• La escritora Rosa Beltrán se atreve a reconstruir, con hechos reales y ficticios, la poca gloria de la que gozó el emperador Agustín de Iturbide, quien a pesar de haber sido concebido como uno de los hombres que ayudó a la consumación de la independencia, fue juzgado por la sociedad y exiliado por autoridades.

Por: Griselda Fernández / @greysmagno

La vida de personajes tan importantes dentro de las luchas o revoluciones que se vivieron en México está llena de rumores, algunas verdades, unos cuantos desplantes que sí fueron evidenciados, entre otros aspectos. A lo largo del tiempo se genera una imagen de esas figuras, pero pocas veces fantaseamos la vida íntima de los ‘héroes’ o los ‘villanos’ de la historia mexicana.

La escritora Rosa Beltrán se atreve a reconstruir, con hechos reales y ficticios, la poca gloria de la que gozó el emperador Agustín de Iturbide, quien a pesar de haber sido concebido como uno de los hombres que ayudó a la consumación de la independencia, fue juzgado por la sociedad y exiliado por autoridades.

La novela La corte de los ilusos retrata cada una de las etapas de dicho emperador, desde su coronación hasta el fusilamiento. Es de buen gusto interesar al lector a través de la vida privada, mencionando los amoríos de Iturbide, la fracturada relación con su esposa Ana María y el trato especial que daba a su hermana la Princesa Nicolasa, quien sufría de locura.

Ahora bien, la mención de personajes tan importantes como Fray Servando Teresa de Mier, Vicente Guerrero e incluso el brigadier Antonio López de Santa Anna, son esenciales para comprender la derrota de El Dragón. Por ejemplo, el encuentro que tiene con el fraile para aclarar la diferencia de ideas y pensamientos, ese diálogo que se realiza con sumo cuidado para reprocharle al emperador el encarcelamiento que Fray Servando sufrió, pero además la inteligencia de éste para retar al gobernador y ello se convierte en una discusión política y al mismo tiempo comedia.

A su vez, la manera en que se envuelve Santa Anna con Nicolasa para que de esta manera se acerque a las filas de Iturbide y se le tome en cuenta en ciertas decisiones. La autora tiene un estilo peculiar para enlazar las acciones y personajes de una forma sutil, pero al mismo tiempo la base de la historia permite comprender lo que ‘políticamente’ ocurría y por qué posteriormente dichos eventos tuvieron consecuencias con el exilio del emperador.

La autora establece una visión no sólo de la vida de Agustín, sino que indaga también dentro de la personalidad de su esposa, su prima e incluso es capaz de introducir un poco al lector a la falta de cordura de la Princesa Nicolasa. Es decir, recoge miradas tan diferentes, que es posible generar un escenario completo de quienes estaban de acuerdo o no con el régimen que se llevaba a cabo.

Uno de los detalles que más llaman la atención es el cómo logran introducirse paisajes del México de aquellos años dentro de las circunstancias que se presentan. Con mayor claridad, es la referencia que se le da al lector de las clases sociales que habían después de la larga guerra de independencia y hasta el aspecto de las calles.

La escritora tiene la capacidad de hacer sentir al lector como alguien muy cercano a Cosme Damián. Al principio de la historia es un sentimiento de rencor por el gasto que ejerce el imperio y lo endeudado que se encontraba el país. Posteriormente, es posible que el receptor se sienta estancado, decepcionado, pues la culpa es la que le hace pensar abandonar el trono. De esta forma, se traslada la mente del lector al protagonista.

Uno de los asuntos más interesantes y destacables es la narrativa que maneja para llevar de la mano a quien lee su obra, hasta el asiento y pellejo de Iturbide. Comenzando por la simple experiencia de la modista Madame Henriette, quien expone detalladamente cómo llegó El Dragón a tener ese porte desde la familia a la que pertenecía. Y de ella se van deslindando otros conflictos que terminan en la propia forma de pensar de Agustín.

Esta obra contextualiza hechos y datos históricos, los recrea, los rehace, la ficción es un recurso fundamental para el libro, sin embargo, es tan buen instrumento que se logra entre los hechos reales y ello permite una lectura de la historia más amena. Es una mezcla de política, religión, amor y traición. De ilusiones y espejismos vivían los pertenecientes a la corte y hasta ahora, la política sigue subsistiendo de falsas visiones.