Por: Redacción

Jaime Torres Bodet (Ciudad de México, 17 de abril, 1902–Íbid, 13 de mayo, 1974) fue un destacado humanista y estudioso de la literatura además de escritor, funcionario y diplomático, de quien este 13 de mayo se cumplen 42 años de su fallecimiento.

La trayectoria de quien realizara sus estudios en las escuelas Normal, Nacional Preparatoria y de Jurisprudencia, así como en la de Altos Estudios de la Universidad de México, tuvo dos vertientes claramente diferenciadas: la labor como hombre público en diversos cargos y su trabajo como escritor.

Perteneció a las filas de los jóvenes escritores de la generación vanguardista, surgida en los primeros años del México posrevolucionario, su obra como autor comprende poesía, ensayos y estudios literarios, novelas y relatos, prólogos y traducciones.

Para quien fue secretario de Educación Pública en los años veinte del siglo XX, la poesía fue una tarea permanente, publicó 14 títulos; el primero en 1918 y el último en 1958, en esos 40 años su propuesta poética cambió, pero predominó su interés por la búsqueda del encuentro del ser consigo mismo.

Como narrador se consideró apenas un experimentador. Sus novelas y cuentos se alejan del realismo para insertarse en las atmósferas de la literatura intimista, en la que los giros del pensamiento constituyen el punto focal del desarrollo discursivo, mientras el ensayista aborda or una gran variedad de temas, desde los análisis pictóricos y la crítica literaria hasta los discursos políticos y los libros de memorias.

El cronista Carlos Monsiváis apuntó en 1966 que la poesía de Jaime Torres Bodet era de insólita limpieza, cuyo dominio de la técnica, entendimiento e interpretación de los clásicos, permitió la manifestación de una literatura que intenta, a través de los datos sensibles, detener el tiempo o al menos interpretar su fluir.

Para Octavio Paz, Jaime Torres Bodet, al igual que sus compañeros, abandonó la influencia de Enrique González Martínez, pero a diferencia de ellos retuvo la sensibilidad mesurada que la animaba, meditabunda a ratos y en otros moralizante. “Sin embargo, durante algunos años coincide con las tendencias que, a falta de palabra mejor, llamamos renovadoras”.

Jaime Torres Bodet escribió y publicó los libros Fervor (1918), El corazón delirante (1922), Biombo (1925), Sin tregua (1957). De 1922 a 1925 publicó siete volúmenes de versos. “La poesía cobró, en mi existencia, un significado sumamente distinto: se volvió acción”, le confesó a Emmanuel Carballo en la entrevista publicada en Protagonistas de la literatura mexicana.

Sin abandonar el verso, escribió prosa, ensayo y la novela Margarita de niebla (1927). Sus poemarios de madurez fueron Destierro (1930) y Cripta (1937); Sonetos (1949), Fronteras (1954) y Trébol de cuatro hojas (1958), entre otros.

Fue fundador en 1922 de la revista Falange, de ideología claramente conservadora. Más tarde participó en la fundación de Contemporáneos, integrándose en el grupo de intelectuales y creadores que animan la revista, la cual se distinguía por sus afanes vanguardistas y renovadores.

Como funcionario, en los años veinte del siglo XX fue nombrado secretario personal del rector José Vasconcelos en la Universidad Nacional; en 1922 fue jefe del Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública (SEP), puesto que ocupó hasta 1924, para convertirse luego, de 1925 a 1928, en profesor de literatura francesa en la Facultad de Altos Estudios.

Fue secretario de Educación Pública entre 1943 y 1946, promovió la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, creó el Instituto de Capacitación del Magisterio, inició la Biblioteca Enciclopédica Popular, construyó numerosas escuelas, entre ellas la Normal para Maestros, la Escuela Normal Superior y el Conservatorio Nacional.

De 1958 a 1964 ocupó por segunda ocasión el cargo de secretario de Educación Pública, fundó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos y promovió la construcción de los museos Nacional de Antropología y de Arte Moderno, así como la organización y adaptación de los de Arte Virreinal y de Pintura Colonial.

Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, de El Colegio Nacional, del Instituto de Francia (cuya Academia de Bellas Artes presidió en 1966 y 1967) y de la Academia del Mundo Latino, fue investido doctor Honoris causa por las universidades de Albuquerque, Burdeos, Bruselas, La Habana, Lima, Lyon, Mérida, México, París, Sinaloa y del Sur de California.

Fungió como diplomático entre 1929 y 1943 (en Madrid, La Haya, París, Buenos Aires y Bruselas, donde lo sorprende, en 1939, la Segunda Guerra Mundial), embajador de México en Francia (1955-1958).

Como funcionario público, escribe Salvador Diego en su ensayo biográfico sobre el poeta, son innegables: “Cifras publicadas indican que en tan sólo dos años consiguió que un millón 200 mil mexicanos aprendieran a leer y escribir”. Añade que “su determinación es sólo equiparable como educador a la de Bassols y a la de Sáenz, y como diplomático a la de Alfonso Reyes”.

En 1966 obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura. Fue miembro de la Academia Mexicana correspondiente de la Española y miembro extranjero honorario de la Academy of Arts and Sciences (EUA), y recibió condecoraciones de numerosos países de América y Europa.

El escritor, funcionario y diplomático murió en la Ciudad de México el 13 de mayo de 1974. Sus restos permanecen en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón Civil de Dolores.

La obra de Jaime Torres Bodet puede leerse en Obras escogidas (FCE, 1983) y El juglar y la domadora (Colmex, 1992). El Colegio Nacional ha publicado Poesía completa.