Por: Redacción/

América Latina enfrenta a varias crisis al mismo tiempo: sanitaria, social, económica, institucional y de consumo, en un ambiente cada vez más hostil para la cooperación, debido a diferencias ideológicas o intereses geopolíticos en juego, expone la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

La falta de liderazgo internacional y la conflictiva contienda electoral en Estados Unidos, así como la competencia de este último con China obstaculizarán el tránsito de la región hacia una pronta recuperación.

Si bien algunos países pudieron tomar ciertas precauciones a partir de la notificación de los primeros casos de infección del coronavirus COVID-19 en Wuhan, China, los estragos económicos en el orbe se deben a la no prevención y a las estrategias posteriores de contención de la situación.

En su artículo Extractivismo ante el Covid-19, ¿el fin del camino? señala que el modelo de acumulación capitalista basado en la explotación intensiva está “topándose con una contradicción clara en la cada vez menor demanda efectiva por el empobrecimiento masivo de la población”.

La inestabilidad está recrudeciendo el abandono de la esfera productiva, ya que la mayor parte de las inversiones no está dirigida a fortalecer los sectores más afectados, sino a la especulación, generando más “capital ficticio que financia deudas que terminan por asfixiar a quienes las solicitan”.

No es casualidad que la emergencia sanitaria haya expuesto las carencias de los sistemas de salud en todo el mundo, lo cual “en realidad es una cuestión sistémica”, pues las “diferencias de protección social que se establecían como etiquetas para distinguir a las naciones en desarrollo, se pulverizaron cuando empezaron a liderar todas las estadísticas sobre contagios y decesos”.

Este “mortal impacto para varios millones de personas incrementa las ganancias de las grandes farmacéuticas, que se apoyan en las secciones extractivas para obtener recursos básicos de producción, pero no fomentan planes de prevención para el freno de este tipo de enfermedades, menciona la presidenta de la Sociedad Mesoamericana y del Caribe de Economía Ecológica.

“Ya no se trata de una serie de desequilibrios, sino de un problema sistémico multidimensional”, ya que en su accionar son impulsados modos severos de competencia que ponen en perspectiva la pérdida de vidas, en contraste con la posible capacidad de generar algún tipo de ingreso, aunque lo cierto es que en los primeros dos meses de la pandemia, no se prepararon mecanismos para enfrentarla y, por ejemplo, Estados asiáticos se abocaron a acelerar la relocalización de las plantas ya no operativas en China.

Por todo esto, los corporativos han tenido mayor peso en las decisiones de los gobiernos, que los asesores científicos y las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, en este contexto sin precedente en la historia, las empresas han reducido el uso y el consumo de recursos naturales, afectando a los países latinoamericanos, que ya se encontraban en uno de sus peores conflictos económicos de los últimos 50 años, debido al modelo extractivista, que ha originado el rechazo colectivo, sobre todo en sitios mineros y petroleros.

Esta paralización en el consumo de materias primas en el plano internacional va a ralentizar la capacidad lucrativa del territorio y a degradar el proceso de recuperación, dada la alta dependencia que aún se tiene sobre este tipo de recursos, afirma la académica del Departamento de Producción Económica de la citada sede de la UAM.

La inequidad en las relaciones latinoamericanas con el resto del planeta está comenzando “a pasar factura” a los sectores extractivos, debido a que el precio de venta es menor a los costos de acción de las petroleras regionales, lo que podría implicar que en menos de una década algunos de aquéllos desaparezcan.

Un escenario similar se presenta con la industria del metal –estaño, cobre, oro, plata y níquel, sobre todo– que tiene un valor acumulado de más de cien mil millones de dólares, de los cuales la región provee entre diez y 30 por ciento.

Sin embargo, la falta de diversificación –en particular en manufacturas tecnológicas– ha provocado que la fuerte caída en los precios de estos importantes recursos haya impactado en las economías locales, que en casos puntuales dependen del comercio de éstos.

Esto ocurre también en el ámbito agrícola, en el que se ha visto dañado el comercio de la soja, tanto de grandes industriales como de las familias de menores ingresos.

América Latina debe aprovechar este momento de agotamiento para discurrir hacia una intensificación en la tecnificación, alentar el desarrollo de patrones de trabajo que no requieren centros de transformación, así como fortalecer las normas de regulación fiscal para los actores formales e integrar a los informales a los proyectos de nación, mediante esquemas que potencien la seguridad financiera y social, puntualizó.