Por: Griselda Fernández / @greysmagno

Pasada la fiebre por Game of Thrones, el público estaba desesperado por encontrar una nueva serie que ocupara ese vacío en su televisión, HBO había desilusionado con un pésimo final a sus espectadores. Y justamente fue el mismo canal quien rápidamente nos ofreció una espectacular miniserie: Chernobyl.

Más de tres décadas han pasado desde el accidente de 1986 en el reactor cuatro de una de las plantas nucleares más importantes de Ucrania, hecho histórico y catastrófico por la cantidad de personas afectadas, que no sólo impactó a nivel local, sino en todo el mundo.

El fenómeno de Chernóbil fue retomado por el director Craig Mazin, poco reconocido, pero que ahora es un referente por haber creado uno de los mejores contenidos. Esta miniserie de 5 capítulos de aproximadamente una hora cada uno, ha entretenido a millones de espectadores, y por si fuera poco también los ha informado.

Es increíble que a través de contenido cinematográfico se pueda explicar de forma sintetizada cuál fue la magnitud de los hechos. Claro que todos estamos encantados con el nivel de producción de esta historia, de la trama tan impactante, de los personajes que fueron reales y sufrieron este terrible accidente, sin embargo, no podemos quedarnos con lo que nos muestra una serie.

Que no se malinterprete, no desprecio lo que nos ofrecen las plataformas, solo considero que tenemos que investigar mucho más sobre lo que ha ocurrido en el mundo. Quizás algunos de los que ya hayan visto la serie habrán notado que algunos relatos son los mismos que nos cuenta la escritora bielorrusa, Svetlana Alexiévich, en Voces de Chernóbil, crónica del futuro. Si tú no conoces esta obra literaria, te invito a leerla.

Craig Mazin plasmó con imágenes recreadas un pedacito de lo que sucedió, pero Alexiévich nos brinda testimonios de primera mano de los sobrevivientes a la explosión, en sus líneas encontrarás historias desgarradoras de quienes perdieron a un familiar ‘exterminador’, bebés que nacen con genética alterada y héroes que fueron a una guerra donde el enemigo era invisible y se respiraba en el aire.

Recalco que los realizadores de Chernobyl hicieron un excelente trabajo, tal fue el proceso de investigación y adaptación que detalles como el vestuario, los trajes de los exterminadores e incluso el minuto a minuto del desastre nuclear son lo más apegado a las fotografías y documentos que existen. Sin embargo… Svetlana ya lo había contado. ¿Acaso alguien vio su nombre en los créditos?

En una entrevista a El País ella menciona que otorgó los permisos a la producción para que utilizaran de seis a ocho relatos de su libro, a ella también le extrañó que no la mencionaran. Es tan obvio que se basan en sus relatos que HBO usó la misma anécdota de la crónica del futuro acerca del bombero Vasili Ignatenko, misma que se lee en las primeras páginas del libro.

El consentimiento fue dado, es verdad, pero por ética y reconocimiento al trabajo de la periodista, los productores, guionistas y director debían mencionar que esa exitosa miniserie se basó en la documentación de la autora bielorrusa, ya que ella también menciona que los capítulos llevan la filosofía de su obra.

Déjenme confirmarles esto, ver Chernobyl es leer a Svetlana Alexiévich. Estamos ante una obra que ciertamente los creadores debieron informarse excesivamente para ser lo más fidedignos que se pudiera, evidentemente agregando situaciones y personajes ficticios para poder forjar una buena trama, pero ello no es pretexto para descalificar un extenso trabajo periodístico realizado por esta mujer.

Debo admitir que yo quedé más que sorprendida por la calidad del contenido de HBO, aunque también decepcionada, sobretodo porque pocas personas conocen las narraciones que obtuvo la autora, por qué nadie habla de ella, por qué los jóvenes al quedar tan impresionados con el suceso no se atreven a buscar más allá de las pantallas. No es reproche, solo reflexión.

Recomiendo que si no has visto la serie, corre a buscarla donde puedas verla. Y después, corre a una librería o biblioteca a leer al Premio Nobel de Literatura 2015. Yo #YaLaVi.