Por: César Cuervo

México ayer fue una porquería. No hay otra forma de decirlo ni adornarlo para que la derrota por siete goles a cero ante Chile no duela tanto. Las cosas hay que decirlas como son y México demostró que no está, y no estará pronto, al nivel de los grandes del mundo. El mayor error de Juan Carlos Osorio fue no meter a los mejores jugadores en el partido más trascendental.

Néstor Araujo no es, ni de cerca, el mejor central que tenía este equipo. Jesús Dueñas tampoco es el mejor mediocentro con el que contaba Osorio. Ese discurso del técnico tricolor de rotar las formaciones conforme al rival se ha acabado, hasta aquí llegó. Osorio no puede, ni debe, seguir cambiando los equipos conforme el rival que se enfrenta. Un buen equipo no cambia su estilo dependiendo de su rival, un buen equipo hace que el rival cambie su estilo cuando se le enfrenta.

“Pienso que me equivoqué en todo”, dijo Juan Carlos Osorio después del partido. La autocrítica del colombiano es sumamente plausible. Pocos son aquellos que reconocen su culpabilidad en los peores momentos y no buscan excusas absurdas, como lo hacía un tal Miguel Herrera.

Sería injusto culpabilizar solamente a Juan Carlos Osorio de la debacle vista ayer en San Francisco. De los jugadores, ninguno se salva. Falta de ganas, falta de ambición, falta de pasión y falta de orgullo demostraron esos individuos que tenían puesta la playera verde. La historia con la selección mexicana ya es muy antigua, pretextos siempre hay, resultados no.

Sin embargo, lo que pasó ayer fue una verdadera crónica de una muerte anunciada. Sólo basta recordar algunos momentos del Tricolor al mando de Osorio para darnos cuenta que el equipo no era sólido. La visita a Tegucigalpa para enfrentar a Honduras fue la primera llamada de atención para los aficionados. México no jugaba bien pero tenía suerte. Aquel partido se ganó 2-0 pese al mal funcionamiento.

El segundo aviso llegó en el partido de preparación para la Copa América ante esta misma selección chilena. La primera mitad fue una réplica casi exacta de lo que vimos ayer, Chile dominó a diestra y siniestra a una perdida selección mexicana pero los andinos no pudieron concretar como si lo hicieron hoy. Aquel partido se debió perder pero se ganó por azares del destino y porque el futbol, algunas veces no es justo con el que mejor trata a la redonda.

Y el último resquicio que se le vio al equipo mexicano fue ante la débil selección jamaiquina. Una selección sin preparación y sin jugadores técnicos que tengan calidad le generó demasiado peligro a una zaga tricolor que se vio muy mal. Quedó claro lo que se dijo en aquel momento, si esos errores se comenten ante Chile o Argentina, te hacen cinco. Que equivocados estábamos, nos hicieron siete.

México no sólo perdió un partido, México perdió su orgullo, su dignidad, su reconocimiento, el poco que se había ganado. México perdió las formas, el prestigio y, sobretodo, el rumbo ayer ante Chile.