal militar era agasajado, con la participación de verdaderas estrellas del espectáculo, con rifas de casas, coches, enseres domésticos (que proporcionada la Secretaría de Hacienda); con el día libre, y por si fuera poco, con entradas gratuitas al cine, al teatro o al fútbol. Estos festejos corrían a cuenta de la presidencia. Cuando además el ejército, además de sus misiones, sólo coadyuvaba en el combate al narcotráfico y realizaba campañas de labor social.

Ya para los años 90as desaparecieron los regalos y las entradas gratuitas a los espectáculos. También eran más las responsabilidades adicionales para el Ejército, en apoyo a otras dependencias. Igualmente la presidencia se desentendió de financiar la celebración. Y claro, dejaron de asistir las estrellas y fueron artistas menos famosos, aunque asistían los integrantes del gabinete, los legisladores, directivos de medios, pero ya no gobernadores y muchos otros personajes dejaron de asistir.

Los festejos se realizaban generalmente en el Campo Militar, En Santa Lucía o en el Heroico Colegio Militar.

Y poco a poco la celebración del Día del Ejército fue menguando. Dejaron de asistir los funcionarios, los directivos de medios, etc., y se fue convirtiendo en un desayuno desangelado, donde se citaba al personal militar cuatro o cinco horas antes; pero, además, ese desayuno no era una convocatoria deseada, sino una orden y con la novedad de que a cada quien se le descontaba lo del desayuno, además de que se servía una comida “cadenera”, esto es, de mala calidad. Se fueron olvidando las franquicias y esta conmemoración para muchos se convirtió en una carga más.

Este 2020 por primera vez se llevó a cabo en el Zócalo de la ciudad de México, sin desayuno, claro, donde fueron soldados los que muy temprano estuvieron ahí, de orden superior, pero también fueron ellos mismos los que bailaron, los que cantaron y se encargaron del show para complacer a los pocos funcionarios asistentes. ¿Para qué? Para que el señor presidente, que a menudo les advierte que no hay que tocar a la delincuencia organizada, porque son seres humanos y ordena tajante que para todo delincuente “abrazos, no balazos”, aunque éstos sí usan verdaderas armas de grueso calibre para la guerra y con ellas matan a soldados. Y por si esto fuera poco en la conmemoración de su día les habla de golpes de Estado.

No cabe duda que el estoicismo y lealtad de las tropas es una actitud realmente heroica.

Es lamentable que la conmemoración de su día vaya directo al ocaso, en lugar de mejorar y ser una oportunidad para reconocer su labor, profesionalismo y patriotismo a favor de México.