Autor: José Sánchez López

La lucha ha sido intensa. Eso dicen todos los encargados de combatir el tráfico y producción de drogas, a los cárteles, a los operadores financieros, a los líderes. Pero siempre que cortan una cabeza surge más. Han sido 79 años, pero las acciones han sido inútiles, se mantienen las zonas de cultivo, los grupos se han multiplicado, miles de integrantes han sido detenidos, pero nada se ha terminado.

Hoy, en México hay mayor inseguridad que cuando inició la inútil batalla.

Desde la década de los treintas, señala Luis Astorga Almanza, uno de los más experimentados investigadores de la UNAM en materia de narcotráfico, Sonora era la principal entidad en sembradíos, cultivo y producción de amapola, principalmente en Altar y los valles del Yaqui y El Dorado.

Desde ese entonces se daban esporádicas acciones para la localización de plantíos, pero, según el especialista, las acciones gubernamentales tenían un enfoque más hacia la salud pública que al combate al tráfico de drogas, de tal manera que en esa época el fenómeno era considerado irrelevante.

Con el paso del tiempo, aumentó la producción y con ello el envío de goma de opio al extranjero. El procesamiento para convertirla en heroína resultaba complicado porque no había narcolaboratorios, como en la actualidad, además de que los campesinos se dedicaban casi de manera exclusiva a sembrar y cosechar.

La demanda de droga hacia la Unión Americana crecía y con ello también la producción y los envíos, de tal suerte que la primera incursión del Ejército, ya para la destrucción de sembradíos, se dio en 1938.

Sin embargo, la primera acción de alto impacto que se registra en la historia se llamó “Operación Cóndor”, se puso en marcha en 1975, durante el gobierno de José López Portillo, por indicaciones de los Estados Unidos.

Antes, durante el lapso de 37 años, se dieron acciones contra el narcotráfico, pero ninguna que alcanzara relevancia, tanto por la destrucción de plantíos como por la talla de los narcotraficantes capturados.

Foto tomada de Internet. Rancho El Búfalo.

Foto tomada de Internet. Rancho El Búfalo.

La “Operación Cóndor” se inició el uno de septiembre de 1975 y duró un año, aproximadamente, al 31 de agosto de 1976. Fue dirigida principalmente al “Triángulo Dorado”, la zona limítrofe entre los estados de Chihuahua, Durango y Sinaloa.

El objetivo principal era la destrucción de los sembradíos de mariguana en una superficie de 70 mil kilómetros cuadrados, donde se producía el 70 por ciento de las drogas en el país. Participaron 10 mil soldados del Ejército Mexicano, además de la Fuerza Naval y de la Procuraduría General de la República (PGR), para un total de 20 mil efectivos.

Se eliminaron 16 mil 686 sembradíos de marihuana, se detuvieron a 4 mil 399 presuntos narcotraficantes (sembradores), se decomisaron 215 kilos de cocaína en tránsito y se desmantelaron 16 laboratorios donde se procesaban drogas.

Si bien se combatió el narcotráfico con firmeza en el “Triángulo Dorado”, se dio el efecto “cucaracha” y los narcos emigraron hacia otras latitudes.

Uno de los más favorecidos fue Rafael Caro Quintero, quien se refugió en Jalisco, donde, junto con Ernesto Fonseca Carrillo, Miguel Ángel Félix Gallardo, Amado Carrillo Fuentes, Héctor “El Güero Palma” y los hermanos Arellano Félix, entre otros, todos sinaloenses, fundó el cártel de Guadalajara, al inicio de la década de los ochenta.

Foto: PGR

El nuevo cártel se convirtió en el más poderoso, ya que podía traficar una tonelada y media de cocaína al mes hacia los Estados Unidos.

El rancho “Búfalo”, donde trabajaban más de 10 mil campesinos, sembrando, cultivando, cosechando y empaquetando toneladas de mariguana (Caro Quintero compraba una tonelada diaria de tortillas para sus trabajadores), era clara muestra de que el narcotráfico se había “descentralizado”.

En los días que duró el operativo, fueron aseguradas 10 mil 900 toneladas de mariguana y si bien fueron detenidos miles de hombres, terminaron por dejarlos en liberad ya que era claro que ellos solamente eran trabajadores.

En los años posteriores, tras la captura de Caro Quintero, se dio el nacimiento de otras organizaciones criminales, pero ya con los narcos salidos del Cártel de Guadalajara: Félix Gallardo, el Cártel del Pacífico; Carrillo Fuentes, Juárez; “Chapo” Guzmán, Sinaloa; Arellano Félix, Tijuana y Juan García Ábrego, Cártel del Golfo.

