Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

Por décadas los especialistas han estado alertando sobre el muy posible riesgo que en cualquier momento y por el mínimo descuido, podría surgir una pandemia,  sobre todo por lo sucedido en èpocas pasadas y la crisis de la gripe aviar en el 2005, que dejó claro que el contagio de cualquier enfermedad, incluso propia de animales, podría evolucionar y escalar a los humanos, lo cual ha sucedido y estamos padeciendo las consecuencias de esta pandemia que tiene al mundo en vilo, el covid-19, cuyo origen se ubica en animales, pero aún hay duda de dónde surgió. Lo cierto es que es una enfermedad altamente contagiosa y está poniendo en riesgo al planeta entero, porque se expande rápidamente, en silencio, sin que podamos detectarla y por sorpresa van cayendo sus víctimas una a una, cientos y cientos, ahora miles y miles.

Y es que no obstante las advertencias de la comunidad científica ante la posibilidad de una pandemia, la sugerencia se desestimó y se relajaron los controles para evitar la expansión del virus, sin dar importancia a los protocolos que debían establecerse, porque todo gira en torno a la economía y políticamente no se podía alertar al mundo, para no afectar los mercados ni el complicado sistema financiero interconectado globalmente. Y no sin razón, se temía una crisis en cadena de efecto dominó; sin embargo, el no alertar al mundo ha tenido sus consecuencias.

Hemos visto como demasiado rápido el virus se fue extendiendo.

Antes de que llegara a México lo advertimos el 17 de febrero, cuando dijimos que la pandemia es un riesgo para la seguridad, ya que puede traer consecuencias catastróficas, a pesar de los avances en la biotecnología; y su consideración es vital para la sociedad de hoy, ya que puede darse en cualquier momento, es poco tangible hasta que ya representa un problema en una realidad donde las naciones interactúan de manera muy intensa, por el desarrollo de las comunicaciones, los mercados,  y el continuo tránsito de personas alrededor del mundo, por lo que las enfermedades infecciosas suponen una amenaza global sin límites geográficos definidos.

Atendiendo a ello, en el 2009, el presidente norteamericano Barack Obama, con motivo del surgimiento del virus H1N1, lanzó la iniciativa Global Health Initiative, para reconocer que era urgente actuar frente a las enfermedades infecciosas, que pueden llegar a América desde cualquier otro continente en pocos días y tal vez horas. Sin duda una muy acertada decisión de un verdadero estadista.

El 27 de febrero, a 10 días de haberlo advertido, se reportó el primer contagio en México. Para el 1 de marzo, sólo tres días después, ya había 5 casos.

Quince días después, el 15 de marzo, 29 contagiados, 600% más. Para el 17 de marzo, a sólo 2 días, la cifra se quintuplicó con el registro de 93 casos. Y ya para el 19 de marzo, dos días después, eran 164, casi se duplicó la cifra.

El coronavirus se extendió causando daños impensables. Para el  23 de marzo ya se vislumbraba con claridad el inicio de una crisis mundial con reacciones en cadena, registrándose 336,000 contagiados en 171 países. En China perecía controlada, pero en Italia la suma escaló a los casi 60 mil, España a 29 mil y Estados Unidos más de 33 mil.

En México sumaban poco más de 200, pero como suele ocurrir, se le encargó al Ejército hacerse cargo de la situación por la confiabilidad con que cuenta y su capacidad operativa. Y se determinó que todo el sistema educativo se pusiera en cuarentena.

Para el 27 de marzo consideramos la necesidad de dar una idea más clara del problema a través de tablas comparativas, incluyendo el factor de letalidad, que nos da una idea más clara del manejo de la crisis en los países más afectados. Para entonces México ocupaba un lugar por debajo del 50. Y la tabla estaba así y obsérvese qué países estaban en los primeros lugares de contagios, porque esto ha estado cambiando y países que no figuraban, como Brasil, ahra ocupan losprimeros lugares, en tanto que otros, como China, han logrado contener de manera exitosa los contagios, e incluso se ha recuperado un notable porcentaje: 172,000 casos en 192 países.

Para el 3 de abril advertimos que la pandemia no era un tema menor, puesto que escaló a niveles insospechados, con un planeta casi paralizado por un enemigo invisible, silencioso y letal. Sumaban más de un millón de contagiados en el mundo, cuando una semana antes eran menos de 200,000. Un aumento del 500 % en los contagiados.

Y llegaron a más de 60,000 muertos, la semana anterior no llegaban a los 20,000, o sea que aumentaron el 300 %. Y de 172 países, el virus logró llegar a prácticamente todo el mundo.

Al 18 de abril los datos hablaban por sí mismos y decidimos que era necesario no sólo considerar tres aspectos importantes: el nivel de afectación demográfica en el mundo y por cada país; el grado de letalidad de los contagiados; y el nivel de resiliencia, es decir, qué porcentaje de los contagiados logran recuperarse. Porque tal vez esto daría la pauta para entender el fenómeno.

Lamentablemente todavía no queda claro el factor determinante, ya que no hay relación entre países desarrollados o no, ni respecto a cultura, costumbres sanitarias, ni la zona geográfica. Pero sí pudimos ver cuales países fueron solucionando la crisis, como China, y en donde el problema se acentuó, como es el caso de México y Brasil, que han llegado a los primeros lugares de contagios, así como de mortalidad, no así su afectación demográfica, u otros que no figuraban en los de más contagios, como Chile y Pakistán, ahora aparecen, como podemos ver en el histórico de las siguientes gráficas.

Al 17 de abril:

Al 15 de mayo:

 

El 22 de mayo: