Autor: César H. Dorado/

Esto fue escrito un día después de la masacre ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas. Con un hombre que afirma haber estado en el lugar en el momento en que inició la balacera que concluyó con un número indeterminado de víctimas. Es el día después de la marcha conmemorativa… 

Alegre y sonriente en esquina de General Regules y Mercados, Pepe, con 64 años de edad, recuerda cada año, aquel día de 1968, cuando apenas cursaba la pre vocacional a sus catorce años de edad y caminaba por la Plaza de las Tres Culturas cuando de repente, las luces de bengala de diferentes colores y los sonidos ensordecedores de ametralladoras lo hicieron sentir amenazado y decidió correr para salvar su vida.

Entre sonrisas y reservando un poco algunos detalles personales, ahogando sus ganas de romper en llanto y gritar, se puso cómodo en su banco y repartiendo dulces con todo aquel que pasase por ahí, comenzó a platicar.

¿Cómo recuerdas aquél dos de octubre?

Recuerdo que a paso veloz, a la altura por donde actualmente se encuentra la placa de conmemoración, comencé a escuchar ráfagas, realmente no sabíamos si provenían de los tanques, porque ahí adentro había tanques.

Corrí hasta mi casa, a mitad de esta calle, y me metí en un sillón que había hecho mí papá. El sillón era como un baúl y ahí me escondieron. Ellos se sentaron y después cuando entraron los soldados a mi casa, afirmando que alguien había entrado, respondieron  que no había absolutamente nadie. No me encontraron.

¿Después de cuánto tiempo pudiste salir?

Pasaron horas. Fue horrible, porque todo se invadió de silencio. Para ser sincero, fue una noche muy larga y al siguiente día, en la iglesia se cancelaron todas las ceremonias que se iban a realizar, nadie podía entrar porque estaban limpiando los militares, pese a que la lluvia de la noche fue muy fuerte.

Ahora, después de haber vivido todo eso, no creo en la marcha.

Porque primeramente no existe consciencia histórica de esta tragedia, esto es un día de luto nacional, no un día de “desmadre. Si la gente tuviera ese grado de sensibilidad, esta marcha sería diferente. Yo veo pasar a gente tapada de la cara y digo ¿para qué? Solo producen miedo e inseguridad.

Entonces en estos cincuenta años ¿Cree que la gente ya no es consciente de esta tragedia?

Desgraciadamente se han perdido muchos valores como la empatía con los demás, en donde te duele lo que sucede a tu alrededor.