Por: Marcelo Enrico Moreno/

El más mexicano de los deportes, la charrería, celebra hoy por lo alto el día nacional del charro, que fue instituido por el entonces presidente Abelardo Luis Rodríguez.

En México, el charro es icono de la mexicanidad, presente en el imaginario colectivo, así como en la literatura, cine y pintura.

El traje de charro, representa los caudales de los hacendados, pues en algunos trajes se pueden observar la botonadura que es de plata. Además del poder económico, los charros ostentan un poder social importante como dueños de grandes extensiones de tierras productoras.

El charro moderno practica la charrería que está considerada como deporte nacional, a pesar de que el futbol es mucho más popular y que la mayoría de la población urbana ignora los aspectos más básicos de la charrería.

Actualmente y ya como actividad competitiva y reglamentada, encuentra su manifestación autentica en este país, basadas en la practicas y ecuestres desde la colonia hasta la revolución mexicana.

En el Virreinato de la Nueva España, a los indígenas les estaba prohibido montar o poseer caballos, con excepción de los tlaxcaltecas, caciques aliados y sus descendientes. Para las labores de la ganadería, sin embargo, era necesario emplear vaqueros preferentemente mestizos y en pocos casos indígenas; entre las condiciones para otorgarles permiso de montar estaban el ser empleados de una hacienda, utilizar sillas de montar distintas a las que usaban los militares y vestir con cuero o gamuza, por lo que a estos baqueros se les llamaba “cuerudos”.

Con el tiempo, tanto los terratenientes como sus empleados conformaron, primero en el Altiplano Mexicano y después en todo el país, un estilo hípico nuevo adaptado a las características de este variable y accidentado territorio.

Después de la indecencia, proliferaron los hombres de a caballo, propietarios de pequeñas granjas y arrendadores independientes que por su de mestizos con rasgos mulatos o indígenas eran conocidos como chinacos mientras que a los empleados de las haciendas se les llamaba vaqueros y caporales.

Los hacendados ricos gustaban de ormentaciones similares a la de los aristócratas y de los oficiales de caballería en trajes de un corte totalmente distinto haciendo alarde a sus riquezas, mientras que los jinetes menos acaudalados lo hacían adornar con bordados de pita proveniente de la fibra del maguey o con grecas y calados en gamuza.

El general Ignacio Zaragoza en 1861, durante el gobierno de Benito Juárez, crea el primer cuerpo de rurales, que eran auxiliares del ejército, así como encargados de perseguir asaltantes de caminos y poblados rurales. Durante el periodo de Porfirio Diaz, se caracterizaron por garantizar la seguridad y también por sus abusos. Eran jinetes muy experimentados y estaban uniformados con trajes de charro de color gris y sombrero. Sus armas las componían el machete, reata, pistola, carabina de montar y una larga lanza; temibles con el uso de esta última, se dice que con el lazo y con la lanza se forjo el charro.

Para mediados del siglo XIX, los de a caballo en México se enfrentaban en la Guerra de Reforma, los charros de abolengo se acercaron al príncipe Maximiliano de Habsburgo que buscaba rodearse de ellos para integrarse a México y a sus tradiciones, incluso se le atribuye la modificación del traje de charro. Por otra parte, los plateados, que eran rancheros acaudalados pero liberales y chinacos peleaban por la república.