Por: Redacción/

La sociedad mexicana se encuentra desesperada por no saber qué hacer con la carga excesiva de mensajes sobre el COVID-19, la cual detonó “un atragantamiento informativo” que dificulta discernir entre verdad y ficción, sostuvo el doctor Juan Soto Ramírez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

Sin embargo, “lo más sorprendente es que esa confusión no está relacionada con el grado de escolaridad –como podría suponerse– sino con las capacidades de discriminar las referencias y adquirir códigos de desciframiento para distinguirlas”.

De los ocho mil millones de habitantes en el mundo –46.6 por ciento mujeres y 50.4 hombres– cinco mil 190 millones –67 por ciento de la población total– utilizan teléfono móvil; 59 por ciento Internet, y 49 por ciento redes sociales y social media, con un promedio de seis horas 46 minutos en línea por usuario, equivalente a cien días al año, de acuerdo con el informe 2020 de la agencia de investigación We are social y la plataforma Hootsuite sobre aplicación de las tecnologías de la información y la comunicación, citó el académico del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa.

“En México somos 128.3 millones de personas –51 por ciento mujeres y 49 por ciento hombres– de las cuales 89 por ciento usa el teléfono móvil, 69 por ciento Internet y redes sociales, y hay un predominio de mujeres en cuanto a redes sociales y social media”.

Frente al frenesí noticioso consideró buenas soluciones o antídotos la lentitud al leer, revisar, identificar las fuentes, analizar, verificar en distintos medios y compartir, pues “la rapidez es la peor enemiga del pensamiento, por lo que debiéramos construir dudas razonables como alternativa a los tsunamis de noticias” con los cuales hay que lidiar.

La desesperación “por recibir likes o una palmadita digital obedece a que estamos en una sociedad que recompensa ser el primero en compartir algún reporte”, además de que los noticieros presentan sus contenidos como si se tratara de un espectáculo, ante lo cual es importante corroborar, respirar un poco, calmar la ansiedad y no caer ante mensajes mal intencionados.

A partir de analizar cómo se mueven los datos, el profesor de la UAM identificó cinco tipos de discursos que circulan alrededor del coronavirus: el negacionista, caracterizado por la idea de que la pandemia es sólo un invento surgido de un pensamiento cristiano bien arraigado relacionado con la noción de ver para creer.

Como un subtipo del anterior está el negacionismo optimista, que considera fácil el contagio de la enfermedad, pero que ésta no es tan letal como se pudiera creer si se compara con el sarampión, el dengue o la diabetes, lo cual está revestido de una idea adormecedora con efectos narcóticos.

El segundo es uno conspiranoico-funcional que considera el virus un arma biológica que China utiliza contra Estados Unidos o viceversa para controlar y desarticular las protestas sociales; ante el incremento de la población global, “e incluso una forma alienígena de vida”.

Versiones recientes manifiestan que sería un microorganismo experimental fuera de control o un pretexto para inocular a la gente con chips que después se conectarán a sistemas de videovigilancia nacional o internacional, lo que revela que estas explicaciones parecen guiones de películas de Hollywood arropadas en la desconfianza en quienes detentan el poder, aunque también han sido alimentadas por la creencia “de que siempre se nos oculta algo”.

El tercero podría denominarse espíritu conspiranoico-capitalista, al asegurar que el COVID-19 fue creado en un laboratorio que después vendería la vacuna para el fortalecimiento de la industria médica, por lo que “estos discursos están cercanos a la lógica de la desigualdad financiera; auguran que detrás de la pandemia el capitalismo quedará suficientemente debilitado para desaparecer, y se avecina un nuevo orden mundial, económico y social.

“Esto deposita en el virus el espíritu de cambio social que tuvieron las revoluciones del siglo XX, pero que fracasaron”, subrayó el doctor Soto Ramírez.

El cuarto tiene un corte metafísico en el que el universo se concibe como un ser viviente gigantesco y la Tierra como una especie de microorganismo alojado en él, al sostener “que el cambio climático, los terremotos, los huracanes y las pandemias son formas de autorregulación del planeta que quizá quieran exterminarnos a través del germen”.

El quinto tipo, nombrado científico-especulativo, mezcla el conocimiento de epidemiólogos con el popular, lo cual puede arrojar a la gente a una situación de miedo y confusión generalizadas frente a la desconfianza y el descrédito de los medios y aun de la ciencia.

Las noticias falsas cautivan a grandes audiencias, despiertan efervescencia colectiva y, ante el frenesí por compartir, las personas no logran organizar, sistematizar ni verificar los datos.

El doctor Soto Ramírez enfatizó la necesidad de habilitar y dotar a la población de códigos de desciframiento que la ayuden a distinguir entre datos verídicos e inventados, así como entre una noticia sujeta a políticas editoriales y otra carente de rigor periodístico, en virtud de que “la cultura del conocimiento no significa acumular información, sino saber discriminarla”.