• Partidos van y vienen, personajes que surgen como promesas, decepcionan apenas llegan y la población poco a poco ha ido perdiendo la esperanza en sus líderes.

Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/

En los últimos años hemos estado observando como los países de América Latina van de una crisis a otra, desde Argentina a México, los problemas sociales, políticos, económicos y laborales, aunados a los de la seguridad, parecen no concluir y los diversos gobiernos, que se suceden unos a otros, no han logrado estabilizar a sus naciones, y sólo se han quedado en promesas vacías de resultados al ejercer el poder.

Partidos van y vienen, personajes que surgen como promesas, decepcionan apenas llegan y la población poco a poco ha ido perdiendo la esperanza en sus líderes.

Colombia es el caso de una gran decepción. Aunque en el 2016 el presidente Juan Manuel Santos ganara el Premio Nobel de la Paz por haber logrado, que la guerrilla colombiana depusiera las armas, después de cuatro largos años de negociación, la violencia ha seguido.

Y es el caso que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que llevan más de medio siglo de combate guerrillero, con un saldo de casi 9 millones de muertos, en realidad no depusieron totalmente las armas, como se anunció, porque siguen activas, aunque no con la intensidad de antes.

Pero además, el pueblo colombiano ha tenido que sufrir por la violencia generada por el narcotráfico, que es un problema que aun no se ha podido erradicar, igual que en todo el mundo, porque lejos de acabar con el problema, éste se ha incrementado, y la respuesta está en las ganancias que produce, alrededor de 650,000 millones de dólares al año, según estimaciones de las Naciones Unidas del 2018, aproximadamente el 0.8 % del PIB mundial, puesto que hay alrededor de 255 millones de personas que consumen drogas.

Y ahora, el gobierno colombiano ha decidido aumentar los impuestos a los productos básicos, provocando con ello manifestaciones multitudinarias, que han sido reprimidas por la policía, dejando ya más de 24 muertos y docenas de víctimas. Colombia está enfrentando una nueva crisis, que podría prolongarse con resultados aún más graves. Y es que el gobierno actual no midió el impacto que esta decisión hacendaria tendría en la población, de por sí en condiciones de pobreza lamentable, puesto que ha llegado al 35.7% de la población.

Aunado a ello, el Covid-19 ha contagiado a más de 3 millones de colombianos, con un saldo de 77,854 muertos.

Pero no sólo Colombia, sino Venezuela se encuentra en una situación que desde hace dos décadas parece insalvable, primero con la irrupción de Hugo Chávez y hoy con su sucesor Nicolás Maduro, quienes han llevado a Venezuela, antes próspero país petrolero, a una situación de crisis social, política y de seguridad sin precedentes, acentuado por sus conflictos con Colombia, a cuya guerrilla han tolerado y posiblemente alentado por las ganancias que conlleva su abierta y muy conocida participación en el jugoso e ilícito negocio del narcotráfico. Y la paradoja está ahí, mientras en el discurso Maduro se jacta de moralidad y de velar por los intereses del pueblo, la pobreza ha ido en aumento y hasta ha llegado a verse como un país africano, con el 96% de pobreza e inseguridad alimentaria. La crisis institucional y la corrupción han marcado la agenda en los últimos años, sin que se vislumbre una solución a corto plazo.

Y en torno a esto, es imposible olvidar las desgarradoras imágenes de la población buscando comida entre la basura.

En Ecuador la situación no es mejor, aunque la crisis más severa sucedió en el 2019, cuando el gobierno decretó estado de excepción debido a las protestas por la eliminación de los subsidios a los combustibles. Aquí la pobreza extrema afecta al 24 % de la población. Y más aún, el 83% de la población económicamente activa está desempleada. Si esto no es un foco rojo para el país y toda la región, habría que esperar ver a la gente morir de hambre en las calles, o engrosar las filas de la delincuencia organizada, que tiene muchos recursos para disuadir. La seguridad nacional, regional y mundial está en riesgo.

Ya la ONU alertó del grave problema alimentario para América Latina, sobre todo debido a la crisis económica derivada por la pandemia, que trajo consigo un fuerte descenso en los índices de empleo. Y no es que falte la comida, lo que falta es el dinero para adquirirla. Y los productos básicos han ido a la alza desde el inicio de la pandemia. El organismo internacional señala como focos de riesgo a Colombia, Venezuela y Ecuador, pero hace énfasis en el riesgo que enfrentan los países de Centroamérica como Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador. Tan solo en México los precios de la canasta básica aumentaron el 50%, lo cual es muy mala señal si tomamos en cuenta que el empleo también disminuyó en un 21.6%.

Por otra parte está el problema generalizado no sólo del narcotráfico, sino del tráfico de personas y la migración, problema que está presente en la agenda de los Estados Unidos y que es un fenómeno global que no ha podido ser gestionado.

América Latina enfrenta una problemática muy compleja y cada vez más difícil de enfrentar, por lo que no resulta extraño que hasta el gobierno norteamericano ha soslayado el tema, concretándose a lo que le afecta directamente, como es el tema migratorio, en el que está empeñada la vicepresidente Kamala Harris, que ha comenzado a dialogar con los presidentes de América Latina.