Por: Oswaldo Rojas

“Hace dos años, por razones tanto personales como filosóficas, decidí dejar e luchar. No era que quisiera matarme, no debe usted de creer eso, sino que pensé que, abandonándome al caos el mundo, quizá el mundo acabaría por revelarme alguna secreta armonía, aluna forma o esquema que me ayudaría a penetrar en mí mismo”.

Paul Auster.

El estadounidense Paul Auster (1947) es considerado actualmente uno de los novelistas más importantes de su país. Nacido en Nueva Jersey su vida se vio fuertemente afectada por la cercanía con la biblioteca de su tío, un inmenso placer por el béisbol y la muerte de su padre a finales de la década de los setenta. Cada uno de estos gestos se convirtieron con el tiempo en guiños dentro de sus novelas. Una expresión clara de esto es su libro El palacio de la luna, texto semibiográfico, de lo que el premio Nobel en 2006, Orhan Pamuk,  llama novela de formación.

El termino de Pamuk hace referencia a un genero de la novela en que el escritor, abiertamente o no, retrata su propio proceso de desarrollo para llegar a convertirse en novelista. Tienen una alta carga de filosofía existencial pues sus protagonistas, casi siempre jóvenes que rondan los veinte años, se preguntan constantemente el sentido de su vida, su lugar en este mundo, el papel del arte para la humanidad y la responsabilidad de enfrentar sus actos. Algunos de los títulos que exponen con claridad estas características de las novelas de formación son Retrato de un Artista Adolescente, de Joyce, y Rojo y el Negro de Stendhal.

La novela de Auster versa sobre Marco Stanley Fogg; quien de niño no conoció a su padre, de adolescente vive la muerte de su madre y poco después de entrar en la universidad la de su tío. Este último le heredaría su biblioteca, y como un acto liberador la leería de pi a pa. La tragedia de verse solo a tan corta edad lo lleva de la desesperación al ostracismo, del cual no podría salvarse de no ser por una joven y sensual  chica de ascendencia china, Kitty Wu. Depúes de que ella lo ayuda a reponerse y reanudar la batalla por mantenerse con vida conocería a Thomas Effing, un viejo invalido, ciego y prepotente que le descubriría los enigmas de su pasado y con eso Fogg podría poner en orden algunos de sus aprendizajes.

El recorrido de M. S. Fogg por el corazón de Estados Unidos tiene todo el cariz del viaje del viejo sabio que se va en busca de una montaña olvidada de la mano de dios a encontrar la iluminación. No es ningún secreto que la novela de Auster remarca precisamente esa búsqueda de sentido. Con el paso de las paginas hace que su protagonista adquiera conciencia de ser. De estar en este mundo temporalmente y al mismo tiempo de una forma indeterminada.

Algo considerable en esta novela de formación es el momento en que Fogg adquiere involuntariamente conciencia de que su vida no es más que la continuación de los actos de sus familiares muertos, que de forma insospechada siguen conduciendo su vida aún desde la nada. De esta forma como lectores nos enfrentamos a la necesidad de hacer nuestra vida realmente nuestra, sobreponiéndonos a la consecuencias que otros generaron y que a menos de ver de frente a la realidad esta nos terminará por engullir.

Se trata de una novela en la que el azar -aunque en realidad las casualidades dentro de la novela son todo menos eso- se presenta como la conciencia secreta de las cosas. Al respecto Auster explicó en 2014 en entrevista para el diario La tercera:

“Por eso escribí El cuaderno rojo: para mostrar con ejemplos de mi vida cuán extraña es la vida. Tendríamos que ser estúpidos y ciegos para decir que el azar no juega un rol en la vida. Para eso tenemos la palabra accidente. Si ahora mismo te caes y te quiebras la pierna podrías terminar conociendo a una enfermera, enamorarte de ella y casarte. También podrías quedar inválido y pasar tu vida odiando el mundo.  Mil cosas como estas pueden pasar todos los días. Hay consecuencias felices, otras terribles. Pero también tenemos la habilidad de razonar, tomar decisiones, tener metas y planes.  Estoy interesado en esa tensión”.

Esta novela es un reflejo de esa misma condición azarosa en la vida de las personas. De todos nosotros.

El Palacio de la luna