Por: Oswaldo Rojas

Este año se cumplen 20 años del fatal accidente aéreo en el que falleció el compositor mexicano Eduardo Mata, uno de los grandes promotores culturales del país.

El músico comenzó su preparación  artística a sus tres años de edad, con la guitarra, para años después ingresar al Conservatorio Nacional de Musical, academia en la que estudiaría con el reconocido compositor y periodista Carlos Chávez.

Según el diario “La Jornada” en el homenaje de 2012 por su natalicio no hubo duda de que Eduardo Mata fue el mejor director de orquesta de México, incluso se consideró que tras su muerte esta arte quedo en “la orfandad”.

Fue tal su importancia en la vida cultural del país en la segunda mitad de la centuria pasada que diversas iniciativas aún activas se fundaron gracias a él. Por citar algunas están la Orquesta Juvenil Eduardo Mata (OJUEM), la agrupación de excelencia Solistas de México e incluso un premio internacional de orquesta que ostenta su nombre.

El portal “www.colegionacional.org.mx” explica  que la carrera de Eduardo Mata se inició rápidamente, fue un joven director de orquesta (1965), residente en el Festival del Berkshire Music Center (1964); permanente de la Sinfónica de Guadalajara, y artístico en la ahora Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de México (OFUNAM) de 1966 a 1975. Finalmente en 1984 ingresarial al Colegio de México.

Por si fuera poco desde hace 21 años en noviembre se realiza el Festival “Eduardo Mata” en Oaxaca. Un evento dedicado a actividades musicales.

El crítico, pianista y cineasta, Juan Arturo Brennan, ha declarado, también para el periódico “La Jornada” sobre el compositor que “No creo que su figura haya sido valorada. Somos un país con muy corta y pobre memoria histórica, y falta mucho para poner a Eduardo en el sitio que le corresponde”.

Poniendo a un lado su labor como promotor cultural, Eduardo Mata dejo un legado de más de 50 piezas musicales compuestas por él, en las que destacan “Trío para Vaughan Williams” en 1957, “Sinfonía número 1 clásica” en 1962, “Los huesos secos”, ballet en 1963 y su “Sonata para chelo” en 1966.

El compositor murió por la mañana del 4 de enero, cuando después de despegar su nave Piper Aerostar, esta sufrió una avería en un motor que lo haría descender y estrellarse.