Por: César Dorado/ 

Algunas veces se creería que la literatura de ficción crea espacios alejados de nuestra realidad. Si bien es cierto que cuando se leen fragmentos en donde los simios tienen su propio planeta y se enfrente ante la crueldad humana, o bien, los bomberos, esos hombres encargados de apagar incendios ahora son los responsables de quemar bibliotecas enteras, nos parece absurdo e incluso nos puede parecer risible.

Pero en esos escenarios utópicos y distópicos, se concentra un análisis crítico de sus autores quienes, en un intento por hacernos ver los errores de la modernidad, escriben obras que nos llevan a mundos inimaginables pero muy cercanos a nosotros. Uno de esos autores es Ray Bradbury, cuentista y novelista estadounidense quien, a cien años de su nacimiento, sigue representando un alto referente del género de ficción por crear obras en las que al hombre se le retrata como un ser despiadado, inconsciente y enajenado por los medios de comunicación.

Graduado de la secundaria en 1938, Bradbury comenzó a ganarse la vida vendiendo periódicos y desempeñando una labor como escritor, misma situación que lo llevó a publicar su primera obra en ese año. Los años transcurrieron y no fue hasta 1943 dejó su trabajo y comenzó a dedicarse completamente a la escritura porque, aunque “no podía ir a la universidad”, las visitas a la biblioteca y el compromiso de escribir mínimo mil palabras al día hacían pensar al autor que con el compromiso de completar un relato cada semana, era “totalmente imposible escribir 52 historias malas seguidas”.

Publicó algunos textos en algunas revistas, y aunque el estilo del autor atraía a ciertos espectadores no fue hasta la publicación de “Crónicas marcianas” (1950) que se comenzó a despegar su fama literaria. Su minuciosa descripción de los espacios, la creación de escenarios caóticos en donde los humanos intentan colonizar el planeta Marte por la incertidumbre que trae consigo un enfrentamiento bélico en la tierra, hicieron de esa obra un clásico de la literatura que, para muchos, es el punto intermedio exacto entre lo que creó Julio Verne y las excéntricas formas científicas que inventó Isaac Asimov.

Crónicas marcianas no sólo atrae por sus espacios fantástico donde los hombres salen de su planeta para explorar y asentarse en otros, sino también llama la atención por las razones que hacen que los hombres salgan de su planeta de origen y en esos viajes donde buscan refugio, van narrando sus propias vidas, su cultura, su pasado, todo bajo una atmósfera de angustia.

El racismo, la colonización, desigualdades sociales, inestabilidad política y otros elementos son los que toma Bradbury para hacer de ese libro una obra de ficción crítica hacia la cultura occidental, quienes, arrastrando su pasado, llegan a otro planeta para convertirse en los nuevos marcianos, esos seres que nos aterran, sin considerar su forma, por el simple hecho de que no los conocemos y no son de nuestro mismo planeta.

Persistente en la escritura y devorador de libros, escribió en 1951 “El Hombre ilustrado” pero fue hasta un año más tarde que la obra más relevante de Bradbury sería leída por el mundo. “Fahrenheit 451” (aludiendo a la temperatura a la que arden los libros) llegaría al mundo de la literatura como una historia trágica y sumamente crítica hacia los medios de comunicación y el cómo los hombres se veían cada vez más enajenados por la televisión, los espectaculares y el consumismo.

En una historia que marcaría tendencia tanto como “Un mundo feliz” (1939) y “1984” (1949) se presencia una ciudad inundada por los medios de comunicación y una dictadura en donde se desempeña una campaña para quemar libros, lo que engloba un panorama en el que se comienza a borrar el pasado, el presente, la fantasía y los deseos de los hombres. El propio jefe de bomberos, Guy Montag, aunque desalmado, es consciente de lo que son los libros, reflexionando en un pasaje “detrás de cada libro hay un hombre. Un hombre que tuvo que pensarlo”.

No sólo se desarma el pasado a través de la quema de libros, sino que se intenta olvidar a los humanos y que esos humanos del presente, como en Crónicas marcianas, comiencen a sentir que son verdaderos extraños y que todo lo que escuchan, ven y consumen, es la realidad.

Ray Bradbury encapsuló temas prolíferos y trágicos, pero también arropó el problema del racismo, la discriminación, la desigualdad social y ahora, después de una carrera literaria invaluable, sigue representando una figura del género de ficción, sin separarse de aquellos temas que hasta la fecha, en una crisis por la pandemia de COVID-19 imperan en la sociedad.