Por: Redacción/

El planeta está enfermo, la mitad de la población enclaustrada en los hogares debido a la pandemia del COVID-19 y la mayoría de los países con la mayor mortalidad presenta altos índices de contaminación medioambiental en las ciudades, reflexiona el doctor Saúl Alcántara Onofre.

El coordinador del Posgrado en Diseño, Planificación y Conservación de Paisajes y Jardines de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) abona a este pensamiento en un video disponible en el canal del Seminario de Cultura Mexicana, organismo del cual es miembro.

Covid-19 vs. paisaje refiere investigaciones –una de ellas realizada por la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg, Alemania– según las cuales la mala calidad del aire puede ser un factor fundamental del casi 80 por ciento de muertes ocasionado por el virus SARS-CoV-2.

“La indagación indica que la exposición a largo plazo al dióxido de nitrógeno puede causar problemas de salud graves, entre ellos hipertensión, diabetes, enfermedades cardiacas y cardiovasculares”.

Mientras la capital ocupa el quinto sitio con más decesos en México y el país es el cuarto con más defunciones en el mundo por la pandemia, “la deforestación y el envenenamiento de nuestro paisaje significa hacerlo con nuestro propio cuerpo”, ya que cuando presenta padecimientos respiratorios crónicos su capacidad de defensa ante el SARS-CoV-2 es limitada, puntualiza el especialista en restauración de monumentos y centros históricos.

El desarrollo urbano tradicional ha dado preferencia al concreto, en detrimento de la vegetación, pues en “nuestra civilización progresar significa deforestar, lo que ha resultado en urbes sin espacios verdes para que quienes las habitan puedan contar con sitios para respirar y tener una mejor calidad de vida”, sin embargo, son válidas las ideas del arquitecto Salvador Aceves, en el sentido de que “los árboles conservan la Tierra; preservan la fertilidad; sanean la atmósfera; purifican el aire que respiramos; embellecen el paisaje, y permiten la supervivencia de especies animales”.

Además ayudan a mantener el equilibrio ecológico; proveen elementos al ser humano; hacen atractivo y hermoso el entorno, y resultan básicos en la constitución de las metrópolis, al grado de que hay algunas muy pobladas “donde prácticamente no se ve un árbol, como si quienes las trazaron y habitan se cuidaran de una peligrosa contaminación vegetal”, afirmó el investigador de la UAM.