Por: César Cuervo

El Leicester City está a punto de coronar una temporada histórica, no sólo en el mundo del futbol inglés, sino en el balompié mundial. El día de ayer, de la mano de su director técnico Claudio Ranieri, los Zorros aseguraron su boleto para participar en la siguiente edición de la Champions League y, en realidad, están muy cerca de consumar el título. Tienen siete puntos de ventaja sobre el Tottenham y faltan cinco partidos por disputarse. Únicamente una catástrofe haría que no consiguieran el título de la Premier.


Lo cierto de ésta extraordinaria historia es que le vayas al equipo al que le vayas, se llame Barcelona, Real Madrid, Bayern Múnich, Manchester United, en verdad deseas que el Leicester sea campeón. Porque esa historia de cenicienta en la que un equipo chico llega y le gana a los equipos poderosos, es muy difícil de observar y es algo que le hace tanta falta al futbol mundial. Este suceso que en realidad espero se consume, me hizo recordar algunas sorpresas recientes que también escandalizaron al mundo.

En 1995, en la misma Premier League, se dio la última gran sorpresa en la división de honor del futbol inglés (claro, hasta el día de hoy). El modesto Blackburn Rovers disputaba su tercera temporada consecutiva en la primera división y formó un equipo competitivo con Kenny Dalglish como entrenador y un Alan Shearer que, a partir de ahí, despuntó.

Blackburn llegaba con dos puntos de ventaja sobre el poderoso Manchester United y en la última jornada le tocaba medirse ante el Liverpool en Anfield. Los Rovers perdieron ese partido 2-1 y si el Uniteds ganaba los superaba en la tabla. Eso no sucedió, los Diablos Rojos empataron a uno ante el West Ham y la sorpresa se consumó. Kenny Dalglish formó un equipo competitivo sin demasiadas figuras y los llevó al campeonato.


Ahora mi memoria se va a algo más reciente y dos mexicanos estuvieron involucrados en esa hazaña. El Stuttgart en el que se desarrollaban Pável Pardo y Ricardo Osorio se consagró campeón de la Bundesliga sorpresivamente en el año 2007 sobre potencias como el Bayern Múnich. Aquel equipo dirigido por Armin Veh dio la sorpresa impresionantemente con jugadores que después se consagrarían en distintos equipos. Tal es el caso de Mario Gómez, quien marcó en 14 ocasiones en esa temporada, o de Sami Khedira, que llegó hasta el Real Madrid.


En la liga española se han dado dos sorpresas de ésta magnitud en los últimos años, la primera de ellas llegó en la temporada 1999-00, cuando el Deportivo la Coruña se proclamó campeón de la mano del estratega Javier Irureta. Ese Depor no tenía entre sus filas a grandes jugadores pero formó un equipo que jugaba de maravilla, con el holandés Roy Makaay con 22 goles, aquel equipo tomó el primer lugar en la jornada 12 y nunca más lo soltó.


Y la más reciente es, sin duda, la hazaña consumada por Diego “Cholo” Simeone y el Atlético de Madrid en la temporada 2013-2014. Ese quipo que compitió ante el Real Madrid y el Barcelona y los hizo ver mal con un presupuesto infinitamente inferior. Los colchoneros llegaban a la última jornada tres puntos por encima de los blaugranas y ambos se enfrentarían en esa fecha decisiva. Una victoria culé le quitaba el sueño a los rojiblancos pero éstos sacaron el empate con corazón, como es su estilo de juego, y se llevaron el título.

Sin ninguna duda, todas éstas historias tienen algo en común, todos en el mundo del futbol deseaban que tanto La Coruña, Blackburn, Stuttgart y Atlético quedaran campeones, así como ahora nosotros anhelamos el título del Leicester. Y es que en tiempos como el nuestro, en donde la globalización ha superado cualquier cosa, en donde el dinero compra jugadores y títulos, en donde la playera pesa más que nunca, siempre será bueno tener un Leicester que salga a demostrar que en el futbol siguen siendo once contra once en un rectángulo. Historias de cenicienta como la del Leicester le dan credibilidad al futbol, credibilidad, que hoy más que nunca, necesitamos.