La historia y la literatura, como actividades vecinas que se entremezclan en ocasiones, han sido a lo largo de los siglos la materia prima con la que historiadores y literatos arman el entramado complejo de la memoria nacional y universal, expresó el escritor José Joaquín Blanco al hacer una revisión de la historiografía del país desde la época novohispana hasta nuestros días.

Durante la charla que ofreció en días pasados, titulada “Aspectos de la historia literaria en México”, el especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) comentó que los historiadores suelen apartarse de los rumbos imaginativos o subjetivos que privan en los géneros literarios, pero han reconocido en todas las épocas el auxilio de la literatura como maestra del discurso, del relato o de la disertación histórica.

Al participar en el ciclo Trayectorias, organizado por la Dirección de Estudios Históricos (DEH), el ensayista, cronista, narrador y poeta señaló que la historia implica hacerse preguntas, imaginar escenarios, encontrar contrastes y construir un relato con coherencia, de tal modo que la historia requiere de un arte para contarla y no solamente descubrir, estudiar y debatir sus materiales.

“Es posible contar un relato de la vida real utilizando un discurso literario, sin dar la espalda a la historia”, aseveró el escritor, quien coordina la investigación “La literatura mexicana en el siglo XIX. Ensayistas” e imparte el Seminario de Crónica en la DEH.

Resaltó el trabajo de la periodista Elena Poniatowska con su libro La noche de Tlatelolco, crónica histórica en la que hace un montaje talentoso y cuidadoso de diversas escenas. “Es una voz colectiva sobre distintas situaciones y la protagonista es la noche de Tlatelolco”.

En la historiografía nacional han existido diversas maneras de contar los sucesos, y puso como ejemplo la historia de Quetzalcóatl, donde confluyen miles de relatos divergentes narrados a partir de un puñado de datos puros. Sin embargo, para no pocos españoles, incluyendo a los frailes, era mejor olvidar el pasado pecaminoso de la idolatría y los sacrificios humanos y devolver a los indios, como a todo cristiano, a su universal historia sacra de la creación y redención divina.

Con Porfirio Díaz, este nudo se rompe y se impulsa la “historia patria”, no tanto por las fuentes, sino por la manera de contarla, de buscarle un principio, un camino y un destino, casi inventarla a partir de muchos datos pero con gran voluntarismo. Díaz encargó al militar, político, periodista y novelista, Vicente Riva Palacio, “la mayor revolución historiográfica jamás vista en nuestro mapa: México a través de los siglos, que se convertiría en una historia totalizadora de México”.

Esta tarea convocó a infinidad de historiadores, ayudantes, dibujantes, escritores, curas y particulares para aportar datos. “Se postulaba un México en progreso; en consecuencia, no venían al caso los pleitos entre épocas y civilizaciones, el nuevo dogma creaba un orden pacífico, una jerarquía que culminaba con el auge porfiriano y don Porfirio era el cenit del ascenso nacional”.

Luego de la Revolución Mexicana, se transitó de México a través de los siglos a “México a través de los sexenios”, y la “historia patria” pasó a un relato oficial plasmado en los libros de texto que coordinaba el escritor Martín Luis Guzmán, expuso el investigador.

José Joaquín Blanco comentó que, a partir de los años 60 del siglo XX, las mayores instituciones mexicanas dedicadas al quehacer histórico desarrollaron un revisionismo de esta historia oficial, con el objetivo de cambiar el relato un tanto provinciano por una historia nacional más cosmopolita y acorde con las historias de otros países, especialmente de las grandes potencias occidentales.

“Se produjo un vuelco contra las historias nacionales particularistas para dar paso a una historia global, instantánea, momentánea, de los medios de información y de las nuevas tecnologías. Esta situación se advierte en los relatos historiográficos de las últimas décadas, en el intento de abandonar el particularismo regional y sincronizarse con los noticieros mundiales de televisión o internet”, concluyó el especialista de la DEH.