• Desde la Casa Estudio Leonora Carrington, Pablo Weisz recuerda cómo la artista pasaba mucho tiempo con los surrealistas y cómo Max Ernst le enseñó muchas técnicas como el collage, el decoupage para hacer pintura.

Por: Redacción/

“Leonora Carrington era extremadamente cuidadosa con su obra, era la clase de artista que dibujaba el tema antes en un papel grande y luego transfería imágenes a los cuadros que hacía: era preeminentemente una gran pintora”, aseguró su hijo Pablo Weisz Carrington.

Durante el homenaje que la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) rinde a 105 años del natalicio de la pintora surrealista y escritora inglesa nacionalizada mexicana, expresó que México se portó muy hospitalario desde que llegó a los 23 años –y donde permaneció hasta su muerte en 2011– para darle paso a una mujer extraordinaria en el arte de esa época, pues quizá era la más famosa y talentosa de esos días.

“Mi mamá era un ente desconocido para el país, pero los mexicanos inmediatamente abrieron sus brazos y recibieron a Leonora. El presidente Lázaro Cárdenas dio soporte a aquellos que huían de la guerra y así se formaron grupos muy interesantes de intelectuales y artistas”, dijo en la charla Leonora Carrington. Invocaciones desde el estudio.

Desde la Casa Estudio Leonora Carrington, Pablo Weisz recuerda cómo la artista pasaba mucho tiempo con los surrealistas y cómo Max Ernst le enseñó muchas técnicas como el collage, el decoupage para hacer pintura, porque “era un creador magnífico” y fue José Horna quien la introdujo al tallado de madera.

“Ella era de las pocas personas que conocían la técnica de témpera y todos esos polvos que ven –en el estudio– son la mezcla de huevo crudo con pigmentos; mi madre era una enorme conocedora de la pintura desde todos los puntos de vista, porque hacía sus propias mezclas, sus propios colores”.

Carrington estudió los antiguos métodos del témpera, “se iba al centro, a las casas de materiales para artistas y compraba sus distintos colores, muchos de ellos quedaron tal cual ella los dejó, era un estilo de pintura muy fino, muy transparente y muy bonito. Es, digamos, lo que usó Botticelli y Leonora se basó en eso para obtener esas transparencias que tienen las obras del Quattrocento y de otras épocas anteriores”, refirió.

“Hasta los 80 años se hincaba para hacer las distancias y todos los espacios que se tenían que hacer en un lienzo grande; creaba cosas con mucho detalle y una finura extraordinaria, no era de brochazo y pasa y va el otro brochazo, los que tiran la pintura, como ella los llamaba”.

Isaac Masseri fue quien poco a poco la convenció para que hiciera escultura, como la titulada Mamá sabe más, que es “una mamá y sus cocodrilitos que están aprendiendo a sobrevivir en un planeta difícil”, anotó Pablo Weisz.

También recordó que en la casa –ahora Estudio de Leonora Carrington– junto con Emérico “Chiki” Weisz se reunían con artífices surrealistas para celebrar el Año Nuevo y la Navidad, para dotar el ambiente de muchísimas ideas, discusiones políticas y artísticas.

“Venían Juan Rulfo, José y Kati Horna, hubo un grupo de amigos, la mayor parte de ellos refugiados de la guerra, que venían a encontrarse con mi mamá y papá; Luis Buñuel vino aquí, Francisco Toledo, que era uno de los artistas que admiraba mucho, así como José Luis Cuevas”.

Tiempo después Carrington empezó su grupo feminista con creadores y gente interesada en la igualdad para las mujeres en el arte, porque ella misma tuvo que luchar para hacer su propia técnica, sus propias ideas. También gustaba de leer literatura inglesa y era una ávida lectora de libros de magia y psicoanálisis.

“Muchos psicoanalistas no la pasaron muy bien con ella porque algunos eran freudianos y querían enfocar sus problemas con su familia en Reino Unido, además de que a ella le gustaba hablar de temas esotéricos y hasta hizo sus 24 cartas increíbles de tarot, también aprendió tapicería, además de ser una buena cocinera, sobre todo de cocina francesa”.

Weisz resaltó que tuvo una relación muy estrecha con su madre, quien siempre le aconsejó que pintara lo que se le ocurriera y se esmerara en hacer su mejor trabajo siempre, consejos que llevó a su carrera en la medicina y a su producción artística.

Entonces, “muchas técnicas las aprendí en este cuarto, me sentaba aquí, me daba unos pliegos de papel y me pedía que dibujara, porque era muy generosa con su tiempo”, aunque recordó que una de las cosas que más terror le daba a su madre era la muerte, “estaba súper espantada de la muerte”, finalizó.

El objetivo del proyecto Casa Estudio Leonora Carrington es salvaguardar el patrimonio y la obra de la creadora mediante la preservación de la casa donde vivió, desde 1948 hasta su muerte, en 2011.

En reconocimiento a la importancia de la vida y obra de Carrington, la Casa abierta al tiempo ofrece este espacio como parte de sus recintos culturales y educativos para ampliar los horizontes de vinculación con la sociedad.