Por: César Dorado/

Enardecido por el estilo de Elvis Presley, así como por los sonidos del Rock And Roll que ya había estilizado el olvidado Bo Diddley y Eje central en la formación de una de las bandas británicas más importantes para la historia del rock, John Lennon se atrevió a romper con las viejas costumbres de su natal Liverpool a través de su música y de una rebeldía que no lo abandonaría hasta el día en que cuatro disparos de un revolver 38 le atravesaran la espalda.

Vigilado por el FBI, desde antes de su salida de The Beatles, Lennon se enfrascó en un mundo donde imperaba la pacificación humana indescriptible; manifestaciones, conciertos clandestinos, galerías de arte y millones de discos vendidos vieron a ese Lennon protestando por un mundo en donde la violencia no traspasara las fronteras del amor creado con arte, una violencia que le arrebataría la vida.

Desde muy temprano, Mark David Chapman esperaba a Lennon fuera de su departamento en el edificio Dakota, Nueva York. Al verlo caminar en dirección a su auto, Chapman arribó al ex Beatle para extenderle una copia de Double Fantasy y que lo firmara, todo, mientras el fotógrafo Paul Goresh capturaba el momento y se escucha salir de la boca de Lennon “¿Es todo o quieres algo más?”. Ante la pregunta, lo que sería después su asesino, respondería que no alegremente mientras veía al músico partir con Yoko Ono.

Tranquilo, Chapman esperó hasta la llegada de John en ese pasaje en donde otros fanáticos esperaban para poder pedir algún autógrafo y ver de cerca al legendario creador de aquel himno en donde se consagra a la imaginación. Sin darse cuenta de su presencia, Lennon caminaba detrás de Yoko cuando escuchó “¡Mr. Lennon!” al mismo tiempo que a esa voz la aplastaba el sonido de cuatro disparos precisos que impactaron contra su espalda, sin poder ver bien el rostro de su verdugo.

Los gritos horrorizados de la artista Yoko Ono pusieron alerta a todos los policías cercanos a la escena y, mientras una ambulancia se aproximaba a la escena, Chapman esperaba ahí, tranquilo con su copia firmada y el libro “El Guardían entre el centeno” de J.D. Salinger.

Tras la llegada de la policía, la calma de Chapman no se alejó del cuerpo y gritó “¡Lo he hecho solo!”, ante lo que un policía, viendo el cuerpo del cónico musico inglés tendido en el piso con litros de sangre rodeando su cuerpo dijo “¿Sabes lo que has hecho?”, con lo que Chapman se incorporó y duramente respondió “oiga, yo no sabía que era amigo suyo”.

Mientras los policías lo sometían, Lennon era llevado inmediatamente al Hospital Roosvelt, en donde el equipo del doctor Stephen Lynn trató de reanimarlo por 20 minutos, sin resultados, pues había perdido cerca del 80 por ciento de la sangre.

A las 23:15 hora, el siempre incómodo y subversivo John Winston Ono Lennon falleció debido a múltiples heridas de bala en el hombro, tórax, pulmón y arteria subclavia izquierda, así como una hemorragia interna y externa que le produjo un shock.

Y aunque Chapman recibió una condena perpetua, nada podrá eliminar esa marca que dejó su cometido, asesinar a uno de los músicos más representativos en la historia de la música y de los movimientos en pro de la pacificación de la humanidad con aquella arma cargada con balas de punta hueca para “asegurarme de que estaría muerto”.