Durante varias décadas, hasta fines de los noventas, podría decirse que si bien el tráfico de drogas se había incrementado, el control lo mantenían las autoridades.

Dentro de la enorme corrupción que se genera en el mundo de las drogas, la Policía Judicial Federal, el Ejército y las demás corporaciones policíacas estaban por encima de los narcotraficantes.

Foto: Especial

Llegó al poder el panista Vicente Fox Quesada, que si bien no declaró abiertamente la guerra a las drogas, si anticipó que su gobierno “libraría la madre de todas las batallas en la lucha contra el crimen” y se comprometió a que atraparía “peces gordos” del narco y “no charalitos”.

Fue entonces que Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera “escapó” a mes y medio, aproximadamente, de que Fox asumiera la Presidencia y comenzaron a darse, efectivamente, las detenciones de grandes capos, sólo que nada más de los cárteles contrarios al del “Chapo”.

Inició una soterrada protección al jefe del Cártel de Sinaloa, a quien le “limpiaban” el camino con la captura o el abatimiento de sus enemigos.

Ese tipo de acciones originaron el descontento de los líderes de cárteles antagonistas y fue entonces que comenzó la escalada de violencia con “levantones”, ejecuciones y enfrentamientos nunca antes vistos en la disputa por el control de tal o cual territorio.

El mandato de Vicente Fox en cuanto al combate a las drogas, fue un fracaso. Terminó su gestión con miles de muertos y desaparecidos, pero del “Chapo” ni sus luces.

Vino entonces su sucesor y la situación empeoró con la declaración de guerra que lanzó al narcotráfico.

Comenzó su “guerra contra las drogas” y sacó al Ejército de sus cuarteles para consumar su guerra, pero al igual que Fox Quesada no pudo o no quiso atrapar al escurridizo “Chapo” que cada día se hacía más fuerte, en tanto que el combate al narcotráfico siguió enfocándose a los enemigos del jefe del Cártel de Sinaloa.

La historia se repetía pero con fatales consecuencias, pues el sexenio de Calderón resultó el más violento y sangriento, con no menos de 200 mil muertos, 40 mil desaparecidos y un número de determinado de personas afectadas que tuvieron que huir, emigrar a otros sitios ante la amenaza de exterminio del “Chapo” Guzmán.

Era ya más que obvio el control y la supremacía no sólo del “Chapo”, sino de otros barones de la droga que se encumbraron tras la detención o el abatimiento de los principales líderes. Es sabido que cuando cae algún capo, hay no menos de media docena de los integrantes de la organización, listos para asumir el liderazgo.

Los papeles se habían invertido radicalmente y quienes llevaban o llevan el control y dan las órdenes, son los grandes capos que tienen en su “nómina” lo mismo a policías que a funcionarios y hasta políticos.

Hay varios presos que son testimonio fiel de esa situación.

Al llegar a la Primera Magistratura Enrique Peña Nieto, una cosa se dio por sentada.

Había acabado el reinado de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera y no tardaría en caer. Y así ocurrió, aunque con la vergüenza de una inverosímil e “imperdonable” segunda fuga que puso en ridículo al sistema, obligándolo a reparar la situación.

“El Chapo” volvió a caer y esa vez para ya no levantarse pues finalmente fue extraditado a los Estados Unidos.

Pero si bien se había acabado un reinado que duró más de 13 años, en el mismo lapso crecieron otros narcotraficantes y se crearon otros cárteles, ramificaciones de los anteriores pero también con organización y grandes estructuras.

Frecuentemente la PGR emite boletines de capturas de capos de organizaciones que ya consideraba inexistentes, como la de Los Beltrán Leyva, “El Cártel de Juárez, el de El Golfo”, La Familia Michoacana, el de Juárez, de los Carrillo Fuentes, lo que evidencia que no hay un solo cártel que realmente haya sido aniquilado en su totalidad.

Así, la organización más poderosa y violenta en la actualidad es el Cártel Jalisco Nueva Generación, cuya cabeza principal, Nemesio Oseguera Cervantes, “El Mencho” se ha enfrentado de tú a tú con las autoridades y les ha infringido mortales golpes.

Las detenciones de varios de sus hombres, han dejado al descubierto que también, como los grandes capos, ha sumado a su nómina a autoridades que lo alertan de cualquier movimiento en su contra lo que le valido para escapar horas antes del operativo.

Lo cierto es que a casi 80 años de combatir al narcotráfico, la situación es peor que antes, con el agravante de que el Ejército y la Marina ya están hartos de hacer un trabajo que no les corresponde, toda vez que carecen del marco jurídico necesario para  realizar la encomienda sin que sean cuestionados