Por: Redacción

El escritor, periodista, novelista, guionista y dramaturgo Vicente Leñero (Guadalajara, Jalisco, 9 de junio de 1933 – Ciudad de México, 3 de diciembre de 2014) navegó por los anchos mundos de la escritura, dueño de una prosa que invita al lector pero también confronta los convencionalismos. Parte de este quehacer se encuentra en Periodismo de emergencia, título de la colección Periodismo Cultural de la Secretaría de Cultura que reúne sus trabajos en las publicaciones Proceso, Nexos, Revista de Revistas, La Jornada Semanal, El País, Excélsior, Cultura Urbana, Claudia y Siempre!

“Deben ser las cinco o las cinco y media. Hoy también es sábado. Estoy frente a la máquina de escribir, los codos apoyados en la mesa y el cigarrillo en la boca, sujeto aún entre los dedos, aspirando el humo, cerrando y abriendo los ojos en el momento de colocar el cigarrillo sobre el saliente cenicero para continuar tecleando. Escribo: estoy tratando de escribir”, cita Armando Ponce en el Prólogo de Periodismo de emergencia a Vicente Leñero.

El autor estudió inicialmente ingeniería y posteriormente periodismo, pronto se vio en las redacciones de revistas como Claudia y Revista de Revistas de Excélsior. A partir de ahí se desarrolló como como periodista y publicó su primera novela La voz adolorida en 1961. Es considerado uno de los autores fundamentales de la narrativa mexicana ya que innovó el lenguaje literario y abordó desde la polifonía los diversos temas sociales. Asimismo logró consolidar una dramaturgia propia en la que abordó los temas clásicos del teatro con una visión mexicana.

Periodismo de emergencia a Vicente Leñero está integrado en cinco secciones: Gente mayor; Viajes sin agenda; Lugares, estatuas, edificios…; Ocasiones de contento y Artículos de fe, este trabajo reúne fragmentos de su andar; entrevistas con figuras de la vida nacional, artículos de opinión y reflexiones sobre temas diversos, que discurren lo mismo por La noche de las bellezas frías, crónica sobre los concursos de belleza en México, que por Una teología de la revolución, artículo que aborda las pugnas religiosas y sus dimensiones políticas.

Vicente Leñero fue mentor de muchas generaciones de periodistas que se formaron en la práctica y trabajo cotidiano. Armando Ponce, periodista y amigo personal refiere en el prólogo “seguía semana a semana ‘erredeerre’ (como comúnmente se le decía) donde algunos de mi generación comenzaban su carrera… por su versatilidad, amenidad y frescura, sus materiales circulaban entre las primeras generaciones de comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM; eran fuente viva de enseñanza, un verdadero manual de periodismo, algo que los estudiantes, más dirigidos hacia la teoría no aprenden en las aulas”.

Fiel a un rigor encaminado al profesionalismo, tanto en el aspecto informativo como en el del lenguaje. Los que se formaron con él coinciden en la importancia de ese rigor, con miras a realizar un periodismo de largo aliento.

Con la dirección de Vicente Leñero, Revista de Revistas fue considerada por muchos la más ágil e imaginativa de su tiempo; ahí logró plasmar una visión distinta de los temas y se convirtió en un referente de la vida cultural en México. Por sus páginas transitaron figuras de primera línea, crónicas y testimonios de actualidad, reportajes de gran originalidad, cartones novedosos y colaboraciones de escritores destacados.

Luego de la salida de Julio Scherer de Excélsior, iniciaría al lado del equipo de colaboradores la aventura periodística en Proceso. Un nuevo espíritu animaba el quehacer cotidiano en la sección de Cultura de la revista, afirma Armando Ponce. “Con él todo era directo, sin complicaciones; estaba atento a la actualidad, era respetuoso de nuestras opiniones contrarias y siempre echaba por delante el carácter informativo sobre la ideología. Leñero nos hacía jugar a todos como sólo juegan los niños, absolutamente en serio. Para él todo lo vivible es escribible (novela, cuento, teatro, crónica, reportaje); lo más aparentemente nimio es fascinante como el juego, principio primero de la ficción en el ser humano”.

Muchos son los recursos en su periodismo, herramientas del lenguaje que supo domeñar, gracias a lo que consiguió lo que ningún otro narrador mexicano contemporáneo, “la amalgama suprema”, un pacto secreto con el lenguaje de la realidad.

Su prosa descansa sobre una sensibilidad poco común, la observación del mundo en que vivimos, presente en sus reportajes, entrevistas y artículos de opinión donde logró distender la palabra hasta límites insospechados. En su obra lo imaginario cohabita con la no ficción, líneas delgadas que siempre supo trazar dando al lector la veracidad y capacidad crítica necesaria en el periodismo.

El narrador apostó por sorprender al lector, como afirmó Armando Ponce. “Si la fórmula clásica dicta que lo único que no puede permitirse un reportero es aburrir al lector, la lección de Leñero agrega a la inversa: hay que sorprenderlo”.